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Estados Unidos, dos tuercas y una rosca

Las últimas declaraciones del presidente, siempre ambivalentes al poner en duda si aceptará una derrota, fue la gota que faltaba en un pantano resbaloso y maloliente.

Cosa rara una votación inánime en cualquiera de las dos cámaras legislativas norteamericanas. Pero acaba de ocurrir, haciendo posible acciones de voluntad conjunta entre republicanos y demócratas con un mismo contenido y una sola dirección. Eso anticipa una resolución del senado revalidando “su apoyo a una transición pacífica del poder”. Dentro del sobresaturado ámbito electoral estadunidense el suceso resalta como uno de los alertas con mayor peso emitidos por un nivel de decisiones que hasta el momento protegió por mayoría a Donald Trump.

El propio mandatario, con sus excesos y bufonadas, promueve rechazos. Acompañarlo en sus intentos de mantenerse en el cargo, aunque pierda el 3 de noviembre, compromete de modo muy serio la credibilidad de la formación política predominante en cargos activos y diputados.

Las últimas declaraciones del presidente, siempre ambivalentes al poner en duda si aceptará una derrota, fue la gota que faltaba en un pantano resbaloso y maloliente.

“Estamos en momentos difíciles, y que el presidente aborde el tema de colocarse hasta por encima nuestros controles” no tiene antecesores y debe ser atajado. El criterio pertenece a Joe Manchin, demócrata, quien presentó  el texto certificado por todos los congresistas sin una sola excepción. Aludió, asimismo, al tono autocrático del presidente, sugerido o repetido en definitiva, provocando alarma en los dos bandos, incluso entre quienes no lo dicen, pero igual sienten temor.

Esos miedos no son abstractos. Tienen base y se vienen advirtiendo por diferentes vías y pensadores viendo crecer la osadía de fuerzas paramilitares aupadas por Trump con su retórica mendaz y despampanante, llegando a extremos como calificar de comunistas a la otra cara de la moneda nacional  en esencia indivisa. No es un secreto.

Los dramas no suelen ser divertidos y este menos. Alrededor de 200 huestes irregulares conformadas por civiles y ex militares, se apertrechan y salen de sus escondites animados por Trump. Hace rato no temen mostrar sus preferencias y se suman a la policía para sofrenar las protestas recientes, o la emprenden por su cuenta. Igual en las marchas contra el confinamiento por el coronavirus, o en pautas referidas al derecho auto concedido de sustituir las estructuras del orden. Todo ello está excitado  por Trump de manera –se me permitirá repetirlo- muy irresponsable.

La prescripción emitida por el senado, es lamentable, no implica un obligado cumplimiento, pero evidencia el raramente compartido rechazo a vulnerar la Constitución y, al propio tiempo, lo peligroso de proseguir alimentando a sectores fanáticos con armas de asalto cuando no es simple teoría presumir que quien las posee desea usarlas. En la praxis se ha visto a través de la violencia introducida en la oleada de protestas socio-raciales, respondiendo a las sugerencias del magnate.

Ante el amplio espectro de personajes refiriéndose a un posible trastorno en la sucesión  y hasta de una guerra civil, cabe tomar en serio esos recelos.

Los procura la actitud deTrump:“Tengo que ver. Miren... tengo que ver”, declaró Trump en el programa “Fox News Sunday”. “No, no voy a decir simplemente que sí. No voy a decir que no”.O “Deshazte de las papeletas (votos por correo, que estigmatiza) y tendrás una muy tranquila-no habrá transferencia, francamente. Habrá una continuación”. “Las papeletas están fuera de control. ¿Lo sabes y los demócratas lo saben mejor que nadie”.

Lo insolente de esas ¿insinuaciones o aseveraciones? se cimentan con el apoyo que recibe de  los supremacistas blancos, grupos en infortunada convergencia con sectas y embaucadores superlativos como los de QAnon, capaces de balandronadas y falacias inimaginables para darle soporte a Donald y alimento a las cuadrillas ultraconservadoras.

Al Gore, vicepresidente bajo Willian Clinton, declaró ante los micrófonos de la Fox News que los militares  expulsarían a Trump de la Casa Blanca si pierde y él no abandona el cargo en enero de 2021. Joe Biden, por su lado y en otro momento, coincidió con la formulación de quien en  el 2000 sufrió un percance de cuya legitimad todavía se duda por el controvertido litigio experimentado en el recuento de votos en la Florida, cuando el alboroto concluyó con un fallo de la Corte Suprema, otorgando 5 votos en favor de George W. Bush y 4 para Gore.

