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El trono de Obatalá

Obatalá

Transcribamos in extenso la respuesta de Remberto a la pregunta: "¿Cómo usted trató de plasmar su representación de Obatalá en ese trono?"

Traté de hacer una cosa, en primer lugar, bonita; en segundo lugar, fina; y en tercer lugar, apropiada a la jerarquía de él como rey. Y entonces lo concebí cerca de Olofi e hice una especie de sagrario como en el que está guardado el Santísimo en la Iglesia; me conseguí las piezas y le armé el sagrario ese como si fuera la casa, el palacio de él, donde él estuviera.

Los otros tocados, como son las plumas de loro que tiene, ésa es la corona de él, que a la corona de Obatalá siempre se le ponen plumas de loro.

El loro se considera un animal sagrado en África, a tal extremo que, cuando muere, el santero que sea su dueño debe hacerle ituto [una ceremonia mortuoria], igual que si fuera una persona. Hay tres animales que, si un santero los posee, debe hacerle ituto cuando mueren: el pavo real,  la jutía y el loro.

Y entonces, bueno, lo adorné con plumas de loro.

Como la paloma es el símbolo de la paz, y lo que adornaba siempre el palacio de Obatalá y lo que más a él le gustaba eran las palomas blancas, pues le puse palomas blancas.

El sable que tiene, como mi Obatalá es Ayágguna, pues lleva sable; entre mi mujer y yo se lo configuramos, se lo forramos de tela, en caracoles, en cosas plateadas, y se lo pusimos. Y también el bastón, que es su apoyo.

El blanco es imprescindible en Obatalá. Yo le puedo poner cualquier cosa que quiera, pero el blanco debe preponderar sobre todos los colores.

El color rojo de las cortinas se debe a que Obatalá Ayagguna tiene que ver mucho con Changó, y por eso su collar y todas sus cosas llevan matices rojos, por lucimiento, no por otra cosa. En otra ocasión puedes venir aquí y encontrarlo blanco completo, por ejemplo un 24 de septiembre, que es el día de la Virgen de las Mercedes, cuando vienen aquí matrimonios y gente amiga, y entonces se adorna todo, se limpia todo, se le pone blanco, se le pone blanco y rojo, o se le pone rojo todo, como él quiera.

Una vez le hicimos una alfombra bella, de pana roja, y le pusimos los flecos en dorado. Pero cuando le preguntamos: "¿Usted la quiere? Mire qué bonita; se la vamos a poner para adornarlo...", respondió que no la quería, que le dejara esa blanca que ves ahí. Bueno, pues esa blanca.

El blanco será siempre el color preferido de Obatalá, porque simboliza la pureza, la justicia, lo más puro y noble que pueda haber dentro de la religión.  Él no acepta nada oscuro, ni le gusta que haya nada oscuro cerca de él. Lo negro no se lleva bien con Obatalá, ni la suciedad. A Ogún lo puedes tener lleno de cucarachas y no pasa nada. Obatalá es muy pulcro, no se lleva con eso.

También para los hijos de Obatalá el blanco tiene un significado; viene siendo como una purificación en su vida. Mientras más de blanco se vistan, se supone que reciban más acciones puras de la humanidad y ellos pueden dar a la humanidad más acciones puras. El blanco de por sí quita de arriba cosas malas, como en la religión cristiana el símbolo de la cruz quita de arriba todas las cosas malas que puedan llegar, espanta las cosas maléficas.

Ese pórtico, ese sagrario que ves lo pongo ahí porque es lo que le da más vista a eso, le da más símbolo de grandeza, de engrandecimiento, de cosa celeste, no sé... La cruz la pongo porque, además de santero, yo creo mucho en Dios y en los santos principales: uno es el Cristo de Limpias y otro es el Sagrado Corazón de Jesús. La cruz es el rechazo de todo lo malo.

Debajo de la tela está la sopera. Contiene piedras; los caracoles no, porque los caracoles yo los pongo aparte. Tiene cascarilla, ocho piedras... En mi sopera me pusieron ocho, porque así es mi Obatalá de cabecera. El de cabecera quiere decir que es el santo que yo me hice. Si tú tienes que hacer, por ejemplo, Changó o San Lázaro, pues entonces a ti se te ponen cuatro piedrecitas en vez de ocho. Si es Yemayá, siete; si es Ochún, cinco. Sin embargo, la Ochún que yo saqué, que es la mayor, la más vieja de todas las Ochunes, todo lo lleva doble: me pusieron diez piedras, dos manos de caracoles, cincuenta y cinco manillas.

