- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

Volver de un sueño y seguir soñando

La Puerta de Brandeburgo, escenario de importantes eventos históricos, un símbolo de la tumultuosa historia de Alemania y de Europa, y también de la paz y de la integración europea. Foto: Susana Tesoro/Cubadebate

He vuelto a Berlín treinta años después. Todo es tan igual y tan diferente que se me hace difícil cotejar lo que vi con lo que veo. Pudiera ser que el tiempo transcurrido, más los sucesos acaecidos, influyan. Quizás ahora no sé diferenciar los espacios de la Alemania Democrática donde estuve, de la Federal que no visité. Todo muy mezclado en un entorno bello, de color sepia que sigue intimidando mi origen caribeño.

Este es un país organizado, limpio, disciplinado, pero no por decretos ni leyes, es más bien genético. Llevan en la sangre el cuidado, el respeto y la prepotencia (lo digo sin acritud). La gente apenas se mira en la calle, cada cual va a lo suyo, no hay en ese intercambio visual un guiño, una sonrisa, un saludo. Nunca como los cubanos que sonreímos, guiñamos y si nos dan un chance le propinamos una palmadita en el hombro al transeúnte que se nos acerca.

No se escuchan ruidos innecesarios, ni la gente se grita de esquina a esquina. Ni que decir de una musicanga invadiendo avenidas, o vecindarios. Saben escuchar el silencio.

Restaurante vietnamita donde se ofrecen platos tipicos de ese país y algunos de la cocina alemana, con una decoración muy sugerente. Foto: Susana Tesoro/Cubadebate

Me habían advertido acerca de la cantidad de migrantes instalados en Alemania. Me decían que eran muchos, pero no, son lo siguiente. Se notan en parques, tiendas; donde quiera están “luchando”, al estilo europeo. Muchos negocios, cafeterías, restaurantes, Supermercados, Agromercados, son dominados sobre todo por: turcos, vietnamitas, hindúes, que hablan alemán, o inglés, para poder comunicarse en un país donde el idioma nativo es primordial.

La famosa Alexanderplatz sigue siendo la plaza más popular de Berlín. Es un sitio de referencia, por su céntrica ubicación entre el Río Spree y el Palacio Real, tanto por la gran circulación de personas como porque es la mayor plaza de la ciudad. Era un espacio de la Alemania Democrática, venir a Berlín y no visitar la Alexanderplatz, es como ir a La Habana y no pasar por el Capitolio.

Desde allí se observa la gigantesca torre de televisión, la más alta de Europa con sus 368 metros de altura. También está instalado en esa plazoleta, el llamado reloj del mundo, donde se exhibe la hora en las más importantes capitales del planeta. Remueve el orgullo de los cubanos fotografiarse debajo del indicativo que dice: La Habana.

El famoso Reloj del Mundo. Debajo de ciudades como Montreal, Whashington y New York, está la Habana. Foto: Susana Tesoro/Cubadebate

La imagen de ciudad ordenada se ve además en el conjunto de las edificaciones, muchas de piedra y ladrillo y las demás pintadas de tonos grises y ocres. En el centro se alzan altos y anchos inmuebles de oficinas y viviendas. La arquitectura de los edificios de apartamentos, no comulga con la de enormes Castillos, iglesias, y Plazas que atesoran sucesos narrados en clases por nuestros maestros de historia.

La culta e histórica Europa centra en Berlín lugares como la llamada Puerta de Brandeburgo, uno de los monumentos más conocidos de Alemania, de estilo neoclásico construido en el siglo XVIII. Era considerada la puerta de la ciudad con la antesala de un bulevar con tilos que conduce directamente al Palacio Real de los monarcas prusianos. Al norte, una manzana la ocupa el majestuoso edificio del Reichstag, que alberga al Parlamento alemán (Bundestag).

La Puerta de Brandeburgo ha sido escenario de importantes eventos históricos, y en la actualidad es considerada no solo un símbolo de la tumultuosa historia de Alemania y de Europa, sino también de la paz y de la integración europea.

En Berlín, y me atrevo a decir en toda Alemania, no existe esa polución visual de carteles, publicidad comercial, propaganda política y otros que abundan en ciudades de América y el Caribe. Los rótulos que identifican comercios, tiendas, restaurantes, cafeterías y demás, son sobrios tanto en colores y luminosidad como en la propia tipografía de los carteles.

Memorial a los judios asesinados en Europa, sobrecoge un conjunto de tumbas y otras imágenes tremendas. Foto: Susana Tesoro/Cubadebate

En este enero ha comenzado a aparecer propaganda electoral, con la mesura que he comentado. Pequeños carteles con tonos grises, y en ocasiones no muestran la foto del candidato.

La navidad en Europa es un acontecimiento especial e intenso. Los comercios se abarrotan y hasta lo más anodino lleva elementos relacionados con la epifanía. Mucha gente tropezando en las calles comerciales, con jabas, regalos, arbolitos, que hasta llegas a creer que chocarás con Meryl Streep y Robert de Niro en la película Falling in love (o Enamorándose), porque ves personas abrigadas, bien comidas, colmadas de regalos, vaya, que tienen dinero.

Si vuelves caminando, puedes ver lo que vi. Me llamó la atención una pareja con un niño de más o menos 6 años, entrando a un espacio escondido en el jardín de un edificio, la curiosidad me llevó a seguirlos. En ese lugar había ropas, zapatos, carteras, todo colgado en una gran percha. Ellos empezaron a revisar y a tomar de ahí lo que les venía bien. Me impactó ver un refrigerador, estaba conectado, lo abrí, y dentro un conjunto de bandejas selladas con comida a punto de caducar, plátanos demasiados maduros y otros alimentos.

“Jeló” (exactamente así se saluda aquí), le dije al hombre,  le pregunté si hablaba inglés, asintió con: “a little”. Le pregunté qué era ese lugar, y me dijo: “es para gente muy pobre como nosotros, que a veces no tenemos ni para comer”. Miré al niño y se me arrugó el corazón. En apenas unos minutos pasé de “Falling in love” a Chaplin en “El chicuelo”. Son una pareja de profesionales que desde hace 6 meses quedaron sin empleo, y han subido los precios de todo: gas, agua, alquileres, medicinas y alimentos. No digo más.

Es imposible ver los supermercados, los estantes llenos, las ofertas, los avances en el reciclaje, el aprovechamiento de la energía eólica, solar, geotérmica, tantos progresos, y no pensar en Cuba, en no soñar con traspolar todo eso a tu país.

Hace 30 años soñaba con ver en mi isla todo lo que aquí observé, pero, así y todo, los de la Alemania Democrática no estaban satisfechos con eso, quitaron el muro, y descubrieron otra realidad.

He vuelto a Berlín y sigo soñando con que alcancemos esa calidad de vida, con ver en mi país los Supermercados y las farmacias abarrotados de alimentos y medicinas. Sueño con que Cuba pueda comerciar libremente sin la bota americana encima.

Sueño, pero constantemente me niego a la pesadilla de tener esos privilegios condicionados a la ausencia de soberanía, a ser cubanos de segunda clase con relación a quienes nos desprecian y piden que nos invadan; a ceder a conquistas como la educación y la salud gratuitas, aún con todos los defectos que hoy tienen.

Dicen que soñar no cuesta nada, pero si no luchas por ver tu sueño convertido en realidad, tu quimera no tendría sentido. Soñar si cuesta, es alto el precio en este caso. Tuve el privilegio, desde una corta edad, ver el paso del capitalismo, más bien del colonialismo a la Revolución. Puedo afirmar que 1959 fue un año en que los cubanos vieron lo soñado por años, convertido en realidad.

Renunciar a soñar, a creer que existe una luz al final del túnel, y dejar luchar por eso, es el peor enemigo del milagro cubano que tanto deseamos todos.