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Odisea mañanera en un Banco Metropolitano

El Metropolitano, Su banco en la capital, reza el lema de la entidad. Foto: Juventud Rebelde

El día comenzaba bien, el transporte estaba a mi favor y llegué justo a las 8:15 de la mañana a mi objetivo: el Banco Metropolitano de la Rampa, en la calle 23, entre P y Malecón. Suponía que contando el tiempo de demoras en los trámites en Cuba , podría llegar a una cita que tenía una hora y media después a pocas cuadras del lugar.

Todo me seguía sonriendo, el banco abrió en tiempo, justo a las 8:30 y apenas tenía unas diez personas delante en la cola para la moneda nacional. Aclarar que en este banco, como en muchos otros, se hacen tres filas, moneda nacional, divisa (CUC) y la banca personal.

Sin embargo, la suerte no se quedó por mucho rato de mi lado. La cola no avanzaba, en cambio llegaban muchos más personas, algunos que no tenían paciencia para esperar y se iban al momento dejando a su paso la fila desorganizada; otros molestos porque los cajeros del lado no funcionaban; otros despistados; y yo seguía ahí, parada, una hora después, esperando con la WI-FI Etecsa de la Rampa como único entretenimiento.

El calor del momento subía; buscaba posibles soluciones al atraso. Solo tres o cuatro personas antes de mí habían logrado pasar. Me asomé al cristal y pude observar con mis propios ojos el motivo aparente de la demora: de 14 cajas disponibles solo 7, la mitad, estaban funcionando. Pasada media hora otra comenzó a brindar servicio, y yo…seguía afuera.

La espera me hizo observar más allá; constantemente personas con saya gris y blusa blanca (uniforme del banco) salían y entraban en el supuesto horario laboral, y no solo ellos, sino también clientes que no pertenecían a la larga fila y accedían al banco sin razón aparente.

La multitud comenzaba a reclamar respuestas. Llegó una de las responsables y achacó la demora al pago de los jubilados que tocaba ese día.  Sin embargo, esta razón no era convincente, pues una caja los atendía directamente. Además, supongo que ese día, en el cual afluyen más clientes, deberían de fortalecer el servicio. Reflexiono, pero callo.

Pienso siempre en que hay alguien peor. La cola de la banca no avanzaba, pues uno de los trabajadores que custodiaba las tarjetas magnéticas que se tenían que entregar ese día no había ido a trabajar. Nadie sabía las causas y él no había dado explicaciones. Los "pobres" que esperaban tenían que hacerlo durante una hora más hasta que se hiciera el traspaso de la custodia de las tarjetas, o eso explicaron.

Veinte minutos más tarde la espera termina, o eso creo. Logro entrar, pero la victoria no llega. Dos cajas para la moneda nacional, después tres, pero aún no era suficiente comparado con la lentitud que caracteriza a los cajeros. Pareciera que es requisito fundamental para optar al puesto.

El tiempo es suficiente para pensar cuánto trabajo se pasa para cobrar un cheque de 350 pesos e incluso para hacer posibles estrategias en mi mente de cómo robaría el lugar, contar las cámaras, ver cuántas personas hay, tonterías que llegan a la mente cuando hay mucho tiempo disponible.

Llama al próximo, y por suerte soy yo. Diez minutos más hasta tener al fin el dinero en mis manos. Un alivio llega y a la vez un pensamiento triste de cuando llegue el momento de cobrar el próximo cheque.

Eran pasadas las 10 y 30, sin dudas llego tarde a mi cita. Me apresuro y aun no comienza, como ya es costumbre en Cuba. Esta vez juega a mi favor que casi todo empiece una hora después.