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Fantasmas en Cabecito y el tabaco gris en Jagüey

lengua-espanolaA mediados de los años 80 del siglo pasado la Doctora en filología Raquel García Riverón empezó a “comerme el coco” con la idea de hacer el Atlas Lingüístico de Cuba. Ella decía que íbamos a crear un equipo de lingüistas (1) que “patearía” toda la geografía cubana y que lograríamos describir las variantes geolectales del español de Cuba. Me convertí en su primer reclutado y finalmente, después de años en los que no faltaron desde dudas gnoseológicas hasta petulancia cartesiana, el Atlas Lingüístico de Cuba se hizo realidad cuando se presentó al público (2) un 30 de noviembre del 2013.

Aquella tarde cayó un aguacero tan grande que algunos no pudimos llegar, agua para limpiar el destino diría un amigo, y el auditorio se garantizó, por suerte, gracias a que se presentó en la sede del Instituto de Literatura y Lingüística, durante la clausura de la VIII Conferencia Internacional Lingüística 2013.

El Atlas es y será un valioso instrumento que, no solo resume más de 40 años de esfuerzos y trabajo, sino que también se une a sus similares de Hispanoamérica en el afán de describir y, mediante una representación cartográfica, demostrar las variantes y formas del Español hablado en Cuba, sus particularidades, diversidad y riqueza, en el momento en que fueron realizadas las encuestas. ¿Fotografía solo?, preguntarán algunos. Nada es perfecto, sobre todo si es el primero.

Recuerdo que entre los meses de septiembre y octubre de 1988 desandábamos por Holguín, concretamente entre los municipios de Calixto García y Cueto, si bien buscábamos caracterizar, desde el punto de vista lingüístico, la zona bajo observación no se pasaba por alto los aspectos etnológicos y folklorísticos que nos íbamos encontrando y uno de ellos nos llamó la atención: la presencia de fantasmas.

Según consta en la literatura hebrea, Lilith fue la primera esposa de Adán, estaban hechos ambos con arcilla, ella era hermosa y tenía un espíritu libre. Pero Adán y Lilith nunca estuvieron en paz, eran una pareja dispareja, tenían muchas contradicciones y ella decía, todo según la leyenda: “Yo también fui hecha de polvo y por consiguiente, soy tu igual".

Tal vez el desliz originario venga de su nombre, pues en sumerio (3) la palabra “Lil” significa “aire”, y se considera el término más antiguo relativo a Lilith o “Lili”, que se infiere sea el étimo de la actual palabra “espíritu”. ¿Se nos puede ocurrir que exista algo más libre, etéreo e intangible que el aire o el espíritu?

Dicen que Lilith, cansada de que Dios no atendiera sus reivindicaciones se marchó del Paraíso y entonces Adán recibió una nueva compañera, Eva, creada a partir de una de sus costillas, y por lo tanto más de él y más sumisa.

Lilith pasó entonces a ser un personaje de los libros canónicos, fue representada como un espectro de mujer, de muy rara belleza, que aparecía durante las noches y desempeñaba el mismo papel del demonio; como tal era temida y respetada.

Los brujos, cuando empezaron a ser muchos, fueron divididos en tres grupos, según el momento del día en el que hicieran su aparición y el TALMUD (4) describe que los fantasmas del mediodía son los más temidos y respetados, porque sorprenden a los humanos durante la siesta. Esta es la leyenda en una parte del mundo.

Pues andando por la zona de Cabecito en el municipio de Calixto García, en los avatares del Atlas, una calurosa tarde y precisamente a la hora de la siesta, nos recostamos en un taburete al horcón de la casa y una persona que entrevistábamos (5) nos relataba que: “…antes se dice que había brujas en esta zona que durante la siesta se llevaban a los niños para el caballete (6) de las casas y cantaban durante un rato una canción rara, sin letra. Esto pasaba cuando las madres no atendían bien a los hijos. Había hombres que tomaban también esa profesión, la de brujos, pero eran los menos. El ruido que hacían al volar, era muy parecido al de las sábanas puestas a secar en las tenderas. Eso me lo contaba mi papá”.

