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La lista y el billete

Las colas en las farmacias.

Criollísima expresión de que las cosas no son en la realidad como se desea, aspira o afirma que es me viene a mi mente más veces que las deseadas, sobre todo cuando de temas sensibles se trata, como en el caso de los medicamentos y su suministro a la población.

Semanalmente percibo el sufrimiento de alguien muy cercano de no lograr los que me corresponde por el mecanismo normado (tarjetón) para cubrir lo orientado por los médicos (angiólogo, cardiólogo y otros especialistas a los que debo recurrir, aunque entre ellos aún no se encuentran los psiquiatras).

Levantarse a las 4 de la mañana para obtener un puesto en la cola que se hace cuando llegan lo que debo consumir a diario no siempre resulta efectivo porque no llega lo indicado o, increíblemente, resulta insuficiente su suministro para alcanzarlos a tiempo. La narración de ella, refrendada en fotos, muestra a ancianos –mayores que yo-- apoyados en bastones haciendo esa fila para lograr, no un antojo consumista sino una sustancia necesaria para su supervivencia, a la que muchas veces no llegan.

El más reciente ejemplo lo tengo de ayer, cuando a la farmacia que nos corresponde, Juan Delgado y Libertad, la hora del arribo de los suministros, luego de una contabilización fiable, hizo postergar la decisión de que deben ser expendidos de inmediato. La larga fila que ya había a las cuatro de la tarde virtualmente se trasladó a esta mañana de miércoles, con los trastornos que esto conlleva y sin que lo que se buscara estuviera al alcance del necesitado.

Adicionalmente, hoy me entero de que en la otra farmacia de mi barrio, la acción conjunta de autoridades locales, desde la delegada al núcleo zonal, hizo posible que anoche empezara el arduo proceso, que –por cierto—no es gratuito, como la atención médica pública, y -aunque subvencionado- alcanza sumas apreciables para los ingresos de la población envejecida, de la que tanto se habla en estos tiempos. Al menos a mi me ronda la quinta parte de mi jubilación, que no es poca.

Pero como no de todo hay en botica, refutando un viejo dicho, hay tantas cosas pendientes para atender-resolver en este sensible ángulo del diario vivir del cubano sencillo, que me detengo acá, para no profundizar en los inescrupulosos que medran de recetas ficticias para revender los medicamentos, o quienes los acaparan por vías variadas – la mayoría de las veces en complicidad con quienes los elaboran-manipulan-distribuyen y venden.

Nuestra obligación, para los que tenemos sensibilidad revolucionaria y ganas de pelear por esa sociedad más justa, solidaria y sustentable que se proclama como aspiración, es denunciar y exigir, preocuparnos y ocuparnos, para que esa “lista corresponda al billete”, expresión de tiempos remotos que cada día se hace más necesaria, aunque no estemos hablando del existente juego ilícito… porque ese sería otro tema.