- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

Las ondas y los misterios

Una parte de la ciencia moderna particularmente apasionante es la de los llamados fenómenos periódicos, y en particular las “ondas”. Se trata de todo aquel hecho físico que se repita en el espacio y el tiempo con una cierta cadencia o frecuencia regular que se puede expresar en términos de “veces por segundo”, o por minuto. Una guagua de un servicio de ómnibus correcto debería aparecer en las paradas con una cierta frecuencia, digamos una vez cada cinco minutos en ciertos horarios de alta demanda. Se trataría así de un fenómeno periódico. Ya sabemos que esa organización perdida de nuestro sistema de transporte tendrá que recuperarse, más temprano que tarde.

Las ondas, por su parte, son fenómenos periódicos que pueden involucrar objetos con masa (“peso” si están en la gravedad de la tierra). De estas, las llamadas sónicas o acústicas involucran, por ejemplo, a las moléculas de gas en el aire y nos permiten “oir”. Una multitud en un estadio de fútbol a veces escenifica ondas que involucran la masa de sus propias extremidades superiores.

Las llamadas ondas electromagnéticas son de otra índole. Lo periódico en este caso es la influencia eléctrica y magnética que pueden ejercer sobre cualquier material. En nuestro universo las ondas electromagnéticas son tan ubicuas que de alguna forma hasta nosotros mismos lo somos. Sin embargo, no las vinimos a conocer bien hasta el último siglo de existencia de la humanidad.

Las que históricamente nos han sido más útiles son las de la luz, que nos permiten ver. Un haz de luz roja repite sus propiedades en el tiempo en la medida que se desplaza en el espacio cada 700 milmillonésimas de metro. Consecuentemente, repite sus propiedades con una frecuencia de nada menos que 400 millones de millones de veces en un segundo. Más modernamente hemos aprendido a usar las llamadas microondas y las ondas de radio.

Todas son portadoras de energía, o lo que es lo mismo: de capacidad de trabajo o acción. Por eso podemos usar la luz para generar electricidad con los paneles solares. La propiedad que determina esa energía es precisamente su frecuencia. Por ejemplo, la luz roja tiene menos frecuencia que la violeta, y consecuentemente la energía que porta es menor. Nos tenemos que cuidar de la luz solar excesiva porque con su energía puede provocar efectos indeseables en nuestra piel.

Una conclusión demasiado simple de lo anterior sería que si vivimos en un entorno saturado por ondas de radio o de microondas, que se generan por muchas fuentes naturales y también por el hombre, tendríamos que cuidarnos también. Afortunadamente estas son periódicas entre un metro y 0.1 milímetros y por ello tienen frecuencias bajísimas de entre 300 y 300 000 millones de veces por segundo. Portan muy poca energía. Nos traspasan porque casi nada en nuestro cuerpo interactúa con ellas. Solo las microondas pueden calentarnos indetectablemente al agitar un poco nuestras moléculas, haciéndolas rotar, o “bailar”. Es verdad que, si se concentran para determinada frecuencia de rotación del agua, la pueden calentar hasta hervir. Es eso justamente lo que ocurre en los hornos de microondas. Pero los demás componentes del horno, que no tienen agua, no se calientan con esas radiofrecuencias.

Para las ondas electromagnéticas los misterios no existen hoy en día. Se las domina intensivamente y logramos con ellas efectos que en tiempos pasados hubieran sido considerados como magia negra. Encender un ventilador con un mando a distancia (basado en luz infrarroja, de menos energía que la roja) puede ser cosa espiritual si no se conoce de las ondas. También hubiera parecido mágico hace un siglo poder tener una videoconferencia con un ser querido en Japón desde Cuba en tiempo real. Eso es posible gracias a las ondas de radio de los teléfonos móviles y las llamadas wifi, entre otras, que están en todas partes.

Si alguien atribuye a las microondas algún daño a la salud estaría refiriéndose a enfermedades masivas, que las padecerían cientos de millones de personas del mundo de hoy, como mínimo. Solo casos muy contados en los que alguien use una onda cuya longitud de repetición (se conoce como longitud de onda) fuera exactamente la de su cuerpo o su cabeza o un múltiplo de ella y esa onda fuera muy intensa, quizás podría sentir alguna sensación al convertirse el mismo en una antena de eficiencia excepcional. Pero haciendo un ejercicio de pensamiento estadístico podemos llegar a la clara conclusión de que en este mar de microondas y ondas de radio en el que vivimos, que todo lo inunda, es imposible lograr algún efecto a no ser que se nos ocurra meter la cabeza o un dedo en un horno diseñado especialmente para ello. Definitivamente, este tipo de onda no porta energía suficiente para alterar el estado de sustancia alguna y solo se puede lograr algún efecto con una concentración extrema y dispositivos muy especiales y evidentes. Estas son verdades de libros de texto elementales.

Cuando se desea colorear con misterio algo relativo a las ondas en estos tiempos se peca de charlatán o embaucador. Si sensaciones de enfermedad descritas por individuos se atribuyen a ataques personales con ondas acústicas o electromagnéticas y se declara expresamente que su naturaleza es desconocida, alguna intención turbia se debe tener para ello. Además, si los síntomas y circunstancias no se dan a conocer transparentemente a investigadores independientes, alguien con una cultura científica elemental sospecha engaño, decididamente.

En el caso que ocupa la prensa sensacionalista actualmente acerca de supuestas afecciones a la salud de funcionarios de algunas embajadas en Cuba se ha llegado a decir que la causa de las mismas es misteriosa. Algunos políticos inescrupulosos han llegado a culpar a los que menos interés podrían tener en hacerlo, que somos los cubanos en Cuba. Este evidente evento de ciencia-ficción con ondas electromagnéticas es usado política y mediáticamente para reforzar políticas históricas que apuestan por aislar a los cubanos de los norteamericanos y coartar nuestras libertades. Así los misterios se disipan automáticamente. Un razonamiento como este solo puede terminar con un final muy usado por un popular periodista cubano: “¡Saque usted sus propias conclusiones!”.