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La esperanza es azulona

Si un equipo provoca vértigo en las gradas visitantes, amenaza y casi siempre termina provocando la frustración del contrario, ese es el Getafe de José Bordalás. Foto: Marca.

Anda puntas de pies, como quien intenta ir sin levantar suspicacias, huyendo del ruido y el eco estrafalario del éxito. Va lento y a la vez entierra con fuerza la suela de sus tacos. Deja huellas en el césped. Si un equipo provoca vértigo en las gradas visitantes, amenaza y casi siempre termina provocando la frustración del contrario, ese es el Getafe de José Bordalás. Su arma radica en creer. Siempre creer.

Parece un lema de Simeone, el polémico entrenador del Atlético, pero la savia del juego azulón consiste precisamente en la capacidad de su técnico de convencer. Sobre la grama, los jugadores del Getafe corren siempre varios kilómetros más que sus oponentes. Se dejan la vida. Tácticamente, han trabajado tanto su idea que ahora mismo pocos equipos resultan tan reconocibles. Bordalás ha comprendido a la perfección la teoría de que los mejores bloques se construyen de atrás hacia adelante; pero no solo eso: la concreción de sus planteamientos roza la perfección.

Pocos recuerdan que el técnico alicantino llegó al sur de Madrid cuando el conjunto azulón arrastraba su fútbol por el lodo de la Segunda División. Por aquel entonces, el fantasma de un descenso a Segunda B sacudía la cautela de tipos tan ecuánimes como su presidente, Ángel Torres, quien en una de las decisiones más acertadas de su larga trayectoria en el palco de mandamás del Coliseum Alfonso Pérez, entregó a Bordalás las llaves de su proyecto, en detrimento del argentino Juan Eduardo Esnáider.

Pepe había conseguido el ascenso la temporada anterior, pero discrepancias con la directiva del Alavés le impidieron entrenar en Primera. Y volvió a colgarse el overol para levantar un club casi hundido. Les impregnó su estilo: defensa infranqueable, mediocampo escabroso y puntas con la capacidad innata de perforar redes. Todo fue en apariencia tan sencillo, que la paradoja reinó cuando sus esquemas constituyeron un enigma para los entrenadores rivales. El Getafe supo adaptar su propuesta a las características de la categoría de plata del fútbol español y, cuando muchos escribían su obituario, logró un ascenso impensado.

La heroicidad apenas instauraba sus raíces en el césped del Coliseum. La mayor sorpresa fue descubrir en Primera a un conjunto azulón con las mismas convicciones que en Segunda. Ganaban con las armas de siempre: lucha, pierna dura, contragolpes perfectamente ejecutados. La solidez en cada una de las líneas les permitió tumbar a los rivales, uno tras otro. Y las derrotas llegaron también acompañadas de un grado altísimo de competitividad. Con cada punto sumado, escalaron en la tabla y al final, en silencio, volvieron a ser equipo de Europa tantos años después.

Con su presupuesto irrisorio en comparación con los monstruos a los cuales enfrenta cada fin de semana, este año el Getafe marcha tercero en la tabla de la Liga Española y espera una eliminatoria preciosa ante el Ajax de Ámsterdam por la Europa League. Reitero: los azulones son terceros por delante de clubes como el Atlético de Madrid, Sevilla o Valencia. Parece mentira. En su momento sorprendieron al mundo. Ya no. Quien les ve jugar, apenas puede hacer el esfuerzo por achacarle sus resultados a la fortuna.

Este mercado de invierno perdieron a Leandro Cabrera, quien junto a Djené conformaba una de las duplas de centrales más sólidas del fútbol español. Ayer, en San Mamés, Etxeita ocupó su puesto y apenas fueron perceptibles las diferencias, una muestra tangible de que en un equipo tan bien construido las carencias individuales pesan menos. Con la garra de Damián Suárez o Arambarri, junto a la forma extraordinaria y el talento de sus goleadores, Mata y Molina, este equipo puede soñar con escuchar el próximo año el himno de la Champions.

Ante el Athletic, Bordalás volvió a emplear sus dobles laterales, remedio santo para contrarrestar el juego vasco, archiconocido por su fortaleza aérea y su necesidad constante de lanzar centros desde las bandas. También en la catedral debutó Deyverson, otra vez en España, un nuevo acierto de la dirección deportiva getafense. Ciertamente, el 4-4-2 convencional e invariable es el esquema adecuado para explotar las condiciones de casi todos los jugadores de una plantilla amueblada a gusto de su entrenador.

El calendario avanza y el Getafe sigue ahí, en los puestos de arriba. A la afición azulona, siempre fiel, le vienen por delante quizás los meses más gloriosos de su historia. Su equipo juega al fútbol con la pericia de los grandes y tiene la tranquilidad de contar con uno de los mejores entrenadores del momento. Si al terminar el calendario, alguno de los gigantes los observa desde atrás, ya no causaría extrañeza. Cosas de este deporte.

La frase:

“Bordalás es el entrenador más completo y trabajador que he tenido” (Ángel Torres, presidente del Getafe).

Captura de Superdeporte.

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