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Revisitando la innovación en la agricultura y los bancos

La razón misma de la supervivencia de la humanidad está en el crecimiento indetenible de su sabiduría socializada. Es difícil de imaginar cuantos de nosotros ni siquiera existiríamos si muchos progresos originados en la creación de saberes mediante la ciencia y la innovación no se hubieran producido y aplicado.

Actualizando al alza algunos comentarios anteriores en este mismo medio, se ha reportado que la mitad de todos los átomos de nitrógeno que contienen nuestros cuerpos proviene de los fertilizantes sintéticos. Se comenzaron a fabricar fundamentalmente desde 1913 en Alemania mediante el proceso Haber1 que consiste en descomponer artificialmente el casi inerte nitrógeno del aire. El amoniaco que así se obtiene puede utilizarse directamente o después de algunas transformaciones con el propósito de fertilizar artificialmente a las plantas con este indispensable elemento para sus componentes vitales. El paso final de ese ciclo es que nosotros conseguimos así también el alimento necesario. Aunque la evolución ya había seleccionado asombrosos procesos naturales para esta misma tarea en algunos sistemas vivos, de ninguna forma alcanzarían para las necesidades de una humanidad que pasó de 1600 millones de seres en el año 1900, antes de esa innovación, a 7700 en 2018, “solo” 105 años después. En el transcurso de un siglo nos multiplicamos casi cinco veces con respecto a la población que demoró más de 250 000 años en alcanzarse.

Algo parecido ocurre con los cultivos genéticamente seleccionados o modificados. Algunas fuentes afirman que en 2014 la mitad de todo el frijol de soya que se produjo en el mundo estaba genéticamente modificado por los seres humanos. Y muchos no imaginan que en ese maravilloso frijolillo se basan muchos de los más suculentos platos de cerdo, aves y hasta pescados que se consume en cualquier parte del mundo. Son un producto de las tecnologías genéticas avanzadas de nuestros días. También ocurre con la tercera parte del maíz, la sexta del algodón, y proporciones crecientes de muchos otros cultivos.

La innovación puede definirse como el proceso de convertir una idea en algo capaz de satisfacer cualquier necesidad individual o colectiva. Ese algo puede ser un producto, un servicio y hasta una obra de arte que origine placer estético. La referida producción artificial de nitrógeno asimilable por las plantas para aumentar la producción agrícola fue un resultado de la innovación. La composición del primer danzón por Failde en la Matanzas de 1879, como síntesis de muchas formas musicales populares antecesoras, también lo fue.

Hay muchas innovaciones cuyos beneficios no pasan por el mercado cuando las logramos en una sociedad concebida desde el socialismo. Ese puede ser el caso de la creación de una vacuna sintética para salvar la vida de nuestros niños de enfermedades. Las innovaciones que pueden generar riqueza material para pueblos y personas son aquéllas que hacen competitivo en precio a cualquier objeto o servicio comercializable. Pueden estar originadas en simples iniciativas, chiripas, y también en profundas y valiosas investigaciones científicas y tecnológicas de propósito específico. También por combinaciones de ellas. En cualquier caso, se trata de uno de los procesos más humanos y es tan importante como el arte, la cultura y el deporte para conformar nuestra condición como especie en el siglo XXI y en cualquier sociedad.

Uno de los aspectos de la vida moderna más importantes es la banca. Contrariamente al imaginario decimonónico de que la banca es una simple alcancía, pero más rica, estamos presenciando como se ha transformado en algo indispensable para todos. Y puede decirse que también es una herramienta sin la cual no se puede progresar ni socializar la economía.

Si el dinero es, como tiene que ser, una mercancía sin valor intrínseco pero con capacidad liberatoria y de cambio ilimitada, la forma idónea de regular y controlar la economía de una persona, una familia, una empresa, una organización no lucrativa o un país, es mediante las llamadas cuentas bancarias. El banco se convierte así en el gestor de la inmensa mayoría de las transacciones, que las hace transparentes para sus clientes y auditables en cualquier nivel. El propio dinero se confirma así en el símbolo de valor que es. Puede manipularse mediante una simple tarjeta personal o una contraseña en un navegador de internet, sin necesidad de monedas o billetes. Pero actualmente, si deseamos que verdaderamente un pueblo sea el poseedor principal de sus riquezas, las organizaciones bancarias deben ser modernas, innovadoras, amigables a todos y gestionables informáticamente a través de la red de redes.

Lamentablemente, nuestro sistema bancario está todavía muy lejano de esta condición. Vivimos absurdos como que el uso de un simple teléfono móvil en una agencia está prohibido. Los clientes no tenemos acceso a nuestras cuentas bancarias en internet y mucho menos podemos hacer transacciones con nuestros activos por esa vía. Cuando en algunos países el uso de las ventanillas para hacer cualquier operación por medio de un empleado en la agencia bancaria está penalizado con pagos por ese servicio, tenemos aún municipios en Cuba que no disponen ni de un simple cajero automático. Tenemos muchas más limitaciones obsoletas que sería muy largo enunciar.

La inversión de formar personal calificado que puede resolver todos estos problemas para que nuestra banca socialista, de todo el pueblo, sea innovadora, eficiente y moderna ya está hecha. Se trata de los miles de ingenieros y especialistas muy diversos que pueden llevar a cabo esta tarea. Los recursos materiales necesarios es seguro que se financian automáticamente con los inmensos ahorros que nos traería esa banca deseada. La eliminación automática de inimaginables fugas corruptas de dinero, que inevitablemente ocurren con los procedimientos arcaicos que se siguen hoy para gestionarlo, también compensaría con creces cualquier inversión que se haga en equipamiento. Todo está en ser revolucionarios para emprender esta tarea con la mayor urgencia e inteligencia.

La innovación no es un patrimonio exclusivo de las ciencias naturales o de las tecnologías. A estas alturas del progreso humano, un país con un sistema bancario donde la innovación reine tendrá garantizada la eficiencia de cualquier operación económica, que es el sustento mismo de las sociedades contemporáneas.

  1. Erisman, J. W.; Sutton, M. A.; Galloway, J.; Klimont, Z.; Winiwarter, W. Nature Geoscience 2008, 1, 636.