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Placebo y nocebo

Científicos han concluido que las grabaciones de sonidos que diplomáticos de EE.UU. señalan como escuchados durante los alegados "ataques sónicos" corresponden a una especie de grillo caribeña, Anurogryllus celerinictus. Foto: Archivo CD.

Contrariamente a otras especies vivas, la reacción inmediata de homo sapiens a las informaciones adquiridas por los diversos y desarrollados sentidos de que disponemos no se limita solo a las que permiten nuestra supervivencia. Podemos además compararlas con otras informaciones guardadas en nuestra memoria anteriormente y producir reacciones inesperadas.

“El hombre es el único animal capaz de tropezar con la misma piedra dos veces”, como dice un conocido refrán, es una clara expresión. Si un animal tropieza con una piedra en el camino, aprenderá de una información elemental y nunca más tropezará con ella. Un ser humano puede volver a transitar el camino y encontrarla de nuevo. Puede suponer que alguien ya la ha removido, como realmente suele ocurrir. Somos inteligentes.

La prestigiosa revista Science de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS, en inglés) publicó en octubre pasado un artículo científico (1) de mucho interés que llegaba a la conclusión de que la sola información acerca del valor de un medicamento, tal como la indicación de su precio en la etiqueta, influyó en su efecto curativo para mal. Si los pacientes se enteraban de que el medicamento era muy caro, esto afectaba negativamente su efectividad. En este caso se refería al “efecto nocebo”, que es una condición originada en el sistema nervioso del ser humano.

Este fenómeno puede manifestarse con el simple temor o preocupación de un paciente por tener resultados negativos con respecto a un determinado tratamiento y puede llegar a frustrar la curación. El efecto lo identificaron con evidencias experimentales muy convincentes como mediado por una interacción nerviosa entre la corteza cerebral y la médula espinal.

Otro interesante artículo apareció anteriormente en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) de los EE.UU. (2), que abordó una investigación acerca del entrenamiento para aprender. Se trató aquí del llamado “efecto placebo” que predispone soluciones positivas a las enfermedades o cualquier dolencia ante las simples expectativas o creencias del paciente en su curación.

Gracias a este efecto muchos defienden que la simple convicción de que un tratamiento inocuo los va a curar provoca la cura, y le dan validez a tal tratamiento en lugar de al efecto. El caso de la llamada “homeopatía” es paradigmático al tratar a las personas con soluciones ultradiluidas y “golpeadas”, que son efectivamente agua pura, para curar.

La vida se ha seleccionado creando sistemas durante el tiempo que ha existido en este planeta. Un organismo vivo es esencialmente un sistema que solo funciona si tiene adecuadamente sincronizados todos los componentes que requiere para ello, para su subsistencia individual y la de su especie. Incluso los sistemas vivos han ido evolucionando en la dirección de que un centro biológico, que llamamos “nervioso”, procesa información y “ordena” la ejecución de acciones por otros componentes del organismo. Un caso típico es el movimiento voluntario de los músculos de la mano humana, que responde estrictamente a las órdenes de nuestro cerebro.

Un simple razonamiento, que muchos llamarían “ingeniería inversa”, nos conduce a una comprensión primaria de los efectos “placebo” y “nocebo”. Puede ocurrir que la solución de una enfermedad muscular pueda encontrarse en un medicamento o tratamiento que actúe sobre el centro nervioso que comanda el músculo, y no directamente sobre este. Y ese “tratamiento médico” puede ser volitivo, dictado por el deseo de curar en el escenario que es la voluntad y no necesariamente en el del órgano donde se manifiesta la enfermedad o desorden.

Una muy reciente publicación periodística de la revista de entretenimiento Vanity Fair (3) describe muy acuciosamente el proceso mediante el cual el gobierno de los EE.UU. ha tomado medidas para reducir los servicios diplomáticos en Cuba y afectar los nuestros en ese país.

Relata que unos oficiales de inteligencia de su embajada en La Habana se sintieron afectados en noviembre de 2016, unos días después de la elección del actual presidente, por supuestos “ataques sónicos” en sus residencias habaneras. Con posterioridad a los extraños ruidos que oyeron, trasmitieron sus experiencias traumáticas a colegas de la propia embajada.

Aparentemente, eso causó una epidemia localizada en el personal y algunos familiares de su entorno, donde los efectos han sido tan variados que algunos especialistas han llegado a afirmar que en cualquier colectivo humano, tomado al azar, puede encontrarse el mismo cuadro con síntomas y distribución similares.

De acuerdo con lo anterior, el efecto nocebo puede ser el detonante de una situación como esa. Cierto personal que es entrenado para estar en un territorio extraño, para algunos “enemigo”, puede desarrollar un cierto nivel de paranoia. Es un blanco natural para sentirse enfermos si existe una sugestión adecuada y para ellos creíble.

La fantasía de un “ataque sónico”, y quizás también alguna dosis de mala voluntad, hacen el resto. Se crea un estado de enfermedad colectiva que está originada en los centros nerviosos y que puede llegar incluso a tener manifestaciones físicas, por las razones antes explicadas.

Si además existe en algunos perversos de la política de ese país su conocido “odio conveniente” hacia la Revolución Cubana, la receta está completa para destruir lo poco positivo que hemos tenido en las relaciones con ellos en los últimos 60 años. Aparecen enseguida oportunistas que se benefician directa o indirectamente con cualquier cosa que pueda ser perjudicial para el pueblo de Cuba.

A esos políticos de poca ética les conviene fervientemente que no existamos para los norteamericanos comunes y que no se enteren de que nuestro país pobre y bloqueado tiene un pueblo libre, que goza de una educación y salud envidiables y que desea una relación digna y mutuamente ventajosa con ellos.

Resulta que sus aliados involuntarios, los grillos que produjeron el ruido inicial y probablemente recurrente (4), no se pueden quejar de que los usen para tan malignos propósitos.

 

  1. Tinnermann, A.; Geuter, S.; Sprenger, C.; Finsterbusch, J.; Büchel, C. SCIENCE 2017, 358, (6359), 105-108.
  2. Foroughi, C. K.; Monfort, S. S.; Paczynski, M.; McKnight, P. E.; Greenwood, P. M. Proc. Natl. Acad. Sci. USA. 2016.
  3. Hitt, J., "The Real Story Behind the Havana Embassy Mystery". Vanity Fair, February, 2019.
  4. Stubbs, A. L.; Montealegre-Z, F. bioRxiv 2019, 510834.