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Gigantes enfermos

En su conciencia, Zidane guarda la tranquilidad de trabajar con una plantilla sin refuerzos y que carece de mucho de los jugadores que él ha solicitado a la cúpula blanca. Foto: Goal.

Probablemente Zinedine Zidane sepa cuál pastilla recetarle al enfermizo Real Madrid de la actual temporada, porque si de algo puede ufanarse el entrenador francés es de su condición de erudito del fútbol del siglo XXI y, por más que digan y digan, los conocimientos adquiridos durante años dentro del terreno no los pierde un jugador de su alcurnia así como así. Pero ahora mismo, en octubre de 2020, al técnico merengue le llueven las críticas muy fundadas sobre su gestión.

El Madrid no convence a ninguno de los millones de televidentes que cada semana le siguen, y si alguien dice lo contrario, lo hace presa del fanatismo o miente. El Madrid, de hecho, no se convence ni así mismo. Aburre en su juego predecible y si el sábado fue incapaz de vencer al Cádiz —club con un sólido proyecto, sí, pero aspirante a la permanencia y poco más—, poco se puede esperar este año aparte del remozamiento del Bernabéu, que no es un título, pero sí una alegría para Florentino Pérez y demás directivos.

Precisamente el presidente encabeza la lista de señalados en días como los últimos, en los cuales ha llegado la Liga a Valdebebas, ora por su sorprendente e inhabitual fobia al mercado de fichajes, al cual decidió no acudir, ora por su complacencia ante resultados que nada se corresponden con un club de la talla del Real Madrid, ora por la imagen marchita de un equipo al cual ya los rivales no le temen como antes.

Y en todo esto, de cierta forma, puede decir Zidane que tiene las manos atadas; en su conciencia guarda la tranquilidad de trabajar con una plantilla sin refuerzos y que carece de mucho de los jugadores que él ha solicitado a la cúpula blanca. Sin embargo, quien ve y soporta los 90 minutos soporíferos como los del sábado ante el Cádiz de Cervera, termina con la certeza de que también hay un problema de trabajo y, por ende, un problema de entrenador.

Aunque algunas de las figuras consagradas no estén a tope físicamente o ya hayan visto pasar sus mejores años (Marcelo, por ejemplo), adquirir un estilo más propositivo ante equipos inferiores, con ideas en situaciones ofensivas y versatilidad y solidez táctica, no debería ser una aspiración lejana para el club más ganador de toda Europa. Si sucede como el año anterior y enderezan el rumbo, la endeblez actual podría ser incluso anecdótica; de lo contrario, lo más interesante será evaluar el verdadero alcance de la paciencia de Florentino.

En la acera del frente, en Barcelona, las cosas tampoco marchan bien. El fin de semana, en el Coliseum, el guerrero Getafe de Bordalás dejó en evidencia una buena parte de las falencias del equipo azulgrana, que de todas maneras luce mejor tácticamente (mérito de Koeman, seguramente), con rostros jóvenes que le ofrecen un cariz más refrescante y hacen pensar por momentos en una renovación necesaria tanto de figuras como de estilo, aunque sicológicamente sigue resultando un conjunto frágil.

En Getafe, el triunfo azulón fue justo. Luego aparecieron los cientos de haters de turno para lanzar piedras sobre el techo del modesto equipo madrileño, cuyo estilo áspero y fuerte provoca las ronchas de los puristas del fútbol “estético” que prioriza la tenencia de la pelota y aborrece otras variantes tácticas que, valga aclararlo, buscan los técnicos para equiparar en el campo las notables diferencias presupuestarias entre los clubes.

Por si fuera poco, las esquirlas del virus FIFA alcanzaron también para golpear al Sevilla de Lopetegui y apretar un buen número de equipos de la Liga en los puestos cimeros, lo cual hace presagiar nuevamente un certamen parejo en el cual Real Madrid y Barcelona seguirán siendo gigantes, pero sin la fortaleza de hace un lustro atrás. La oportunidad es idónea para el Atlético del Cholo… ¿será?

La frase:

Alemania influye más por sus jugadores que por sus futbolistas.

(Ralf Rangnick)