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La irreversible (pero laboriosa) construcción de un orden multipolar

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Ismael Hossein-zadeh, economista kurdo nacido en Irán y profesor emérito de la Drake University (Iowa) se preguntó en un posteo reciente porqué China, India, Rusia y otros países no desafían la tiranía que EEUU ejerce sobre las instituciones que monitorean, regulan y controlan el funcionamiento del sistema económico y financiero internacional como el FMI, el BM, la OMC, el Banco de Pagos Internacionales (Basilea) y la Sociedad para la Telecomunicación Financiera Interbancaria Mundial (SWIFT, por su sigla en inglés).

Lo que señala es una llamativa y a la vez preocupante paradoja: el unilateralismo infinito que entonaban los himnos del “nuevo siglo americano” ha llegado a su fin y es irreversible.

En lo económico, en la política internacional e inclusive en el terreno militar aquellos sueños que, por su infantilismo, provocaban la sonrisa burlona de Zbigniew Brzezinski se desvanecieron para siempre.

China es hoy la locomotora económica del planeta, Rusia ha resurgido de las cenizas producidas por el derrumbe de la URSS y la India se ha convertido en una potencia tecnológica y económica de primer orden. Sin embargo Washington retiene el monopolio de las cruciales instituciones que fijan las reglas del juego y organizan el funcionamiento de la economía internacional.

En un mundo cada vez más policéntrico Estados Unidos aún conserva, en ese plano institucional, el poder y las prerrogativas que adquiriera en la construcción del orden mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial. Poder y prerrogativas que le permiten, por ejemplo, aplicar severas –en algunos casos criminales- sanciones económicas a países cuyas riquezas Washington desea apoderarse (Venezuela, Irán, Irak); a duros competidores globales como China o Rusia; o a países como Cuba, Siria, la República Popular Democrática de Corea considerados pésimos ejemplos sea por su autodeterminación nacional, sus logros en materias sociales y culturales, o su importancia geopolítica.

La respuesta que ofrece Hossein-zadehse bifurca en dos argumentos. Uno: la coincidencia clasista entre los intereses de las nuevas oligarquías de los países que constituyen el núcleo fundamental del sistema policéntrico -los supuestos “challengers” del orden imperial- con los de sus contrapartes estadounidenses, hermanados todos en el afán de no poner en peligro la navegación de la barca del capitalismo global porque su hundimiento acarrearía enormes complicaciones para todos.

Claro está que aquellas nuevas elites están enfrentadas, dentro de sus países, con fuerzas sociales y políticas de carácter nacionalista, anti-imperialistas e inclusive anticapitalistas cuyo activismo pueden absorber sólo en un contexto de crecimiento y estabilidad económica.

De momento las correlaciones de fuerza han favorecido a las primeras pero los sectores radicalizados no han desaparecido de la escena y una crisis económica global podría catapultarlos al poder. Esta comunidad de intereses entre el declinante hegemón mundial y sus retadores lleva a que en áreas como el comercio, la inversión y las finanzas Washington prosiga fijando arbitrariamente la normativa global a la cual todos deben someterse, si bien a regañadientes.

Más aún, logra que sus competidores en la arena de la geopolítica mundial tengan respuestas tibias, cuando no complacientes, en áreas tales como las a menudo letales sanciones económicas fijadas por la Casa Blanca o los proyectos imperialistas de "cambio de régimen" dirigidos contra algunos países.

La cautelosa reacción ante la “guerra económica” y los bloqueos en contra de Venezuela y Cuba, entre nosotros y antes en contra de Irak, que costó ochocientos mil muertos, es prueba fehaciente de lo que venimos diciendo.

Esta es una explicación. La segunda respuesta dice relación con la profunda, hasta ahora inexpugnable, hegemonía que detenta el neoliberalismo como filosofía económica y política en casi todos los gobiernos e instituciones educativas. Según nuestro autor aquélla logró ser promovida y diseminada a una escala sin precedentes por todo el mundo y sus premisas teóricas y sus paradigmas de gestión macroeconómica se consolidaron como un indisputado “sentido común”, aún entre economistas progresistas y de izquierda. Esto porque los libros de texto y los materiales de lectura de la mayoría de los departamentos de Economía, inclusive en países críticos del capitalismo, se inscriben claramente dentro de los marcos de la economía neoclásica y el neoliberalismo. De ahí que el economista iraní señale el nefasto papel que cumplen los “expertos” y los funcionarios del área económica en aquellos países, todos ellos, o en su gran mayoría, formados (o mejor, sus cabezas “formateadas”) en los dogmas de la economía neoclásica una de cuyas premisas cruciales es que no hay alternativas al capitalismo y que lo único razonable que puede hacer un país es acomodarse de la mejor manera a sus requerimientos y en especial a los del guardián planetario del sistema, Estados Unidos.

