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Botones para una camisa rota

Foto: Agustin Marcarian/ Reuters.

En Argentina ocurren lances que no son iguales a los del 2002, pero se parecen. Apenas cerrada las urnas que le otorgaron el triunfo a la fórmula Alberto-Cristina Fernández, se anunció un cepo a la adquisición de dólares. Cierto que las finanzas de este país están estrechamente vinculadas,-en significativo grado son dependientes- de la moneda norteamericana, pero la necesidad de este otro acomodo, suena a nota falsa en un concierto muy desafinado, propio de una administración que en los últimos 4 años, llevó a una pérfida crisis económica deja tantas incertidumbres como brechas a cerrar.

Una vez Mauricio Macri reconoció su derrota, quien será el nuevo presidente desde el próximo 10 de diciembre, advirtió lo repetido durante la campaña: lo inmediato por venir no es simple ni cómodo, aun cuando sea posible remontarlo.

El otro peronista triunfador que gobernará la provincia de Buenos Aires en lo adelante, el ex ministro de Economía bajo mandato de Cristina Fernández, Axel kicichof, resume el entramado existente alegando que tras recorrer el importante espacio nacional ganado, y todo el país “(…) lo que hemos visto es que la situación económica que tenemos delante después de cuatro años del gobierno de Macri y del gobierno de Vidal (regente de Bs. perdedora) es de tierra arrasada”.

Citó el paro laboral del 5.8 en el 2015, al actual 10,6%, añadiendo: “no hay sector que se haya salvado de esta situación económica. 9 000 comercios y 3300 pymes industriales cerraron en la provincia de Buenos Aires y como si fuera un calco de la nación, la deuda” se elevó de forma dramática. “Les digo esto porque estamos delante de un fracaso del programa económico neoliberal, un fracaso de una forma de gobernar”.

Las consecuencias de un modelo económico que incentiva la especulación financiera y desalienta la productiva, son múltiples y sus efectos terribles. A escala de país, hay ahora 5 millones más de pobres, para un total de 44,6 millones. De ahí la promesa hecha por el recién elegido jefe de estado, destinada a eliminar tan grotescas circunstancias surgidas en el cuatrienio que concluye.

Solo en los dos últimos meses el Banco Central perdió 22.000 millones de sus reservas en divisas y quedan en las arcas apenas la mitad de esa cifra, insuficientes para grandes proyectos, o significativas enmiendas sociales. El hecho ser relaciona con los dilemas actuales y la eliminación por Macri a las restricciones cambiarias adoptadas por Cristina, así como a la eliminación de requisitos para los ingresos de capitales, pues, según él, ello atraería inversiones extranjeras, algo que no ocurrió en la medida prevista. En este momento se teme, encima, el arribo de nuevas turbulencias financieras naturales o provocadas.

Si materializan los planes expuestos en campaña, los Fernández van a desvincular del dólar las tarifas de los servicios públicos, para impedir que aumenten según la movilidad de esa moneda, uno de los motivos por los cuales encarecieron, afectando los ingresos de la población.

Otro asunto de urgente cuidado es el débito externo (era del 41 y es del 91% del PIB ahora). Macri obtuvo un préstamo ascendente a 57 000 millones de dólares en condiciones que varios economistas alegan casi imposibles de cumplir y citan de ejemplo, la exigencia de colocar el superávit fiscal primario (diferencia entre los gastos corrientes de un Estado y su recaudación de impuestos), en el 1% para el 2020.

El programa económico vigente no es nuestro programa. Compromete a nuestro país muy por encima de sus propias posibilidades” (…) “Buscamos estabilizar la economía para poder crecer como condición necesaria para pagar nuestras deudas”. Esas estimaciones de Alberto Fernández parten de su experiencia ganada cuando Néstor Kichner asume el poder y después durante parte de la administración de Cristina.

Tuvo a bien, previsoramente, el reunirse con directivos del organismo mundial de créditos, al término de las primarias argentinas donde también su etiqueta resultó ganadora. Se supone que entre los pasos iniciales de su presidencia, reformule los términos acordados con el FMI.

Deberá bregar fino y rápido pues recibe una economía en recesión y con indicadores inflacionarios altísimos. En la plataforma expuesta por Fernández se prevé estimular las exportaciones y, al mismo tiempo, la procura de substituir compras en el exterior de todo cuanto sea posible hacer dentro. Es un modo de defender la industria local y el empleo.

En lo referido a tratos exteriores potencia, además, el fortalecimiento del Mercosur. Esa futura relación dentro del bloque suramericano está pendiente de imponderables como el puesto sobre la mesa por Jair Bolsonaro, quien en descaradas declaraciones contra los peronistas ganadores, se asegura capaz de promover el desalojo de la Argentina de ese pacto.

Bolsonaro debe sentir miedo viendo cómo cambia el mapa latinoamericano con una merca de la derecha hasta hace poco sustituyendo prácticas progresistas o en retroceso flagrante.

Evo Morales, pese a todo el boicot en su contra, ganó otro mandato en Bolivia. El uribismo perdió pie en Colombia a partir del resultado en los comicios locales, (gobernadores, alcaldes y legisladores con el éxito hasta de un ex guerrillero y una indígena) indicando hartazgo de abusos también en ese país andino.

En Ecuador, se tambalea el gobierno de Lenín Moreno y en Chile están abiertas las grandes alamedas pese a las concesiones anunciadas por Sebastián Piñera. Cayeron las máscaras del ampuloso modelo neoliberal super exitoso.

Otros cambios están en marcha o son posibles, pero hasta reduciendo los sucesos der eferencia, resulta evidente cómo caen a tierra los alegatos en favor de un modelo de desarrollo que lejos de serlo, potencia desigualdades y crea distorsiones de difícil solución. Por supuesto, estos hechos evolucionarán acompañados de subtramas muy interesantes.