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Si el hombre tuviese estatutos, serían los de Thiago

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Poeta Thiago de Mello en Casa de las Américas, Cuba. Foto: Abel Carmenate / Archivo

Para Alejandrito

Una tarde del verano por 1974 caminando hacia la casa de un amigo que vivía en el Náutico vi que un señor con una larga cabellera blanca, todo vestido de blanco, que subía en el jardín de la casa a un cocotero sin zapatos. Me impresionó la destreza con la que se trepó y me llamó casi más la atención que la blancura del atuendo no perdió esplendor. Por esa época estaba en una secundaria en el campo y nada más de ponerme cualquier cosa esta se ensuciaba de tierra.

Han pasado unos cuantos años, aquella persona era uno de los grandes poetas de América; Amadeu Thiago de Mello[1]; y el día fue memorable, pues a los escasos 14 años que cargaba sobre las espaldas terminé siendo testigo de un recital del poeta brasileño y desde la guitarra le contestó otro poeta: Silvio Rodríguez.

Thiago nació en Brasil, en el Amazonas, el 30 de marzo de 1926 y por estas fechas ha rebasado los 91 años. Vivió de niño en Manaus y al terminar la escuela primaria se fue a Río de Janeiro. Después intentó ser médico en la Escuela Nacional de Medicina, pero abandonó los estudios para dedicarse al difícil e incierto camino de ser escritor.

En 1951 publicó su primer texto en versos, El silencio y la palabra, y para la crítica literaria se ganó el epíteto de ser "... un poeta de la verdad, y rara en este momento, es decirla"[2], sentencia que ha mantenido durante toda su carrera.

Varios años disfruté de su amistad, durante sus regresos a Cuba -gracias a la gentileza de Aida Santamaría Cuadrado que nos juntó en varias ocasiones-, y  supe que había estado preso en 1964, que se tuvo que ir al exilio en Chile, que fue amigo allí de Pablo Neruda y Violeta Parra, que comenzó a partir de ese momento un largo peregrinar de su vida por Alemania, Argentina, Francia y Portugal. Cuando el régimen militar llegó a su fin, volvió a su pueblo, Barreirinha, en el Amazonas y allí vive aún.

En su larga vida ha publicado doce libros de poesía y siete de prosa.

La amistad es un privilegio, Cuba y la Casa de las Américas son también sus amigas. El poeta lo ha dejado claro durante muchos años y lo refrendó aún con más ahínco cuando donó los honorarios que le correspondieron por participar en la primera Bienal del Libro de Amazonas a la causa para la liberación de los 5 antiterroristas cubanos que por aquel tiempo guardaban prisión en los Estados Unidos[3].

La Casa incluyó en su colección Palabras de nuestra América a Thiago de Mello, en un maravilloso disco el poeta lee su obra y además lo honró   concediéndole la medalla Haydeé Santamaría en 1989. Ella fue una persona especial con la que tuvo una gran cercanía y con quien Thiago compartió sus preocupaciones sociales.

Nació poeta, sus textos transpiran pasión, espontaneidad, autoctonía y autenticidad, está presente en ellos una perseverancia melancólica que ponen al ser humano en el centro de su eje creativo, en su preocupación principal y en comunión con la ética, la libertad y el amor.

Los Estatutos del Hombre es un poema clásico de la literatura brasileña contemporánea y es una obra de la esperanza; clamor, movimiento en el que la verdad se refleja como en un espejo del que irradia una rara ternura.

Evidentemente este poeta es muy valiente al clamar que el ordenamiento y obligación del hombre sean la libertad, la felicidad, el mejoramiento humano y el respeto al ser.

Otra cuestión que llama la atención de la obra de Thiago de Mello es su delicada sencillez, expresada como definición mayor a la que aspira cada poeta, llegar al hombre y describir sus circunstancias y anhelos con las palabras de la realidad cotidiana.

Los estatutos… son realmente subversivos y tal vez debieran ser Ley universal, porque si se refrendasen como hechos inviolables el amor, la esperanza, la sinceridad y la felicidad de los habitantes del planeta, seríamos realmente inocentes hasta el fin de los tiempos, ajenos a la maldad, la envidia, la mentira y la engañosa “libertad” alcanzaría un sentido otro.

