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Los patakíes entre el tiempo de los lucumises y el tiempo este que corre (I)

Patakies(En colaboración con Rubén Zardoya Loureda)

Según el consenso existente entre santeros y babalaos, el sello de legitimidad de los ritos y patakíes de la Regla de Ocha lo estampa la antigüedad de sus orígenes, la cercanía temporal al África de los ancestros, el hecho de haber sido aprendidos "con negros de nación allá por los inicios del siglo pasado" o, en su defecto, con sus hijos y discípulos. Cuanto más añosos sean los ritos y los patakíes, tanto más valor se les atribuye, y cuanto más arcaica y primitiva se considere la voz que los ejecuta o narra, tanto más incontestables resultan y con tanta mayor eficacia aparentan funcionar como imperativos en la comunidad de creyentes. La práctica religiosa parece experimentar un horror congénito ante el desgaste de la tradición y el olvido de lo que hubo en el comienzo, ante la degradación de la forma primigenia y la metamorfosis.
En "El lucumí al alcance de todos", el santero Nicolás Angarica no encuentra modo más seguro de ganar la confianza de sus lectores que apelar a la antigüedad de las fuentes que utiliza: "Me crié junto a los africanos -escribe-, aprendí su lenguaje, conocí sus costumbres y además tuve un maestro llamado Obadimelli." Nos hallamos ante una especie de versión contemporánea del reputado argumentum ad antiquitatem con que los sabios medievales acreditaban sus opiniones. ¿Se atrevería algún escolástico a poner en tela de juicio la palabra de los mismísimos Aristóteles y Agustín? ¿Osaría algún santero recelar de la idea de que los ancestros africanos detentaban la verdad religiosa y rechazar las enseñanzas del gran Obadimelli, el que fue coronado dos veces, el patriarca ante quien se inclinaban los santeros cubanos más competentes, el hombre que encarnaba el espíritu de los abuelos negros y a duras penas conseguía expresarse en español? En otro plano, ¿otorgaría algo mayor legitimidad a los ritos, en particular, a los ritos adivinatorios, que la relación letárgica del árbol genealógico -en términos doctrinales- del "consultante" que habrá de arrojar sobre la estera caracoles y cocos y servirá de intermediario a la palabra y la voluntad divinas? Al invocar a los antepasados en materia religiosa, el adivino parece decir: "Esta serie de nombres que se pierde en la memoria de los tiempos garantiza que a través de estos cocos y estos caracoles hablarán justamente los orichas y no este humilde servidor."
Otro tanto ocurre con los patakíes. "Esto que narro me lo contaron mis mayores o "lo leí en libros y libretas en los que los mayores dejaron constancia de la verdad y se esforzaron por mantener la tradición en su pureza" -dicen o parecen decir todos nuestros informantes-. Las incongruencias doctrinales que agobian al investigador -se nos asegura- son obra de la deformación, de las reformas realizadas en Cuba, de la dispersión en que vive el culto y de su mercantilización, o bien de la impericia de "muchos santeros atrevidos e ignorantes", muchos charlatanes y especuladores. "Hoy día quienes se inician en la religión ya quieren saber más que sus padrinos, se lamenta un el babalao Modesto desde la altura de sus ochenta años. Y el santero Remberto declara: "La falta de conocimientos y de reflexión ha contribuido a que la religión se vaya deteriorando. Otras razones del deterioro son el afán de lucro y el deseo de mantener los conocimientos en el misterio para ganarse una aureola de sabiduría y secreto, con fines también lucrativos. A esto puede añadirse que no existe un sentido de unidad en la religión". "Las diferencias que se observan en los patakíes -considera, por su parte, la santera María- se deben a que, según va evolucionando el mundo, así va evolucionando la gente con sus historias de la religión. Según usted vaya caminando, usted oirá varias versiones y ninguna coincidirá con la mía porque lo que yo digo es del tiempo de andilanga, el tiempo de los congos y los lucumises, no del tiempo este que corre."
Basta examinar a vuelo de pájaro un conjunto de patakíes para reparar en los vicios y virtudes de su esencial oralidad. El informante ata y narra historietas aprendidas, por lo general, hace mucho tiempo. Fuerza su memoria, y de sus labios brota un discurso que, con frecuencia, apenas tiene un sentido anecdótico en su vida religiosa, o le sirve como punto de referencia para apuntalar su representación del mundo, de los orichas y de los hombres, y para ejecutar los ritos prescritos. Pocas veces se pregunta si existe un sentido social oculto tras el tejido discursivo. Por su boca hablan los ancestros, pero lo hacen de forma fragmentaria, transfigurada, desgastada y enriquecida a un tiempo. En ocasiones narra un episodio, en ocasiones dos; inicia una historia que habrá de ser completada con la historia que narra otro informante. Y él mismo suele invitar a
completarla.
"Hay una historia en que Oyá asusta a Changó con el carnero -nos dice Modesto-. No recuerdo bien. Cada cual se acuerda só1o de un pedacito de la historia. Ustedes tienen que preguntarle a diversas personas y luego empatar." También de empatar habla Remberto, quien insiste en la necesidad de apropiarse únicamente de lo que tiene lógica: "Yo trato de reflexionar y de encontrar la lógica de las cosas. Así es como me creo mi representación de los orichas. Uno oye distintas cosas y las empata por lógica." De ordinario la información no pasa de ser una sinopsis o se reduce al pasaje que más ha impresionado la imaginación o al que otorga cartas de ciudadanía a un rito u operación mágica. La unidad discursiva se quiebra a menudo y son notorios los espacios en blanco, el desbalance y la falta de armonía formal entre los diversos elementos narrativos. No cabe duda de que el tiempo y la relativa refuncionalización de los patakíes han dejado su huella sobre la memoria histórica.

Así, las indicaciones de orden geográfico, tan importantes y persistentes en los patakíes que hasta el presente se recogen en Nigeria, se van privando progresivamente de sentido para la comunidad religiosa que habita otra geografía, van desapareciendo o son sustituidas por nuevas indicaciones. Deidades pertenecientes a diferentes panteones se entrecruzan con deidades propiamente yorubas. Los protagonistas de antaño son reemplazados por protagonistas de hogaño. Los accidentes de la trama discursiva sufren alteraciones, pierden y adquieren matices diversos. Las narraciones se hacen más cortas, se dividen en varios fragmentos o pasajes y éstos se agencian de una vida independiente o se intercalan de manera más o menos orgánica con fragmentos de otras narraciones. La coherencia interna de los relatos se ve resentida. Esta situación no quita el sueño a los religiosos.
(Continuará.)