Una experiencia latinoamericana corrobora convincentemente esta hipótesis: lo ocurrido con el Banco del Sur. Su creación se concretó el 9 de Diciembre del 2007 en Buenos Aires y pese a que su nacimiento contó con el entusiasta apoyo de los presidentes de Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela el Banco del Sur nunca llegó a ponerse plenamente en marcha.

¿La razón? El sabotaje que sufrió esta iniciativa a manos de las “segundas líneas” de sus respectivos gobiernos: los presidentes de los bancos centrales, ministros de economía, secretarios de hacienda u otros funcionarios del área económica, todos ellos formados en los manuales neoclásicos arriba referidos, que interpusieron toda suerte de obstáculos supuestamente técnicos o simplemente leguleyos para frustrar esa gran idea.

Los presidentes tomaron una decisión; sus economistas, colonizados por el saber convencional de su profesión tomaron otra. Y se salieron con la suya.

Resumiendo: en el naciente sistema policéntrico se está librando una sorda puja geopolítica global en donde junto al enfrentamiento y el conflicto en torno a ciertos intereses coexiste la obediencia o la sumisión de las potencias emergentes al orden neoliberal impuesto y regido por Estados Unidos.

Una situación constitutivamente inestable, surcada por crecientes contradicciones y cuyo desenlace es por lo menos incierto. Pero, mientras tanto, el periplo declinante de la dominación norteamericana aún dispone de fuerza como para preservar su dictadura en los organismos reguladores de la economía internacional.

La definitiva construcción de un orden genuinamente multipolar deberá, más pronto que tarde, poner fin a ese coto cerrado desde el cual Estados Unidos brega por mantener un predominio condenado a desaparecer.

(Tomado de www.counterpunch.org)

Se han publicado 4 comentarios



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  • Betty dijo:

    Muy buen artículo!!! Explica muy bien la realidad que tenemos y sus antescedentes. Muchas Gracias al autor.

  • Julio Romero dijo:

    Sí sí, una cosa es desear algo y otra muy diferente es que se haga realidad.

  • JORGE LUIS dijo:

    YO ESTOY MUY SATISFECHO POR LA PUBLICACION DEL ARTICULO, A MI MUCHAS PERSONAS ME PREGUNTAN PORQUE PASA ESO Y YO REALMENTE LE DOY UNA RESPUESTA SOLAMENTE RELACIONADA CON EL DOLAR, ES UNA LASTIMA QUE NO SE PUBLIQUE ESTE ARTICULO EN TODA LA PRENSA NACIONAL Y QUE OCUPA EL ESPACIO QUE LLENAN CON COSAS QUE EN COMPARACION CON ESTO NO TIENEN NINGUN VALOR.

  • Andrés dijo:

    Por ahí va la cosa. Efectivamente, incluso en los países críticos del capitalismo y en muchas tendencias de izquierda la visión neoclásica, y también la neoliberal, se convirtieron en paradigmas de gobernabilidad. No es raro que la izquierda mundial, en especial en el occidente industrializado, no haya podido sacar provecho de la crisis del 2008 y que sus propuestas hayan sido más de lo mismo. Los gobiernos de izquierda en Latinoamérica tampoco estuvieron libres del mantra. Creo que Rafael Correa, economista bien informado, fue de los pocos que no se creyó el cuento.

    Pero nuestra Cuba tampoco se quedó atrás. Recuerdo cuando comencé mis estudios de economía en la UH, en pleno período especial, como textos como el Samuelson, libro de texto neoclásico por excelencia, se convirtieron en los manuales de turno para muchos profesores y alumnos. Esto influyó a mucha gente en Cuba, economistas y políticos por igual. Es importante renovar estas cosas. Francamente, por aquellos años, mi profesión me parecía bastante aburrida y despistada. Yo no tenía idea de mucho más, pero lo que había no me interesaba mucho. La vida quiso que después me enterara del mundo fascinante e interminable que son las ciencias económicas.

    No creo que la obsesión durante el período especial con la narrativa de los servicios como motor de desarrollo, en detrimento de la industria, haya sido casual ó sólo coyuntural. Nos creímos el cuento y nos fuimos con la de trapo. Más recientemente, durante el comienzo de la actualización del modelo económico cubano, la forma en que se introdujeron muchas medidas dejaba ver la concepción tácitamente neoclásica (y fundamentalmente desinformada) que muchos hacedores de política (y por extensión población en general) tenían sobre determinados temas ( por ejemplo, el trabajo, la propiedad, el mercado, el individuo, la prosperidad, el capitalismo, el socialismo, etc). Los resultados iniciales, obviamente, dejaron que desear.

    Aún necesitamos trascender esta mentalidad en muchos asuntos, pero está claro que nos vamos dando cuenta. Este artículo es una bena contribución al particular.

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Atilio Borón

Atilio Borón

Economista y periodista argentino, quien dirigió Clacso.

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