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Quien mendigue al imperio, merece el mayor desprecio

Quien mendigue, adule o rinda cuentas al imperio de Estados Unidos, el más feroz e inhumano de la historia, no merece respeto alguno, y sí el mayor desprecio.

El mundo, en general, y Nuestra América, en particular, conocen  muy bien y han vivido los horrores cometidos por los sucesivos regímenes norteamericanos, que han persistido hasta hoy en imponer  su  hegemonía internacional a cualquier precio, incluido el de la muerte de millones de seres humanos.

No pretendo hacer de este trabajo una relación de dignatarios, funcionarios,  políticos, mercenarios disfrazados de supuestos opositores, y de ingenuos mal intencionados o no, porque la lista sería algo extensa, y al decir de un viejo proverbio popular: “a quien le quepa el sayo, que se lo ponga”.

Sin embargo, sí vale referir  que es imperdonable y despreciable que “personalidades” de la Patria Grande” aún, en estos tiempos, sirvan a los intereses de Estados Unidos o se arrodillen de una forma u otra, como lo han hecho y siguen haciendo no pocos en la actualidad.

Es inexcusable además rendirle cuentas al poderoso, pero decadente imperio del Norte, o darle explicaciones que para nada  merece sobre asuntos regionales  o internos de naciones soberanas e independientes, que pueden ser resueltos sin su injerencia.

Pregunto: ¿el Pentágono y la Casa Blanca  ofrecen explicaciones cuando emprenden guerras sangrientas, bombardean a civiles inocentes, incitan la violencia, espían, sancionan a países o bloquean a pueblos para rendirlos por hambre?

Pues claro que no, nunca lo han hecho ni lo harán, y en el mejor de los casos mienten insolentemente para justificar su postura agresiva y hegemonista.  Ni siquiera respetan a las instituciones internacionales, entre ellas la mayor de todas, la Organización de Naciones Unidas, nacida para que supuestamente la paz reinara en el planeta tierra.

Algo más: quién dijo que Washington es la capital de mundo. ¿Por qué a la Organización de Estados Americanos (OEA) aún se le permite tenga su sede allí, y a la ONU en la ciudad de Nueva York?

Y continúo con otras interrogantes: ¿Por qué tenemos que seguir viajando a esas urbes norteamericanas para pretender resolver problemas  de los  países del Sur  provocados o alentados por  el imperio y sus aliados ricos?

El Héroe Nacional cubano José Martí, conocedor del “Monstruo”, como le llamó a Estados Unidos, afirmó que “los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan”.

El revolucionario y Guerrillero Heroico argentino-cubano Ernesto Che Guevara,  asesinado hace 50 años en Bolivia por orden de Washington, pronunció esa frase que hoy tiene más vigencia que nunca: “no se puede confiar en el imperialismo ni un tantico así, nada”.

Otro gigante de los siglos XX y XXI, el  líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, quien venció a una decena de emperadores del “Monstruo”,  no cedió ni un ápice ante las constantes amenazas, las agresiones y la guerra económica, comercial y financiera que Estados Unidos todavía mantiene a la mayor de las Antillas.

La firmeza de Fidel y de los principales dirigentes de la Revolución, ejemplos para su pueblo, doblegó a los adversarios del Norte, que únicamente son capaces de entender cuando se les riposta con valentía y coraje.

Solo con arrojo y acompañado de la necesaria unidad entre los pueblos y gobiernos dignos puede detenerse la cada vez más  ferocidad del imperio, enfermo de rabia porque ve venir su desmoronamiento con la inminente muerte del mundo unipolar.

Los endebles y los monigotes del “Monstruo” terminarán, como siempre, en el basurero de la historia.