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Longina: trova congelada, cálidos aplausos

Los integrantes de La Trovuntivitis en la primera noche del Longina 2010. (Foto Carolina Vilches)

Los integrantes de La Trovuntivitis en la primera noche del Longina 2010. (Foto Carolina Vilches)

Desde mediados de semana, coincidiendo con eso que conocemos como un "cambio de tiempo",  las carreteras comenzaron a ver cómo se repetía, siempre en dirección al centro de la Isla, la figura que cualquier pintor criollo podría titular muchacho con guitarra, muchacha con guitarra. Santa Clara convocaba a su acostumbrado Festival Nacional de Trova Longina. Recuerdo haber sido invitada en 2001 para ofrecer un recital y, atendiendo al amable llamado de  los amantes del feeling, haberme dispuesto a acudir a El Mejunje una noche con mucho placer pero envuelta en todas las modalidades de abrigo que había previsto por si acaso. Leía, pues, este año, las características del Festival y, en igual medida, iba deseando que los novísimos trovadores vencieran la acostumbrada imprevisión que caracteriza a las personas de su edad y tuvieran a bien llevarse alguna cosa para forrarse.

Un buen amigo me ha informado que todo estuvo bajo control en lugares cerrados como el Teatro La Caridad, recién estrenado a todo lujo después de un amoroso proceso de remozamiento y, ahora, escenario para unos conciertos cargados de ese público que conoce al dedillo su trova y que se sabe dueño de un bien ganado reconocimiento a Santa Clara como centro generador e impulsor de una de las más espléndidas facetas de la actualidad musical cubana, que mantiene como premisa la dignidad que el arte de los más jóvenes merece.

No sólo desde las demás provincias han acudido trovadores a un evento como pocos donde priman el diálogo y la confrontación sino también, según me cuenta ese padrazo en jefe que tienen las guitarras y sus dueños, que es el poeta Víctor Casaus, se ha sumado al Longina un grupo de argentinos trovadores que, luego de actuar en el Centro Pablo, decidió aprovechar la oportunidad para no perderse ese encuentro.  Pienso que a estas horas, acaso (como quien no quiere las cosas) la Trovuntivitis habrá dicho aquí estoy yo para contagiar a todos con su ejemplar diversidad y con su dinámica manera de demostrar que juntos la cosa será mejor,  aprovechando la noche del jueves para caldear el ambiente de El Mejunje, donde -añade mi amigo villaclareño- hubo trova hasta las 3 de la mañana y, según declaraciones a la prensa, el calor humano venció por completo los rigores del clima.

A estas horas, deben haberse debatido muchas ideas en el Longina, deben haberse trazado unas cuantas coordenadas dirigidas a afianzar lo que hasta el momento nuestra joven trova ha conseguido. Lo cierto es que, cuando revisamos esa robusta (y más que digna en su modestia) discografía que se ha desprendido desde el esfuerzo del Centro Pablo, haciendo honor al joven cuyo nombre, vida, obra y ejemplo le han venido sirviendo de inspiración, nos queda por dentro una dosis de inquietud que no se puede aplacar si no damos algún paso, pequeño o grande, en la medida de nuestras fuerzas, encaminado a reclamar que al menos se incluya en la programación regular de las emisoras radiales o -lo que sería mejor-se incorpore, debidamente codificada, explícita y con toda su razón de ser,  bajo la forma de programas abiertamente dedicados a mostrar esa zona de nuestra vida musical precisamente ahora necesitada de figurar entre las propuestas que merece lanzar al aire, desde los receptores, nuestro lastimado dial. Sería una labor cuidadosa, progresiva, un regalo para el oído sano y una contribución a la voluntad educativa que proclamamos todos los días.

A estas horas, dos de los libros recién editados por el mencionado Centro, deben haberse presentado en los espacios teóricos del evento. Me refiero a La luz, bróder, la luz ,de Joaquín Borges Triana y La primera piedra, de Ariel Díaz, el primero de ellos toda una tesis acerca de lo que su autor codifica como canción cubana contemporánea; el segundo, una compilación de escritos que dan fe acerca de la problemática de la trova cubana actual.

Las audiciones previstas para hoy desde este espacio rinden homenaje al grupo anfitrión del Festival, quienes han elegido, para hacerse reconocer, el llamativo nombre de Trovuntivitis. Ellos componen, tocan instrumentos, cantan a solo, nos regalan preciosos trabajos cantados a varias voces. Su característica principal es ese cariño con que se dedica cada uno a animar la obra del otro; ese disfrute que apreciamos en el disco  donde aparecen las piezas seleccionadas aquí. Fue grabado en vivo en un concierto del espacio A guitarra limpia, del Centro Pablo y tomó por título Todos para uno. Está dedicado a las obras de tres de los integrantes de ese frondoso y dinámico grupo: Yordán Romero, Yaíma Orozco (quien acaba de obtener la beca de creación Sindo Garay que, cada año, concede esa institución) y Michel Portela. Respondiendo al lema elegido por ellos, los tres se entremezclan en la interpretación de las dieciséis obras que incluye el disco, de las cuales hemos seleccionado tres: Nueva melodía, de Yaíma Orozco; Quise, de Michel Portela y El son de Heliodoro, de Yordán Romero.

Para terminar por hoy, no estaría de más avivar la memoria de quienes ya lo sepan o recomendar para su cuidadosa conservación un dato que todos debemos conocer: Longina es el título de una de las obras maestras  que aportó a nuestro cancionero el trovador Manuel Corona, nacido en Caibarién  el 17 de junio de 1880.

Almendares, 8 de enero de 2010

Escuche "Nueva melodía", de Yaíma Orozco

Escuche "Quise", de Michel Portela

Escuche "El son de Heliodoro", de Yordán Romero

Escuche "Entre la luna y yo", de Leonardo García