Biden coincidió en que los militares sacarían a Trump de la Casa Blanca, si ocurre una anomalía. La incertidumbre fue despejada por el  general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto, quien ante el congreso dijo que el Pentágono se atiene a su asignado carácter de apoliticidad.Si hay disputa, recordó, son los tribunales federales y el Congreso los capacitados para dilucidarla. Pese a negar una incierta intervención de las fuerzas armadas, se recuerda que Milley participó junto con el ex secretario de defensa James Mattis, de un diálogo con la revista ‎‎The Atlantic, donde este último criticó al presidente, impugnando su decisión de usar tropas para contener las manifestaciones populares.

Olivia Troye, adjunta al equipo del incondicional vice Mike Pence, aseguró,en declaraciones a la CNN, estar temerosa pues durante su etapa en las esferas de gobierno, “(…) tuve conversaciones a puerta cerrada con personal de la Casa Blanca y otros funcionarios, incluidos miembros de la comunidad de inteligencia, y, en verdad, discutimos, ¿qué pasará si pierde (Trump) y se niega a irse?”.

Mitch McConnell, líder de la mayoría del Senado y figura hasta ahora proclive a defender a Trump o no dar criterio sobre las controversiales salidas de tono típicas del jefe de estado, escribió en su cuenta de Twitter: “El ganador de las elecciones del 3 de noviembre será investido el 20 de enero. Habrá una transición ordenada, tal como la hubo cada cuatro años desde 1792”. Fue  un inconfundible aludido a lo aprobado en la Cámara Alta. Sus cercanos confirmaron la posición del conocido político, aseverando que los propios republicanos se enfrentarían a Trump si este pierde las elecciones y decidiera quedarse en la Sala Oval.

Que las reacciones adversas a la contingencia de infringir las reglas sean bipartidistas no implica que exista garantías sobre un hipotético fracaso de Trump en los cercanos comicios. Tiene seguidores y trata de hacerse con más. Por esos días intensifica su empeño de entregar otro cheque de ayuda a los afectados por la pandemia y lo emprende como si el dinero saliera de su bolsillo y no fuera una especie de reintegro de los impuestos ciudadanos.

Tampoco alude a que es el Congreso quien debe aprobarlo y que él propone dedicar 1.5 billones de dólares rápido, para influir en los comicios, mientras los demócratas apuestan por un paquete de estímulo ascendente a 2.2 billones.En medio de ese litigio aparecen denuncias, referidas a que su administración permitió que el Pentágono usara parte de los  fondos aprobados para frenar la amplificación de la enfermedad. El diario Washington Post publicó datos revelandola compra de recursos bélicos, y el traspaso a manos de empresas privadas, por esa vía, de “centenares de millones de dólares previstos para equipamiento y atenciones sanitarias”.

Algunas conjeturas, como las manejadas por el Transition Integrity Project (TIP) son escalofriantes pero atendibles. Ese conclave, conformado por unos 100 personajes de los dos partidos y con experiencias diversas, aventuran que si Trump no tiene el añorado éxito y se viera presionado para abandonar el primer puesto del país, en el lapso entre noviembre y enero estaría en capacidad de favorecer, subrepticiamente, asuntos referidos a sus negocios (con fondos estatales), o de orden político (develar documentos comprometedores para altas figuras nativas o extranjeras, quizás usarlos como moneda de cambio) y, de similar forma, emprender pactos comerciales o de otro tipo nada fáciles de deshacer por quien gane.

Las recomendaciones emitidas por el TIP “para evitar una crisis”, arguyen que las elecciones estarán marcadas por un panorama político y legal caótico. “También evaluamos que es probable que el presidente Trump impugne el resultado por medios legales y extralegales, en un intento por aferrarse poder. Los acontecimientos recientes, incluida la propia falta de voluntad del presidente para comprometerse a cumplir con los resultados de la elección, la aceptación por parte del Fiscal General de las infundadas afirmaciones de fraude electoral del presidente y el despliegue sin precedentes de agentes federales para sofocar las protestas, subrayan los extremos a los que puede llegar Trump” propiciando un conflicto violento.

Las elecciones de este tipo en Estados Unidos siempre fueron agitadas, pero no al extremo de estas ni con una proyección tan alarmante. En medio, subyace la COVID-19, los 7 millones de contagiados y las más de 200 mil muertes de estadounidenses que a escala de pugna por el poder, casi no aparecen, pero son parte de una crisis múltiple con acento político-moral ineludible y difícilmente reparable.