Dado el escenario sumamente intoxicado, es de suponer que España se adentra, otra vez, en un conflicto capaz de desembocar en nuevas elecciones. Pese a las aseveraciones de Pedro Sánchez tiempo atrás, sobre lo inevitable de un pacto de las izquierdas, él mismo acaba de plantear que rompe tratos entre el PSOE y UP (Unidas-Podemos).
Luego del éxito en urnas en los comicios de abril, lo socialdemócratas ibéricos han barajado con insistencia, darle vía a un gobierno monocolor, pero si bien lograron 178 escaños, carecen de la mayoría que impida interferencias insalvables en para materializar el programa de gobierno.
En esta ocasión, no les resulta posible la anuencia o adhesión de los partidos nacionalistas. No, se estima, con los catalanes en particular, que sí le otorgaron su apoyo para desbancar a Mariano Rajoy en el 2018. Lo ambivalente del PSOE con respecto al enconado tópico, sin omitir cierta intransigencia de los independentistas de esa autonomía, se mantienen como uno de los impedimentos para un acuerdo la investidura entre el presidente en funciones y Pablo Iglesias, líder del partido morado, como se denomina a esa otra formación progresista.
Al cabo de varias sesiones de intercambio, Iglesias decidió consultar a las bases de su partido sobre las características de la posible refuerzo al PSOE. En cuanto se dio a conocer esta variante, Sánchez reaccionó de forma pública, dándole calificativos poco amables a Iglesias.
Las condiciones se mueven en una tensa cuerda. De acuerdo con algunas versiones, Sánchez ofrece a UP dos o tres ministerios previo examen de los potenciales elegibles, para evitar discordancias en el ejercicio del mandato. Por eso se le da condición de “perfiles técnicos” a tales cargos. El temor subyacente en la oferta sería el intento de evitar oposiciones dentro del gabinete, o impedir un encumbramiento de Iglesias en una vicepresidencia, algo a lo cual él estaría aspirando, según interpretaciones del caso.
Este tipo de enfrentamiento recuerda el habido en el 2016, cuando Pedro Sánchez presentó su candidatura a la presidencia y en el Congreso obtuvo las críticas y objeciones tanto de Mariano Rajoy como del mismo Iglesias. El Partido Popular obtuvo por entonces mayoría de votos pero insuficientes para mantenerse en el poder. Tras medio años de negociaciones, el PP creó otra administración gracias al sostén de los partidos nacionalistas que dos años más tarde aprobarían su cesantía, basados en las pruebas sobre la enorme corrupción, entronizada entre los conservadores.
Cuando se le presentó la anterior posibilidad, Sánchez vio opciones en un entendimiento con Ciudadanos, el partido de derechas que surgiera en el 2006 (en Cataluña, por cierto, pese a que prefieran distanciarse de esa génesis), aspirante a elevarse por encima del PP. Albert Rivera, su titular, pactó con el PSOE con anterioridad, pero ahora se confirma contrario a cualquier alianza con el PSOE. La tentación obvia es grande y lleva sello de apremios. Hasta lo imposible se hace válido en este crítico momento.
No obstante, la variable gestionada se dirige a que tanto el PP como Ciudadanos, den su anuencia el 25 de julio a la investidura de Sánchez (mediante la abstención correspondiente en el Congreso). Se quiere evitar la repetición de elecciones en noviembre. Esa posibilidad no es apreciada por ninguno de los grupos políticos.
“Creo que es difícil explicar que lo que los socialistas han hecho en diez capitales de provincia, diez diputaciones y en siete autonomías, que es gobernar con Podemos, con sus confluencias y con partidos nacionalistas, no lo hagan en el gobierno de la nación. No entiendo qué dificultad tiene ahora Pedro Sánchez en pactar con Podemos”. La consideración pudiera atribuirse a cualquiera menos a Pablo Casado, actual cabeza del PP. No se sabe si fue sincero al exponerlo, o solo intenta acentuar la ”incapacidad” de los progresistas para concordar en asunto como el de marras.
El criterio del reputado Alberto Garzón, coordinador de Izquierda Unida, va en otro sentido. En su cuenta de Twitter, culpa al actual jefe de gobierno, de buscar el "apoyo incondicional" de los restantes elementos decisorios en el país. "Pedro Sánchez – planteó- inicia una campaña mediática para culpar del bloqueo al resto de los partidos (…) "Lleva tres meses así, dando vueltas en círculo a ver si aparece por arte de magia o chantaje esa mayoría".
Como se ve, la ojeriza, las descalificaciones, no transcurren en un solo sitio. Sánchez fue muy incisivo cuando acusa a Podemos de alianza con la ultraderecha de Vox. Las salidas por delante no son muchas.
En un primer momento, la dirigencia del PSOE se dijo dispuesta a gobernar en solitario, haciendo solo acuerdos puntuales en algunos temas para aprobarlos durante las diferentes legislaturas sin mayores inconvenientes. Después –quizás aplicando una lógica ahora eclipsada- decidieron entablar negociaciones con Podemos, con el saldo terminante anunciado por Sánchez en una entrevista publicada este lunes 15, dando por concluido los tratos con UP, desde donde aspiraban a una coalición de las dos fuerzas.
El llamado a consultas dentro de la membresía de Podemos fue conceptuada por el aun jefe de gabinete, como una "mascarada". Lindezas peores se dijeron hace 3 años, cuando Iglesias expuso en el parlamento que Sánchez era un candidato "rendido a las oligarquías y los poderes fácticos". En tanto, en la misma sesión, Mariano Rajoy, posiblemente capitalizando la falta de entendimiento que le daba mayores imposibilidades de seguir al mando, ninguneó el acuerdo del PSOE y Ciudadanos, diciendo no lograr darse cuenta de si se trataba de un pacto “de derechas o de izquierdas".
En definitiva Rajoy logró la presidencia con votos del PSOE, tras el “golpe de estado” que le dieran a Pero Sánchez, parte de sus correligionarios. Esa es otra resultante contradictoria, hasta cierto punto enmendada con el resurgimiento del líder depuesto, pero evidencia que al interior mismo de los partidos existen notables diferencias.
¿Se repetirán situaciones corrosivas, invalidantes de nuevo? Suponiéndolo cabe esperar sean menos exaltadas. Sánchez, debe repetirse, ha probado ser un personaje capaz de rehacerse, pero él solo no lo decide todo y del lado contrario, tampoco.
Por eso hay criterios que culpan a los dos políticos de la presente coyuntura, pero hay algunas en que no es suficiente el enfoque salomónico de los problemas, o estos no resuelven, como en la historia bíblica, un conflicto con tantos acentos