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El lema de su vida como galeno ha sido servir a la patria cubana

Imagen del prólogo escrito por Eusebio Leal a la autobiografía del doctor Rodrigo Álvarez Cambras.

¿Cómo resumir en letras lo que no cabe en ellas? En momentos cruciales de su existencia, José Martí expresaba esa preocupación en su epistolario memorable. Ahora me embarga un sentimiento semejante al leer esta obra del profesor doctor Rodrigo Álvarez Cambras. Bajo el título Tal como lo viví, lo cuento, aquí se testimonia una época de ardorosa creación, en la cual se inserta la del propio autor, reconocido cirujano ortopédico a nivel internacional.

A su carácter voluntarioso y vocación genuina por la medicina, se aunó su compromiso con la esperanza de lograr una Cuba mejor gracias al  alumbramiento de una revolución profunda y transformadora. Su disciplina y consagración lo distinguirán cuando, al desempeñarse como joven médico rural, vista de ropa gris en profunda y clara identificación con los más pobres y olvidados.

Esa facultad de entrega se pondrá de manifiesto durante su participación en las
misiones internacionalistas en el continente africano. Álvarez Cambras contribuyó a esa misión histórica, cuya trascendencia es haber borrado todo vestigio de colonialismo en el mundo, tal y como lo quiso Ernesto Che Guevara. Asimismo, se cumplía una deuda de gratitud con los millones de esclavos negros que contribuyeron a la forja de la nación cubana como una mezcla de sangres y culturas.

Siguiendo la estela dejada por el insigne Joaquín Albarrán en París, cuna mundial de la medicina durante el siglo XIX, allá irá Ávarez Cambras a perfeccionar sus estudios de ortopedia por mandato expreso del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz. A su regreso, asumirá la dirección del Hospital Ortopédico Frank País. Desde allí, inmerso en su cubículo, donde atesora diplomas, condecoraciones y reconocimientos, aportó sus conocimientos al desarrollo de la ortopedia y la traumatología en Cuba.

Personalidades relevantes de distintas latitudes del planeta reclamaron su juicio
y hábil mano de cirujano en momentos de angustia e incertidumbre. A ellos también brindó el trato psicológico indispensable para lograr el restablecimiento después de las intervenciones quirúrgicas. Capítulo aparte merece la atención al ilustre general peruano Juan Velasco Alvarado, momento en que conocí a Rodrigo y, desde entonces, me ha honrado con su amistad.

En medio de las esperanzas extendidas por lograr el triunfo inequívoco de la justicia social, de cuya utopía posible eran Fidel y Cuba un referente perenne, correspondió a Álvarez Cambras cumplir la tarea de trasladarse al lejano mundo árabe, y brindar allí toda su experiencia como médico y revolucionario. De ahí su designación para presidir la Asociación de Amistad Cubano Árabe (AACA) en coordinación con el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP). Cuidó con esmero a los heridos en la guerra de Afganistán, entre otras misiones de alta responsabilidad.

El deporte cubano en el período revolucionario no puede escribirse sin su nombre. Ha salvado la carrera de centenares de atletas lesionados, entre ellos varios campeones olímpicos, ofreciéndoles el justo remedio para sus dolencias. Teniendo él mismo alma de atleta, el lema de su vida como galeno ha sido servir a la patria cubana con sentimiento de gratitud, más allá de cualquier ofrecimiento o encumbramiento.

El doctor Rodrigo Álvarez Cambras ha honrado las ciencias médicas y su nombre prevalecerá junto a los grandes galenos de Cuba en todos los tiempos. Sin embargo, solo gracias a la Revolución, bajo el liderazgo de Fidel, su amigo entrañable, los servicios médicos más avanzados se convirtieron en un derecho de todos los cubanos y se extendieron a otros pueblos hermanos. En ese resplandeciente contexto, nuestro hombre ha podido escribir simple y sencillamente como título de sus memorias: ¡Tal como lo viví!