¿Llegará al porvenir este tremebundo texto casi olvidado por nuestros adolescentes, jóvenes y adultos, en estos tiempos de nuevos Dioses que adorar, inefables aparatos que nos otean y con el reinado de los 140  caracteres?

No sé, clamo porque se borre de golpe la estulticia y que los hombres tengamos los estatutos que claman estos versos.

He “arrastrado” desde que me aprehendí al poema una pequeña sorpresa, descubierta por quizás por maña y no por sapiencia; el poeta invita con la fortaleza de los vientos y de la foresta de la madre Tierra al delirio que da el tesón para hacer realidad la frase de “…que los locos lo han perdido todo, menos la razón”[4].

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Los estatutos del hombre [5]

                                                                             A Carlos Heitor Cony[6]

Artículo 1.
Queda decretado que ahora vale la vida,
que ahora vale la verdad,
y que de manos dadas
trabajaremos todos por la vida verdadera.
Artículo 2.
Queda decretado que todos los días de la semana,
inclusive los martes más grises,
tienen derecho a convertirse en mañanas de domingo.

Artículo 3.
Queda decretado que, a partir de este instante,
habrá girasoles en todas las ventanas,
que los girasoles tendrán derecho a abrirse dentro de la sombra;
y que las ventanas deben permanecer el día entero
abiertas para el verde donde crece la esperanza.

Artículo 4.
Queda decretado que el hombre
no precisará nunca más dudar del hombre.
Que el hombre confiará en el hombre
como la palmera confía en el viento,
como el viento confía en el aire,

como el aire confía en el campo azul del cielo.

Parágrafo único:
El hombre confiará en el hombre
como un niño confía en otro niño.

Artículo 5.
Queda decretado que los hombres
están libres del yugo de la mentira.
Nunca más será preciso usarla coraza del silencio
ni la armadura de las palabras.
El hombre se sentará a la mesa con la mirada limpia,
porque la verdad pasará a ser servida antes del postre.

Artículo 6.
Queda establecida, durante diez siglos,
la práctica soñada por el profeta Isaías,
y el lobo y el cordero pastarán juntos
y la comida de ambos tendrá el mismo gusto a aurora.

Artículo 7.
Por decreto irrevocable
queda establecido
el reinado permanente
de la justicia y de la claridad.
Y la alegría será una bandera generosa
para siempre enarbolada en el alma del pueblo.

Artículo 8.
Queda decretado que el mayor dolor
siempre fue y será siempre
no poder dar amor a quien se ama,
sabiendo que es el agua
quien da a la planta el milagro de la flor.

Artículo 9.
Queda permitido que el pan de cada día
tenga en el hombre la señal de su sudor.
Pero que sobre todo tenga siempre
el caliente sabor de la ternura.

Artículo 10.
Queda permitido a cualquier persona,
a cualquier hora de la vida, el uso del traje blanco.

Artículo 11.
Queda decretado, por definición,
que el hombre es un animal que ama,
y que por eso es bello,
mucho más bello que la estrella de la mañana.

Artículo 12.
Decrétese que nada estará obligado ni prohibido.

Todo será permitido.

 Escrito en Quinta Normal, Santiago de Chile, abril de 1964.

Referencias:

[1] Es hermano del músico Gaudencio Thiago de Mello.

[2]Según Sergio Milliet da Costa e Silva (1898-1966) escritor, crítico de arte y pintor brasileño.

[3] Ver: http://www.josemarti.org.br/ver-todos-manifestacoes-mocoes/2003-poeta-brasileno-de-mello-ratifica-respaldo-a-antiterroristas-cubanos yhttp://www.cubadebate.cu/especiales/2012/01/08/cartas-cruzadas-tony-guerrero-y-thiago-de-mello-intercambian-poemas-y-carinos/#.WV1DS7mLyKE

[4] Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) importante escritor y periodista británico de inicios del siglo XX.

[5] He utilizado la traducción de Mario Benedetti.

[6]Carlos Heitor Cony, escritor brasileño, participó en 1967 como miembro del jurado del concurso Casa de las Américas.