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La Revolución de Octubre y los primeros pasos de la economía socialista en la URSS (III)

IV

Como ya se expresó anteriormente, para Preobrajensky el ahorro forzoso de la clase que podía generarlo podía lograrse no solo a través de los impuestos, sino mediante una política que permitiera vender a altos precios los bienes de consumo, personales y productivos (nacionales e importados) y comprar a precios comparativamente más bajos, los productos agrícolas para consumirlos o exportarlos.

Sin embargo, es conveniente destacar en relación con lo que históricamente ocurrió después, que: “…Preobrajensky no defendía ni la aplicación de métodos de violencia contra los grandes productores no socialistas, ni el ascenso de un grupo de la sociedad (obreros industriales) al rango de nueva capa privilegiada, aunque nada menos que un opositor como Bujarin lo acusaba de esto.”[1]

La aplicación de esta política suponía un sinnúmero de problemas prácticos, especialmente los referidos a su diferente efecto en el tiempo.

En tal sentido fueron numerosas las discusiones relacionadas con las presiones inflacionarias que se generarían vinculadas a la demora en la maduración de las inversiones y sus consecuencias para todos los consumidores.

Bujarin expuso sus objeciones a las tesis de Preobrajensky en numerosos artículos y discursos, aunque se citan como los más representativos de sus opiniones los ensayos “El auge económico y el problema del bloque obrero-campesino” publicado en la revista Bolchevik en 1924 y “Notas de un economista: Con motivo del nuevo año económico” publicado en Pravda en 1928.[2]

Este notable bolchevique realmente había evolucionado de posiciones de ultraizquierda antes de la implantación de la NEP, al apoyo entusiasta de su aplicación, que lo llevarían en 1929 a ser acusado de impulsar lo que entonces se llamó la “desviación de derecha”, en contraposición a la Oposición de Izquierda encabezada por Trotsky y Preobrajensky con anterioridad.

En las objeciones de Bujarin a Preobrajensky aquel puso mucho énfasis en los aspectos morales que, según su opinión, eran infringidos por las tesis de Preobrajensky al propiciar un enfrentamiento entre los obreros y los campesinos el cual podía degenerar en una nueva guerra civil.

Para Bujarin la NEP había dejado de ser un retroceso táctico, y en 1925 escribiría: “Nosotros pensábamos que era posible destruir las relaciones de mercado de un golpe e inmediatamente: Resultó que debemos alcanzar el socialismo a través de relaciones de mercado, no por otro camino”.[3]

En este punto vale la pena señalar que a pesar del peso que otorgaba Bujarin a los factores morales, nunca reparó en las consecuencias del desarrollo de las relaciones de mercado sobre la conciencia de los trabajadores.

A diferencia de Preobrajensky, Bujarin no consideraba que fuera posible violentar el intercambio de equivalentes que suponía la vigencia de la ley del valor en las relaciones entre el sector socialista y el campesinado y, por lo tanto, impugnaba la existencia de la ley de la acumulación socialista originaria.

En este sentido su argumentación se basaba en la necesidad de mantener un crecimiento económico equilibrado entre los distintos sectores de la economía, a lo que se añadía —con mucha fuerza— su argumento de que debía preservarse a toda costa la alianza entre obreros y campesinos.[4]

Consecuentemente Bujarin valoraba la política a aplicar para el desarrollo de la industria como una continuidad de la NEP.

De tal forma, para este economista soviético las fuentes de la acumulación industrial debían buscarse en la creciente rentabilidad de la industria estatal; en los impuestos progresivos sobre la renta de los elementos capitalistas acomodados; y a partir de los ahorros voluntarios de la banca y las instituciones de crédito basados en los depósitos de los capitalistas y los campesinos.

Llama la atención también que Bujarin interpretara la acción de la ley del valor como expresión de la ley general de la distribución del trabajo en la sociedad, por lo que asignaba implícitamente un papel central a la planificación y no al libre juego de las fuerzas del mercado. Sin embargo, su razonamiento llevaba a la conclusión —por absurdo que pueda parecer— de que solo a través del mercado se llegaría a la planificación. [5]

A diferencia de este enfoque, Preobrajensky enfocaba desde otro punto de vista las relaciones monetario-mercantiles y su posición no resultaba visiblemente contradictoria con la planificación.

Las tesis de Bujarin en su polémica con Preobrazensky adolecieron de no pocos aspectos que debilitaban su argumentación a favor del socialismo.

