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El retiro de un jefe, selecciones candidatas y un año jugando a la contra

Mascherano anunció hace algunos días su retiro del fútbol a los 36 años y a algunos se nos ha encendido el bombillo de la nostalgia. Foto: FC Barcelona

Javier Mascherano no tiene mejor definición que la del clásico jugador que nunca quieres tener en contra. Lidera, mete la pierna dura, ordena a su equipo, impone respeto… y aunque no hace goles, salva decenas por temporada. Nació en la Argentina, donde también cultivó el fútbol a sus —probablemente— dos máximos exponentes en la cancha: Maradona y Messi. Allí, mientras la gente toma mate y baila al ritmo de tangos, también crecen futbolistas superiores como el Jefecito, por años un  referente de algunos de los principales clubes del mundo.

Y se preguntarán muchos qué tiene de importante un tipo que jugaba de contención y readaptaron algunos entrenadores a la posición central de la zaga, si nunca dejó una finta elegante ni esos caños que levantan gradas. Pero hay asuntos esenciales que, diría un genio literario, son invisibles a los ojos. Como hacer el mal llamado “trabajo sucio”, por ejemplo.

Mascherano anunció hace algunos días su retiro del fútbol a los 36 años y a algunos se nos ha encendido el bombillo de la nostalgia, aunque ya no le viéramos cada fin de semana ni brillara en los campos más importantes del mundo. En Alfield o el Camp Nou sabrán rendirle homenajes. El argentino, un caballero en todo momento y un seguro de vida para cada equipo que defendió, lo merece de sobra.

Italia, un grande que vuelve

Italia tiene algo que otras selecciones casi nunca han podido conseguir. Ahora, que hilvana más de 20 partidos sin saborear el amargo sabor de la derrota, puede ufanarse de ser un equipo construido sin grandes nombres. Y lo digo, desde luego, porque no tiene un jugador “estrella”, uno de esos astros que adornan las listas de los mejores del mundo. La Azzurra no los necesita porque precisamente su principal fortaleza radica en el conjunto.

Me permito citar únicamente un nombre: Roberto Mancini. Pocos confiaron (entre quienes me incluyo), cuando le anunciaron para asumir las riendas del conjunto transalpino tras la debacle de 2017, cuando la histórica tetracampeona mundial quedó fuera de la cita universal de Rusia 2018 al caer en la repesca contra Suecia. De aquella generación mal llevada por Giampiero Ventura y condenada a una mediocridad impropia de escuadras italianas, apenas quedan las cenizas.

En estos días, mientras el virus FIFA castiga a clubes como el Liverpool, cuya defensa está absolutamente en la enfermería, algunas selecciones envían también señas de optimismo de cara a la Eurocopa del año entrante, cuyo sorteo fue efectuado esta semana. Menciones aparte merecen dos grandes, Inglaterra y España, cuya irregularidad tanto en las convocatorias como en sus esquemas, a veces erróneos (aburre ya la línea de tres atrás de los ingleses), les atribuye un cariz preocupante.

En la Roja, si bien Luis Enrique intenta aprovechar los estados de forma favorables de varios jugadores, deberían pensar en consolidar una base que pueda caminar junta hasta la Euro sin las constantes transformaciones e improvisaciones que atentan contra la dinámica grupal. Por otra parte, el panorama de cara al certamen continental se torna complicadísimo, con los actuales campeones mundiales y europeos, Francia y Portugal, enviando serios mensajes de sus intenciones de volver a coronarse.

Un año a la contra

Las últimas líneas de esta columna las escribiré en primera persona, pues serán en forma de agradecimiento a todos los lectores que semana tras semana llegan hasta este espacio e incluso ofrecen sus criterios en el cajón de comentarios. Al Contragolpe llega a un año en esta plataforma digital y parece que fue ayer cuando empezamos con esta serie de crónicas y comentarios cuyo único objetivo es ofrecer un vistazo al deporte que amamos. Nuestra aventura apenas comienza.

La frase:

“Yo no dependí de Maradona, Maradona dependió de mí“. (Carlos Bilardo)