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Sin pelos en la lengua materna

No soñé en azul en mi etapa preuniversitaria, ni mi hombro levitó de orgullo por portar un monograma rojo con la sigla IPVCE. Preferí el verde de la rectitud y la disciplina, que me hacía levitar de orgullo cada vez que alguien me llamaba “Camilito”.

Las pruebas de ingreso a ambos centros educacionales abrazaban un rigor similar, siempre en busca de una integralidad y selectividad, que requerían pasarle mota a varias “descarguitas” por el estudio, y generaban no pocas sudoraciones en los bolsillos de los padres, para corresponder las tarifas de los repasadores.

Por eso hoy me preocupa, como a tantos, la decisión de eliminar los exámenes de Español para ingresar a los Institutos Vocacionales de Ciencias Exactas (IPVCE), según justifican las instancias ministeriales, “para rescatar los objetivos fundacionales de estos centros”, y “a partir de las opiniones de los propios docentes y de las organizaciones estudiantiles”.

La noticia perturba aún más en estos tiempos cuando la lengua materna está llena de “faltantes” en mensajes de textos, correos, informes y hasta documentos legales; y su irrespeto no discrimina títulos universitarios ni doctorales.

No creo que debamos aferrarnos tampoco al argumento que advierte la permanencia de Historia como examen obligatorio, donde se puede evaluar la construcción textual, redacción y ortografía; como si el “Español” se resumiera en estas limitadas variables.

El dominio del idioma es la llave que abre las puertas del intelecto. Algunas cerraduras se vuelven demasiado tercas y no debemos forzarlas con medias tintas y falta de rigor; es el menor de los favores que podemos hacerle a un futuro científico, para que logre ser lo más “exacto” posible. Los exámenes de “Español” son el vehículo más efectivo para conocer si vale la pena la inversión.

Se trata de centros docentes caracterizados tradicionalmente por concentrar la élite del conocimiento estudiantil a este nivel de enseñanza en cada territorio. Hoy se encuentran en un necesario perfeccionamiento, a raíz de deficiencias concentradas en la calidad del proceso formativo. No creo que bajar la varilla sea una solución para aplaudir, cuando lo que hoy se necesita es identificar estudiantes con potencialidades que salten cada vez más alto los límites del conocimiento. Esta medida les niega una excelente oportunidad de mostrar su talento integral.

El sitio web Cubadebate promueve la discusión sobre el tema y para ello ha colocado una encuesta en su plataforma sobre la factibilidad o no de la medida. El 75 por ciento de los usuarios habían mostrado su negatividad al respecto. Oído al tambor.

Por lo pronto, si las cosas no cambian, en cualquier momento tocará las “puertas” de mi conciencia aquel Sargento Instructor de Primera que dejó plasmado en mi tarjeta de reportes un “Moberce en firme”, que jamás olvidaré. Llegará con pose de Galileo Galilei y mirada vengativa restregándome un papelito con la siguiente escritura: “Biste, lo inportante es qe se mueba”.

(Tomado de ¡ahora!)