Desde el punto de vista político sus posiciones lo llevaron a proclamar el apoyo abierto a los sectores potencialmente más antisocialistas del campesinado. En tal sentido su apelación llamando al enriquecimiento de los agricultores mostró la inmadurez con que abordó el debate en más de una ocasión.[6]

En síntesis, las concepciones de Preobrajensky se identificarían más con los problemas típicos de los procesos de desarrollo a enfrentar por los países subdesarrollados años después, y situaron en primer plano los temas teóricos y prácticos del proceso de industrialización basado en los recursos del socialismo en un solo país caracterizado por la preeminencia del campesinado. Su identificación del excedente agrícola como la alternativa fundamental para acelerar la acumulación en la industria socialista demostró su base racional en el propio desarrollo industrial de la URSS, aunque los métodos y procedimientos empleados por Stalin para ello no fueran en absoluto los propuestos por este autor.

Por su parte, las tesis de Bujarin llevaron a un primer plano la discusión sobre la necesidad de un desarrollo equilibrado, elaborándose a partir de la experiencia de la NEP lo que pudiera ser la base de lo que posteriormente sería el modelo de socialismo de mercado.

Paralelamente a este debate centrado en Bujarin y Preobrajensky, una de las personalidades que se pronunció desde un inicio a favor de una industrialización acelerada y en pro del empleo de la planificación fue Trotsky. No obstante, la expresión de sus opiniones se produjo solo a partir de 1923 en el contexto de su polémica con prácticamente el resto del buró político del partido en torno a la teoría de la revolución permanente[7] —defendida por Trotsky— y la tesis del desarrollo del socialismo en un solo país apoyada básicamente por Bujarin y Stalin.

En general, aunque Trotsky solo participó en la polémica de los años 20 como parte de su enfrentamiento político en la máxima dirección del Estado soviético de entonces,[8] formuló interesantes consideraciones sobre la política económica en esos años, las cuales no deben ser ignoradas.

Al respecto el economista argentino Claudio Katz ha resumido: “El programa que concibió Trotsky en su madurez representaba una síntesis depurada de los dos proyectos en debate. El creador del Ejército Rojo avaló primero la industrialización acelerada, cuestionando la transformación agraria paulatina (1925-1928). Pero luego se opuso al desarrollo fabril desproporcionado basado en la colectivización forzosa […] Trotsky proponía armonizar un salto en la «acumulación socialista» con medidas de transformación gradual en el campo y desarrollo mercantil en las ciudades.”[9]

V

 La riqueza de la polémica  que se desarrollo en la URSS durante estos años fue sin dudas extraordinaria, pero la profundidad en el tratamiento de temas que resultarían medulares no tuvo la necesaria continuidad posteriormente en los debates sobre las sucesivas reformas económicas que se emprendieron en el país.

Muchos de los aspectos tratados por Bujarin y Preobrajensky y en diversa medida por Trotsky, así como por sus seguidores, mostrarían notables puntos de coincidencia, lo que hace muy difícil a veces identificar el fondo de la discusión y mucho más difícil aún opinar quién tenía la razón y quién no en cada coyuntura histórica concreta.

Una idea sobre la complejidad del asunto la revela el hecho de que todavía hoy las discusiones en torno al papel y límites entre el mercado y la planificación; la relación entre la política económica y el avance social y el desarrollo de la agricultura en las condiciones del socialismo –entre un conjunto de temas esenciales- siguen sin encontrar una solución definitiva probada en la práctica de una construcción socialista exitosa.

Por otro lado, no es posible ignorar –más allá de sus aciertos y errores- que estas discusiones enfocaron creativamente y por vez primera los problemas de la teoría del desarrollo contemporáneo y en ellas se focalizaron claramente los ejes centrales del debate acerca de la construcción del socialismo.

En este sentido es necesario apuntar que si bien su desenlace no produjo los resultados esperados, fue precisamente el abandono de estos debates y su proscripción lo que condujo a posiciones que acabarían tributando al fracaso de la experiencia del socialismo en Europa. Resulta así que es en el análisis de los problemas que se enfrentaron y sus soluciones –fallidas o no- donde se encuentra la mayor utilidad de su estudio para todas las experiencias posteriores

Es así que múltiples temas merecen revisarse y estudiarse a fondo. Entre ellos destaca la supuesta solución a los problemas agrícolas mediante la colectivización forzosa que se aplicó –bajo la dirección de Stalin- entre 1928 y 1934, que nada tuvo que ver con las ideas de Lenin sobre la cooperación, lo que trajo como consecuencia que los problemas de la producción de alimentos nunca tuvieran una solución viable en el modelo soviético. Por otro lado, el ritmo de industrialización que el país asimiló a partir de 1928, si bien creo las bases para elevar el nivel de la seguridad nacional, también llevó a una compresión notable del consumo y el nivel de vida de la población, que se vio reducido durante la década de los años 30 y nunca alcanzó los niveles que le correspondían en una sociedad cuyo objetivo debía ser el desarrollo pleno del hombre.

