El conocimiento del casi millonario currículo de Desiderio me provocó dos comentarios. El primero es que me recordó la petición que hizo James Joyce de un ser humano dedicado de por vida a leerlo. No menos haría falta para devorar y asimilar como Dios manda todos lo extraordinarios materiales propios traducidos que Desiderio ha estado dando a conocer durante cerca de medio siglo.
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