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La COVID-19 y un mundo falto de estadistas

La humanidad está enfrentada a su mayor desafío global en el último medio siglo. Es una enorme crisis sanitaria causada por un agresivo virus; pero es también una crisis de dimensiones políticas, económicas, sociales y de valores de enormes consecuencias.

Tal desafío, en un mundo tan interconectado, requeriría de estadistas verdaderos capaces de encontrar respuestas audaces y globales. Pero, lamentablemente, esos líderes escasean en estos tiempos.

Estados Unidos, la mayor potencia actual, tiene “el peor presidente de la historia”, a decir de un artículo publicado por The Washington Post. Donald Trump ha sido un fiasco frente a la pandemia. Subestimó el peligro de la enfermedad para su país y el mundo; la tildó de una “simple gripe”, a pesar de alertas del Pentágono y de la comunidad de inteligencia, y se dedicó a jugar golf y tuitear frenéticamente contra los candidatos demócratas a la presidencia y los medios de comunicación.

Washington perdió semanas valiosas para prepararse ante el avance de la enfermedad desde Asia al resto del mundo. Hoy, ese país es el epicentro de la pandemia con el mayor número de infectados y muertos.

Trump ha actuado más como un candidato a la reelección que como Presidente. Sus erráticos pronunciamientos, sus enfrentamientos con diversos gobernadores y sus intentos de culpar a los demócratas, a los chinos y hasta al mismísimo Barack Obama del presente desastre, reflejan la pobreza de su liderazgo.

Pero no sólo la Casa Blanca no ha podido conducir el enfrentamiento interno a la pandemia, sino que no ha ejercido el liderazgo mundial que se pudiera esperar de la mayor potencia económica y militar del planeta. Por el contrario, Trump ha optado por enfrentarse a China culpándola de esta situación, se ha liado también a invectivas contra la Organización Mundial de la Salud y amenazado con retirar los fondos que entrega a esa instancia internacional, ha secuestrado a golpe de billetes en aeropuertos chinos cargamentos de mascarillas que habían sido vendidos a Francia o en Tailandia unas 200 mil previamente encargadas por Alemania, ha confiscado ventiladores y otros equipos e insumos médicos que iban hacia su vecino y aliado Canadá y mantiene criminales bloqueos contra Cuba, Venezuela e Irán.

Poco mejor lo han hecho los líderes europeos: enfrentados, divididos, poco cooperativos unos con otros. Mientras Italia y España casi morían de COVID, Alemania, Holanda y otras naciones ponían uno y otro obstáculo a la ayuda financiera necesaria parar enfrentar la terrible situación sanitaria, económica, laboral y financiera.

Sólo el pasado jueves, las autoridades europeas pudieron llegar a un acuerdo sesgado de apoyo a los estados miembros para enfrentar los impactos que va dejando la pandemia. La Unión de los 27 sigue sufriendo quebraduras que van más allá de la estampida británica del Brexit.

Se recogen los frutos trágicos de años de austeridad, recortes y políticas neoliberales que desarticularon los sistemas de salud y allanaron el camino a esta tragedia. A lo que se suma la rebatiña de equipos médicos entre países europeos, la falta de apoyo a Italia por parte del resto de Europa cuando aquel país se hundía entre enfermos y muertos, las presiones de empresarios que ponen por delante sus negocios ante la vida de sus trabajadores.

La Unión Europea y sus instituciones han quedado muy mal paradas ante la pandemia. El presidente del Consejo Europeo no tiene siquiera un equipo de médicos para enviar a la Lombardía; tampoco cuentan con hospitales de campaña ni reservas de mascarillas o respiradores para enviar como ayuda a un país miembro. Sin embargo, si hay armas y drones para la suerequipada policía de la frontera y fondos siempre listos para salir al rescate de los grandes bancos y empresas.

En América Latina y el Caribe se añoran los tiempos de fortaleza de la CELAC y UNASUR. No se ha podido lograr una estrategia regional concertada para enfrentar el desafío global de la enfermedad. Cada país ha asumido sus propias estrategias sin mucha solidaridad entre naciones hermanas. Ecuador vive una tragedia espantosa como resultado de un fallido ejercicio de Gobierno. Brasil se encabrita socialmente con un presidente inaudito que lejos de llamar a la responsabilidad se pasea festinadamente por las calles de Brasilia incitando al libre albedrío ante el peligro.

La región extraña los años que juntaron a Fidel, Raúl, Chávez, Lula, Néstor y otros dirigentes de más amplias miras en esta región.

Cuba -agredida y bloqueada-, enfrentada ella misma a la enfermedad en sus fronteras, no ha dudado en salir a ayudar a otras naciones del mundo, en América, Europa, Medio Oriente y África con decenas de brigadas de profesionales de la salud bien formados y altamente comprometidos con los destinos de los seres humanos.

También Rusia y China se han erigido en líderes de la cooperación internacional en estos difíciles tiempos. Mientras el gobierno de Estados Unidos y su presidente no pasan de prometer recursos millonarios que no llegan, y al mismo tiempo de desacreditar a China, la potencia asiática ha enviado productos e insumos y equipos de expertos médicos a decenas de países del mundo. Según cifras preliminares publicadas en medios chinos, hasta el momento 178 vuelos charter con 100 equipos de expertos médicos y más de 2636 toneladas de suministros médicos a más de 40 países del mundo, incluido los propios Estados Unidos, Reino Unido e Italia, por solo mencionar algunos.

Así lo ha hecho también Rusia, enviando ayuda hasta el mismísimo imperio estadounidense y poniendo médicos y equipos en la golpeada región italiana de Lombardía.

El desafío que la humanidad enfrenta es colosal. No valen aquí ni el “individualismo” salvador, ni la “mano prodigiosa del mercado”, ni las fórmulas nacionalistas y patrioteras. Para salir de esta amenaza el único camino es el de la cooperación y la solidaridad. “Este no es un momento para la indiferencia, porque todo el mundo está sufriendo y necesita estar unido para enfrentar la pandemia”, dijo el Papa Francisco este domingo durante su discurso, conocido como “Urbi et Orbi”.

"No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas"-afirmó.

Lamentable que falten estadistas que comprendan y practiquen esos preceptos. Se necesita un orden global enteramente nuevo y más justo.

(Publicado originalmente en Al Mayadeen)