Igualmente, no es posible olvidar la fractura de las prácticas democráticas consustanciales al socialismo, la violación de la legalidad y la represión injustificada durante el gobierno de Josef Stalin, así como sus consecuencias para la vida de los soviéticos, las que no pudieron ser superadas en los últimos 30 años de existencia de la URSS, contribuyendo indiscutiblemente y en buena medida a su desaparición.

Finalmente, la descomposición de la capa dirigente que alcanzó su grado mayor en los años del gobierno de Mijail Gorbachov (1985-1991). Bajo consignas populistas, introduciendo prácticas capitalistas en todas las esferas de la vida social y traicionando definitivamente las ideas del socialismo, ese equipo de personas condujo el país a su desintegración y a la aplicación de las políticas neoliberales más intensas, colocando a Rusia -en muchos aspectos- en el escalón los países capitalistas llamados emergentes y subdesarrollados en el mundo.

Como bien señalara el Comandante en Jefe Fidel Castro en su medular discurso del 17 de noviembre del 2005, fue un error pensar que alguien sabía realmente como se construía el socialismo, al tiempo que advertía como con los errores de los revolucionarios se podía destruir la Revolución.

El proceso de construcción de una sociedad superior mostró en los años transcurridos desde el triunfo de la Revolución de Octubre, la enorme complejidad de la tarea, la tendencia a la subestimación de los obstáculos a enfrentar y los peligros que se encuentran en el uso de las armas melladas del capitalismo para tratar de avanzar hacia un estadio superior de la vida del hombre, sin tomar en cuenta la contradicción que ello implica.

Resulta indispensable entonces estudiar críticamente la historia para aprender de los errores cometidos, pues ignorarla puede condenarnos a repetirlos.

Noviembre 24 2017.

[1] Alexander Erlich “La polémica acerca de la industrialización en la URSS 1924-1928” Polémica, Editorial de Ciencias Sociales, Instituto del Libro, La Habana, tomo I, p. 73.

[2] Sobre este último trabajo, Stephen Cohen señala que a pesar de ser la exposición más completa de sus ideas, carecía de la profundidad teórica de sus obras principales. Ver de S. Cohen “Bukharin and the Bolshevik Revolution” Oxford University Press, Oxford, 1980.

[3] N. Bujarin “El camino al socialismo y la alianza obrero campesina” (1925). Citado por Moshe Lewin en “Stalinism and the Seeds of Soviet Reform” Pluto Press & M. E. Sharpe, New York, 1991, p. 46.

[4] Muchos años más tarde y al referirse a estos temas tratados por Bujarin, el Che subrayaba: “Las relaciones entre el pequeño campesino que “genera capitalismo a cada minuto” y la clase obrera son antagónicas; la clarividencia política y la fuerza del poder proletario puede atemperar estas y convertirlas en no antagónicas, pero eso es un trabajo político. Las relaciones económicas marcan el antagonismo.” Ernesto Guevara “Apuntes críticos a la Economía Política”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006, p. 101.

[5] Según S. Cohen, Bujarin concluiría: “Mediante la lucha en el mercado (…) mediante la competencia, las empresas cooperativas y el Estado desalojarán a su competidor, es decir, al capital privado. Al final, el desarrollo de las relaciones de mercado se autodestruye (…) y antes o después se extinguirá el mismo mercado (…) Resulta que llegaremos al socialismo precisamente a través de relaciones de mercado…” S. Cohen, Op. Cit. p. 200

[6] En abril de 1925 Bujarin había proclamado que había dejar que los campesinos se enriquecieran.  Posteriormente tendría que modificar esta posición. Ver Nove Op. Cit. pp. 118 a 126.

[7] Esta tesis partía de que para que triunfara el socialismo en la URSS, debía también triunfar la revolución en Occidente.

[8] Sobre la no participación activa de Trotsky en las polémicas económicas de los años 20, se ha señalado: “Faltaba en suma a Trotsky la capacidad de percibir el carácter específico del momento político que cambiaba, la capacidad, que había sido peculiar del genio de Lenin, de combinar la paciencia con la audacia del revolucionario, las dotes del táctico y las del estratega.” Giuliano Procacci “La discusión sobre la revolución permanente” y “El debate sobre el trotskismo” en Leon Trotsky, Nicolas Bujarin, Grigori Zinoviev: El gran debate (1924-1926) I, en “La revolución permanente, Siglo XXI, Madrid, 1975, p. 14.

[9] Claudio Katz “El porvenir del socialismo” Imago-Mundi Herramienta, Buenos Aires 2004, p. 140.