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Bendita seas, Inglaterra

La Premier ha salvado el fin de una década extraordinaria y con su acción ha dibujado de goles el ocaso de un período inolvidable para los hinchas de la nueva generación. Foto: Archivo.

Si algo debemos agradecerles a los ingleses este día tardío de diciembre es su pasión irremediable por el fútbol, la única droga que les ata y les vuelve locos, aquello que aman con sentimiento paternal desde el instante en que lo parieron sobre algún pedazo de yerba británica hace más de un siglo.

Benditos sean, entonces, los fríos y los puntuales, los que beben una taza de té a las tres de la tarde y los que debaten sobre el Brexit en las orillas del Támesis. Ellos son los mismos que desgastan sus gargantas desde los palcos de un estadio mientras medio mundo bebe champán en espera de un año nuevo. Bendita seas, Inglaterra, madre y guardiana del deporte más hermoso del mundo.

La Premier ha salvado el fin de una década extraordinaria y con su acción ha dibujado de goles el ocaso de un período inolvidable para los hinchas de la nueva generación. Mientras en España las estrellas vacacionan en virtud de su talonario y en Italia todavía algunos debaten del zarpazo de la Lazio a la Juve en la final de la Supercopa, son ellos, enamorados sin remedio, los que desde el Boxing Day ocupan su tiempo en pegar patadas al balón en busca de remover una tabla de posiciones con matices muy sorprendentes cuando la mitad de la temporada ha expirado.

Y así, como si fuera un regalo duplicado, el Liverpool de Jurgen Klopp celebra su camino al título mientras Anfield entona el You´ll never walk alone en plenas navidades. La imagen es extraordinaria. Conmovedora. Pocas manifestaciones desprenden tanta lealtad como la de aquellos que juran eterna compañía a los suyos, estén donde estén, en el lodo o en la cima. Allí la gente aprieta y sueña con ver a los reds levantar la Premier League por primera vez desde que la competición acogiera el actual formato. Con Europa conquistada, ahora van a por el trono de Buckingham.

El conjunto insignia de Marseyseide parece intratable. Juega y gana con un fútbol entretenido, respetuoso de la estética y de herramientas menos populares entre los puristas del balón como el contragolpe punzante y certero. Tiene las ideas de su entrenador bien arraigadas. Con el balón el Liverpool avanza como ejército a la guerra, todos juntos, disciplinados como si sus líneas fueran milicias preparadas para atacar con furia. Sin él, asfixian como animales de presa, huelen la pelota y luego van a por ella irascibles, y matan en tres toques como mataban antes los italianos en sus grandes épocas. Tienen a Salah y a Mané, que no es poco, secundados por una grey de escuderos de primerísimo nivel.

Marchan primeros y detrás suyo la tabla ve una partitura muy dolorosa para la clásica competitividad de la Liga Inglesa. Aparece el Leicester, equipo con mística y garra, cuya posición casi puede compararse con aquel histórico título de la mano de Ranieri. Con Brendan Rodgers a la cabeza, Vardy hace los goles y Maddison, uno que sin hacer ruido tiene magia en sus botas, dirige la orquesta con acierto. Luego están los clásicos: el City, increíblemente inestable y con tantas lagunas en defensa que ni la pizarra de Pep Guardiola ha podido reparar su fragilidad, el Chelsea de Lampard, el United de Solkjaer y el Tottenham de Mourinho. Otra nota positiva es, indudablemente, el Wolves de Nuno, su armada de portugueses y el mexicano Raúl Jiménez.

El campeón, si no se tuerce la situación en una hecatombe, será el Liverpool de Klopp. Luego, para no perder la emoción, queda una guerra sin cuartel por los puestos de Champions entre todos sus persecutores. ¿Imaginan al City de Pep fuera de estos puestos, o a Mourinho, tan orgulloso de su estirpe ganadora? El tiempo lo dirá, pero por lo pronto, los ingleses disfrutan como niños de este deporte, que es tan suyo como de aquellos genios que un día, quizás sin proponérselo, lo inventaron con una patada fortuita a algún objeto redondo. En ese instante, probablemente sin proponérselo, nos obsequiaron a muchos lo más bonito de la vida, que es el fútbol. Un fin de año sin él sería fatal. Gracias otra vez, bendita Inglaterra, por comprender como nadie esta locura compartida.

La caricatura

Caricatura de Roberto Carlos Serrano Prieto.

La frase

“En el trabajo del entrenador existe la presión. El problema es gestionar el grupo. Yo quiero trabajar con la presión”. (Carletto Ancelotti, nombrado hace pocos días como entrenador del Everton).