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Italia: Sigilos y asombros

Luigi de Maio, el sábado. Foto: Max Rossi/ Reuters.

Desde que comenzara su carrera política en los años 90, Silvio Berlusconi tuvo algún rol  en los acontecimientos nacionales. Se recuerda aquella  década por las dificultades institucionales y el proceso Manos Limpias, uno entre varios intentos por adecentar las relaciones de poder en Italia, eliminando vínculos entre el crimen organizado y los estamentos de autoridad, o diferentes deformaciones crecidas desde 1947 cuando se crea la República por voluntad popular.

En este momento el magnate de los medios difusivos, ha vuelto a convertirse en bisagra de algunas puertas que no abren precisamente hacia un futuro despejado. Eso piensan muchos  iniciados en las recientes circunstancias al cabo de casi tres meses de intentos para formar un nuevo gobierno.

Las negociaciones entre el Movimiento 5 estrellas, ganadores de una insuficiente mayoría en los comicios del 4 de marzo, con otras formaciones, resultaron infértiles. La situación fue tan tensa que el presidente Sergio Mattarella, conformó un equipo calificado como “neutral”, -al margen de los partidos, se supone- pero ante la posibilidad de verse forzados a repetir elecciones, los grillinos, como también se les dice, por el fundador de ese grupo, Beppe Grillo, y Matteo Salvini, jefe de La Liga (antigua Liga Norte, con larvadas pretensiones separatistas) pidieron una prolongación de los tratos.

El mayor obstáculo para un acuerdo que enlazara a los del  5 Estrellas (M5S), encabezado por Luigi Di Maio, con la coalición de derechas dirigida por Salvini, era el rechazado Silvio Berlusconi, quien luego de intensas maniobras, acopló su Forza Italia a  La Liga. Cuando se daba por imposible un acuerdo, il cavaliere aceptó darle libertad de acción a Salvini para un postrer intento de  concordar un ejecutivo.

Por imprevista coincidencia -o no-, solo horas después, le llega a Berlusconi la absolución de las imputaciones judiciales por fraude fiscal, una de las múltiples causas que arrastrara y, en este caso, impidiéndole ocupar cargos por varios años.

Para quien fuera 3 veces primer ministro se abren diferentes opciones en este momento, incluyendo la de boicotear el acuerdo alcanzado el fin de semana, cuando solo quedó pendiente elegir quién será el jefe del ejecutivo, pues Di Maio y Salvino, llegaron a un entendimiento para ocupar cada uno carteras importantes, pero dejando la principal a otra figura.

Para diferentes observadores no queda claro si llamar a la combinación creada, centro-derecha o solo referirse a lo que emparienta a los dos partidos clasificados en plano de anti-sistema, mas no en términos puramente ideológicos, sino en lo que respecta a las formas de organización gubernativo- administrativas.

Otros interpretan ese tipo de propensiones como “disconformes con el orden político o social establecido, que mediante reivindicaciones o acciones tratan de cambiar”  lo instaurado. Se supone que los del M5S  son progresistas, algo por probar aún, y los de la derecha, tirando a ultra, con este tándem se adentran en el filtro de las verdades a demostrar.

Entre tantos retos para ambos –sobre todo para la ciudadanía- está si mantienen o cambian el publicitado rechazo a permanecer dentro de la Unión Europea. Las dos alineaciones afirman oponerse a la membresía de Italia al Pacto Comunitario, pese a lo cual, es poco probable emprendan tan temeraria aventura, si acaban dirigiendo el país.

Que la derecha optara por un acople con sus oponentes, se explica ante el temor de realizar otro escrutinio pues los sondeos alertan que, de hacerlo, perderían escaños y por lo tanto fuerza decisoria en el parlamento. Sin embargo, no se explica bien el motivo del M5S pues el mismo test demoscópico augura lograrían un mayor puntaje, o, en el peor escenario,  mantendrían lo alcanzado en marzo.

Es cierto que la historia posbélica italiana ha sido muy compleja y con influjos exteriores  fuertes y perjudiciales. Ejemplo inevitable, lo provocado por la Red Gladio, entramado subversivo norteamericano, concebido para impedir el acceso al poder por vía eleccionaria de los comunistas, quienes contaban con la mayor base militante entre todos sus similares en Europa Occidental.

Aquella extraordinaria organización se convirtió en el Partido Democrático, mutado socialdemócrata  y del cual se desgajaron grupos inconformes, dando vida a otras entidades de izquierda. En estas recientes elecciones recibieron una fuerte evidencia de su poca popularidad actual, pero se negaron, a rajatabla, a unirse a los del M5S, ni siquiera como modo para re encumbrarse en las lides de la máxima jurisdicción.

Si a lo largo del tiempo no ha sido feliz el transcurso de estos procesos en Italia, la actual ley electoral parece influir para acrecentar discordias y posibles fracasos al unir fuerzas disímiles. Aprobado bajo mandato de Renzi, la describen como “un sistema mixto, proporcional y mayoritario”. Se supone concebido para dificultar el avance de tendencias como las que, paradójicamente, lograron mayoría de votos en este último certamen ciudadano. El método obliga a crear coaliciones y la conformada es su primer fruto, ya se sabrá si dulce o intragable.

Por estas fechas durante el pasado año, la deuda pública italiana era del 131,8% del PIB (unos 2.263.056 millones de euros). Descendió ya unas décimas, tal como ocurre con el paro laboral (11,3%), pero ambos indicadores son demasiado elevados todavía para una de las principales economías del Viejo Continente, pese a lo alentador de que haya un leve incremento al cabo de 10 años sin crecimiento.

Esos datos sugieren lo oportuno de adquirir  estabilidad y buen timón. Deseable, por lo tanto, que no sobrevengan malas novedades, aunque tantos las estén esperando.