Encontramos otro testimonio parecido a este, pero esta vez contado por una mujer, que difería del anterior en lo referente a que no había hombres con profesión de brujos, sino que solo eran mujeres.

Cuando terminábamos el trabajo, nos reuníamos a comparar lo que habíamos encontrado y al contar a mis compañeras de viaje estas pruebas, ellas se pusieron en alerta y comenzaron a hacer incidentalmente la misma pregunta y; aunque salió en dos encuestas más, ya esto aparecía solo como referencia al pasado iletrado, o sea nos quedamos sin fantasmas tan pronto como aparecieron.

Mirando los apuntes de la época, otra curiosidad que encontré, fue acerca de la variabilidad geográfica al nombrar e identificar los colores.

La cualidad perceptiva del color tal vez sea la que más obviamente experimentamos de manera subjetiva, pues el color no existe como tal en la realidad física, sino como variación en la percepción de las longitudes de onda de la luz visible, que solamente tiene entidad en cuanto a fenómeno psíquico que es, aunque hagamos juicios sobre los colores en todo lo que nos rodea. Y tal es así que, conozco a alguien que pregunta a su amada, diariamente, qué color viste; aclaro que están lejos uno de la otra.

En el lejano siglo XVII, Isaac Newton (7) , descubrió que la luz blanca podía descomponerse mediante un prisma triangular en una banda de siete colores que reconocemos como espectro y que se ordenaban de acuerdo con su longitud de onda en varias sensaciones cromáticas. Esto se produce dado a que, en el fondo del ojo existen millones de células especializadas en detectar las longitudes de onda procedentes de nuestro entorno y las mismas recogen los diferentes elementos del espectro de la luz solar, la transforman en impulsos eléctricos y más tarde el cerebro se encarga de hacer consciente en nuestra percepción del color.

El caso es que nos encontramos una curiosa forma de identificación del color por la zona de Jagüey Grande respecto al marrón, también conocido como castaño o carmelita. Habíamos leído que los colores tienen una distinción geográfica, mirando varios atlas españoles e iberoamericanos, y el castaño, color de la cáscara de la castaña, que es un galicismo, se usa –como color- para distinguir el pelo, por ejemplo; pero nunca para hacer alusión a una tela. No vemos que sea usual o común que la tela sea de color castaño y el pelo de color carmelita o marrón, sino viceversa; aunque en la zona oriental de Cuba sea más habitual que el color carmelita se identifique como marrón.

El asunto fue que, buscando determinar el uso geográfico del color, al hacer la pregunta a una persona aludiendo al carmelita, la misma respondió: ah, ese es el gris.

Fue muy sorprendente, pues etimológicamente el gris es resultante de la mezcla del blanco y el negro y su vocablo tiene origen germánico, bastante lejano de un étimo de origen castellano. Para espantar toda duda, le enseñé el puro que guardaba en mi bolsillo y le pregunté ¿de qué color es el tabaco? La persona, como si estuviese hablando del obvio color del cielo respondió: El tabaco es gris.

No fue esta respuesta un hecho aislado, varias personas entre un grupo generacional determinado, mayores de 60 años, respondieron siempre de la misma forma así que al final decidimos dar como válido que en aquel lugar el gris era el marrón o castaño o carmelita.

Durante mucho tiempo traté de explicarme la razón por la que el gris era carmelita o marrón para aquellas personas, no la he encontrado aún y en realidad, me embarqué en otros proyectos que me hicieron apartarme de la incesante búsqueda de respuestas a aquellas interrogantes que me hicieron perder el sueño durante casi una década.

La leyenda y el mito hebreo cruzaron el mar para, como aquellas brujas en Cabecito, volar hasta nuestros días y tal vez hasta degustar en el caballete de alguna casa, acompañada de una taza de café, un buen tabaco gris.

Notas: