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La industria azucarera, las cinco vacunas y la diversidad de la gestión

Avanza recuperación de industria azucarera de Villa Clara. Foto: Arelys María Echevarría / ACN

Las condiciones socio-geográficas que los cubanos enfrentamos desde hace siglos nos han conducido a probar diversos intentos de solución para cualquiera de los múltiples problemas que hemos afrontado y seguimos afrontando, desde una monarquía que gobernó a distancia y sin internet durante siglos hasta los huracanes que han ocurrido siempre. La condición de ser un país en una isla pequeña, sin suficientes recursos energéticos minerales, relativamente nuevo en su identidad cultural y demasiado cercano y relacionado con el país más poderoso y rico del mundo han hecho que la historia de los últimos dos siglos y lo que va de este esté llena de “vacas gordas” y “vacas flacas”. Si seguimos flotando en el Caribe es precisamente porque lo probamos todo hasta que encontramos la fórmula adecuada. Así ocurrió con la independencia y también con la Revolución que comenzó en 1959.

Después de uno de esos períodos muy sangrientos y corruptos, cuando los derechos humanos más elementales de los cubanos eran pisoteados, se dieron al fin las condiciones políticas para que como nación consolidada empezáramos a transitar un camino seguro en ese año. Queríamos crear justicia y bienestar para todos y de una vez por todas. Pero tal condición de independencia era incompatible con intereses creados internos y externos que no estuvieron dispuestos a sacrificar sus privilegios. Por ello hemos sido y seguimos castigados con el más brutal cerco económico y financiero que país alguno haya sufrido en la historia. Esto lo ha afectado todo. Ni siquiera pudimos seguir un camino sin perturbaciones para los fines naturalmente progresistas y de justicia social que se propuso la Revolución, porque esta se vio obligada a muchos compromisos y a tomar medidas a veces muy restrictivas para blindarse ante la agresividad de la potencia extranjera y sus sirvientes. Aun así, y por la creatividad y diversidad de nuestro pueblo, pudimos avanzar mucho en las hermosas metas de una sociedad más justa y beneficiosa para todos.

Entre las tantas formas de gestionar que se fueron entronizando en este largo proceso de cerco externo y supervivencia apareció la de concentrar esfuerzos y recursos para conseguir objetivos. Para muchos, los principales éxitos de la Revolución Cubana han sido sus sistemas nacionales de salud y educación universales y gratuitos, y la seguridad social, también universal y al alcance de todos. Ninguno de estos incuestionables logros podía alcanzarse sin una gestión organizacional unitaria, centralizada y concertada, de naturaleza social.

Sin embargo, la aplicación de este principio tan válido puede ser efectiva para algunos sistemas de la sociedad y no para otros. El caso de nuestra industria azucarera puede ser un claro ejemplo. Reducir administrativamente un central azucarero a una simple unidad empresarial de base no lo hizo mucho más independiente que una pizzería municipal. Los ingenios, el transporte ferroviario y autónomo, los talleres, los sistemas de dirección y manutención de la fuerza de trabajo, así como el cultivo y la recolección de la caña quedaron a las órdenes de una empresa provincial organizada por límites territoriales políticos y no cañeros. Todo pertenecía además a un único conglomerado nacional, que suele aparecer o confundirse con un ministerio de gobierno, lo que le ha dado carácter político a un sistema que debe ser eminentemente empresarial.

Lamentablemente, lo que aparecía como un esquema con elegante verticalidad no fue una fórmula de éxito, pues los problemas organizacionales y de liderazgos gerenciales y tecnológicos en las tan diversas bases se reflejaron negativamente en la actividad productiva. Nuestra industria cañera declina desde hace décadas en una caída libre que todos esperamos que alcance una inflexión en el menor plazo posible, porque la tierra y el clima siguen esperando por ella.