La sopera tiene, además, las piezas de Obatalá, que es una serpiente, una media luna, un sol, un paoyé (el símbolo: una manito con un bastoncito de plata, como el apoyo en la vida de las personas); lleva algodón, abajo, una capita (yo no le pongo algodón a mi Obatalá); lleva dos huevos de cristal, un caballito blanco de marfil, porque el mío monta caballo, es guerrero, un sable; lleva un arco con una flecha, una lanza...

También una serpiente, que indica la astucia; pero también una especie de sumisión, porque en leyendas se dice que la serpiente o la culebra era muy orgullosa en sus cosas, estaba siempre muy erguida; entonces un día se le presentó Olofi por no recuerdo qué motivo, y ella se negó a algo. Entonces Olofi le dice: "¡Ah, pero te niegas a hacerle esto al mundo...! Por tu orgullo, de ahora en adelante te vas a arrastrar." Y se empezó a arrastrar.

El sable que ves allá arriba lo hice yo, de madera y forrado en pana, con caracoles y cuentas.

El bastón me lo regaló un viejito amigo mío. Un día encontró una caña brava con esa forma, cosa muy difícil de ver, porque las cañas son todas tiesas. Él se la tenía puesta a su Obatalá. Dígole. "¡Qué curioso!" Dice: "¿La quieres? Te la voy a regalar." Entonces se la puse a Obatalá. La forramos con cinta, con esas cuentitas de collar y los caracoles que encontré: unos son cauris, otros de cinturita. Y ahí está.

Ese samurai me lo regaló un amigo mío que coleccionaba armas antiguas. Yo no sé de dónde lo sacó, pero es viejísimo. A un japonés que vino aquí hace años le pregunté y me dijo que esa inscripción que tiene es en japonés antiguo, que no es el de ahora. Me dijo que era una espada ceremonial. El estuche es de marfil labrado, con chinos, japoneses, dragones y eso. Y el mango es igual; es la cabeza de un dragón.

El iruke me lo regaló otro viejito, hijo de Changó. Eso es pelo de caballo auténtico, blanco porque es de Obatalá; aunque a cualquier iruke de cualquier santo se le puede poner el pelo blanco también. Todos los santos que son reyes llevan iruke. Es símbolo de poderío, y sirve para limpiarse. Yo lo hago, por ejemplo, cuando tengo síntomas de caer enfermo.

El monito está ahí porque es uno de los animales que tiene Obatalá, porque le gusta, lo entretiene; pero a mí específicamente me salió tener monos, igual que lechuzas; porque el mono yo lo tengo para no ser la burla del mundo, sino que yo me pueda reír del mundo. Me lo mandó a poner Obatalá. Ese momito era de una santera vieja que había aquí, y su sobrina me lo regaló cuando le hicieron ituto.

Ese vasito rojo y blanco se le puso por adorno, no por otra cosa. Igual que el cojín. Claro, con los colores de Ayágguna.

Las maracas se las puso un muchacho que vino, por agradecimiento.

El búcaro es para ponerle flores. Cuando no se le ponen flores, se le pone esa yerba que yo siempre le tengo, que es vencebatallas, una yerba de él. Se le pone un ramo, para que recoja todo lo malo que puede haber en la casa; y se puede bañarse uno con ella.

Ese rosario me lo regaló una venezolana que vino a consultarse; y aquel lo dejó una muchacha ahijada mía. Como era blanco, lo puso ahí, en señal de agradecimiento.

Los collares de mazo que tiene puestos me los hizo un santero que tenía hecho Obatalá igual que yo, que se murió ya, amigo mío.

Esa tarjeta la dejó una ahijada cuando fue a España. Era el programa que tenía para ir a España, pero había dificultades. Se la puso para tener la gracia de él, para que le concediera eso. Se lo concedió.

Hay también corales porque estas son piedras litúrgicas propias del santo. El coral es una piedra de potencialidad, que tiene poderes sobrenaturales, vamos a decir.

La escalera tiene dieciséis peldaños. Me la mandó a poner él para que yo, en vez de bajar, subiera cada vez más, o sea, para que las cosas mías no se quedaran aquí abajo, sino subieran a donde tenían que llegar. Dieciséis porque son los dieciséis caminos que tiene Obatalá.