Caricatura: Adán Iglesias.
El 21 de febrero de 1945 uno de los barcos insignia de la Marina USA, el portaaviones USS Bismarck Sea, fue hundido por dos aviones kamikazes japoneses, cerca de la isla japonesa Iwo Jima, en el mar de Filipinas.
Ahora es el portaaviones Theodore Roosevelt, tres veces más grande, que ha quedado, momentaneamente fuera de combate, impotente, anclado en la isla Guam, por contagios del nuevo coronavirus. Este monstruo de la guerra ha sido parte de la parafernalia militar con la que Estados Unidos ha pretendido amenazar a China.
Su capitán denunció hace unos días la situacion sanitaria de varios marineros, y su imposibilidad de aislarlos del resto de los 4000 efectivos que lleva el barco.
El no callar le costó el retiro del mando. En hora buena, pues él también estaba infectado y no lo sabía.
No se sabe aún en donde serán evacuados unos 3600 marinos, pues 400 deben permanecer a bordo para atender el reactor nuclear y demas mantenimientos necesarios.
En Guam no hay espacio ni condiciones. La isla es un enclave estratégico militar, de donde partió el avión con la bomba atómica que destruyó a Nagasaki, hace 72 años. Tampoco se sabe cuánto tiempo llevará la desinfección de semejante espacio, con todos sus rincones.
Hace un poquitico más de 75 años que el poderoso USS Bismarck Sea fue hundido, pereciendo 381 marinos. Desde el fondo del mar, a tan solo 1300 kilómetros de distancia, observan a Roosevelt.
El Bismarck trató de defenderse con sus cañones.Hoy, la poderosa maquinaria de guerra, invasión y terror estadounidense se ha quedado casi sin saber responder. Cruel ironía de la vida. O castigo de Dios, por sus millones de crímenes, dirían mis padres.