Afortunadamente, ya esta zafra comienza con otra estructura bastante diferente, diversa y descentralizada. Su éxito será más fácil pero los hombres que gestionan y hacen se deberán colocar ahora mucho más a la altura de sus responsabilidades.

Los científicos solemos estar muy impregnados y conscientes de algunas leyes de la naturaleza. La debida combinación de la unidad y la diversidad, esa que Martí admirara en el universo, gobierna los procesos de forma muy hermosa y coherente. El fenómeno de la vida se mantiene en este mundo a pesar de varios cataclismos y extinciones masivas en los últimos 3700 millones de años. Esto ha sido tanto por la auto estabilidad energética de los sistemas que la componen, que se parece al cumplimiento de la primera ley de la Termodinámica, como también por la diversidad de sus formas, que superviven mejor en la medida en la que se adaptan a su entorno, lo que se parece al cumplimiento de la segunda ley.

En el caso de nuestra conducción de la crisis de la pandemia COVID 19 estamos siendo testigos ahora mismo de que la política de una diversidad debidamente modulada y combinada con la regulación central, conduce a éxitos que de otra forma no hubieran podido obtenerse. Nadie duda que la conducción unitaria y central del país en el enfrentamiento ha sido decisiva. Nadie duda tampoco que el desarrollo de cinco candidatos vacunales por dos organizaciones diferentes en paralelo, cooperando y también compitiendo adecuadamente, está siendo la clave del triunfo definitivo. 14649 cubanos más estarían muertos a 10 de octubre de 2021 si nuestro sistema para curarlos de COVID 19 fuera del promedio mundial. Nuestro imbatible éxito de tener y mantener ahora mismo una de las tasas de letalidad más bajas y de vacunación más altas del mundo está soportado por una política organizacional central y también diversa, donde nada ha predominado sobre algo por otra razón que no fuera el éxito comprobado.

¿Cuántas gerencias de toda la vida socioeconómica de nuestro país requieren de un enfoque similar? Lo que sí parece claro es que la noción de que solo se alcanza eficiencia centralizando y uniformando, concentrando producciones o servicios en un solo ente, no es una fórmula de éxito seguro, al menos en la vida civil.

Las trascendentales medidas económicas que se han venido tomando en los últimos meses conducen también a la regularización del sector privado de la economía cubana que ya debe estar superando ser su tercera parte en términos de empleo. Esto hace que el componente mayoritario en propiedad de todo el pueblo tenga que adoptar formas de gestión que deben ser competitivas y quizás diametralmente diferentes a las que se podían concebir cuando se trataba de casi toda la economía en manos del estado, no hace tanto tiempo.

La concepción de un ministerio, que es una organización reguladora gubernamental por definición, gestionando una actividad empresarial de forma abarcadora y vertical en todo el país no puede ser viable con vistas al futuro. Se afectaría negativamente tanto su actividad de ministerio como de empresa. La existencia de organizaciones superiores de dirección empresarial únicas y nacionales por actividades puede ser muy favorable para la colaboración, pero afecta fatalmente la competitividad y la iniciativa en las bases y localidades. La existencia de obligadas estructuras administrativas intermedias para sostener estas centralizaciones irremediablemente hace que se generen regulaciones y procedimientos que la burocracia necesita para mantenerse, crecer y multiplicarse.

Ahora la competencia se va a expresar como un componente que puede ser inconveniente como elemento dominante, pero cabe poca duda de que es deseable como elemento propulsor. La empresa y el capital de todo el pueblo no pueden quedar desfavorecidos en este nuevo escenario manteniendo estructuras y esquemas de gestión que se hacen obsoletos. Es preciso cambiarlo todo y con ello las formas de selección y evaluación de los cuadros que son servidores públicos que gestionan los recursos de todos nosotros. El reto es muy grande, pero tenemos que afrontarlo para que sea todo el pueblo de Cuba el que se beneficie y no solo unos pocos, que sería el caso de un fracaso que nos condujera de nuevo al capitalismo brutal.