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Goles son amores: La imagen falsa

Draxler se marcha entre varios jugadores chilenos. Foto: Martin Meissner/ AP.

Draxler se marcha entre varios jugadores chilenos. Foto: Martin Meissner/ AP.

La imagen es la siguiente: Julian Draxler deja en el suelo a Vidal y, detrás, corren Paulo Díaz y Pablo Hernández. Draxler ha llegado a esta Copa Confederaciones para deambular y asociarse indefinidamente; para dejar rivales respirando contra el césped y para, en última instancia, tirar algunos penaltis. El del PSG entiende que, a ese nivel, deshacerse de todos los contrarios es un protocolo absurdo. Sabe que el fútbol se va volviendo absurdo con el tiempo. O se va volviendo menos fútbol.

El Draxler de esta selección quizás sea la variante señorial del nuevo jugador alemán o, lo que es lo mismo, un tipo fuera de época: su estirpe lleva el halo de las transiciones, de la sucesión. En el 3-4-2-1 que dispuso Löw sobre el terreno contra Chile, Draxler metió la pierna como el Ballack mixto; pisó el balón como el Schweinsteiger de las bandas; gritó como el Torsten Frings del 2006; corrió como el Bernd Schneider de 2002. Para que todo fluyera como era debido, y entonces, el ex del Wolfsburg liderase el cambio, debió haber sido convocado por primera vez a la selección después de la Euro de 2004, cuando Klinsmann llegó a la Mannschaft. Draxler por aquellos días había jugado su último partido con la sub-9.

En palabras del técnico, la Copa Confederaciones es un “regalo”. La lista de los campeones del mundo, previo al torneo, tiene a solo siete futbolistas (33%) con más de diez partidos en la selección y solo cinco han cumplido más de veinticinco años (23%). Es esta, para Löw, la manera de responder ante un obsequio: instaurar, mediante lo imberbe, los antecedentes de lo que vendrá; sacar la libreta de anotaciones y dibujar figuras, como cuando uno habla por teléfono pero quiere entretenerse en algo más; dosificar minutos; hacer cumplidos; poner manos en los hombros y acostarse a dormir, a fin de cuentas, tranquilo.

Draxler, en esta selección de 21 jugadores (tan veraniego fue el DT a Rusia, que se lesionaron Sané y Demme y no convocó sustitutos), representa un atuendo comunal, una solución válida para infinitas situaciones: malcriar al atacante depurado que acabaría, llegado el momento, resolviéndolo todo. “Muéstrale al mundo que eres mejor que Messi y que puedes definir el Mundial”, le dijo Löw a Götze veinticinco minutos antes de que enviara al fondo de la portería de Romero un centro de Schürrle.

Todavía es temprano para similares cortesías. Quizás no hagan falta y los teutones terminen ganando el trofeo con facilidad o perdiéndolo holgadamente. Una opción no es, ni de cerca, menos atractiva que la otra.

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En resumen, lo más importante del parejo encuentro entre Alemania y Chile, probablemente haya sido que Alexis Sánchez marcó el gol 38 con la camiseta de su país (se convirtió en el goleador histórico) y, por el otro lado, que durante los noventa minutos el técnico germano no cambió a nadie, tal vez porque leyó, casi a la perfección, algo que mencionaría después en la rueda de prensa: “automatismos afinados”.

Volviendo a la imagen: Julian Draxler deja en el suelo a un Vidal que, si no es por algunos goles y asistencias de Cristiano Ronaldo sería, hasta el momento, el mejor jugador de la Copa Confederaciones. Contra Alemania volvió a ser ubicuo y ensanchó su radio de acción hasta cada parte del campo, como si fuese el gimnasta que, en los ejercicios a manos libres, debe viajar a lo largo de todo el tapiz, equilibrado y armónico.

La fotografía puede llegar a ser falsa en el mismo momento en que el ‘Rey Arturo’ aparece en el césped y no se le ve el esmoquin, que es el traje indicado para vestir en las fiestas nocturnas.

P.D. 1: Al cierre de este texto México había derrotado a Rusia, y Portugal, como era de esperarse, a Nueva Zelanda. Alemania no había jugado con Camerún, ni Chile con Australia.

P.D. 2: Hace dos días, el tri tuvo que remontar por tercera ocasión. Volvieron las rotaciones de jugadores y esquema. Las competencias cortas y con peso menor se prestan para ello. Nada gusta esta política ni a la prensa mexicana ni a Hugo Sánchez, quien defendía que a partir de 2006, y en un plazo de doce años, México podría ser campeón del mundo. Pese a ello, Osorio tiene a varios jugadores frescos para el partido del "otro" torneo el próximo jueves.

De bifurcaciones ha tratado la incursión azteca por Rusia: un equipo juega en una competición que se disputa los sábados o domingos y otro sale a la cancha entre semana. Ya lo dijo hace unos días Néstor Araujo, central que anotó uno de los dos goles contra la escuadra sede: “entendemos lo que él quiere y él quiere plantear partidos según el rival, según lo que presentan y según las características de nuestro equipo”.

Alemania cambia sus fichas y no molesta a muchos. México hace lo mismo y sobreviene la catarsis. Los germanos van a experimentar y a divertirse; es posible que hayan sabido interpretar mejor la esencia de la Copa Confederaciones.

Los narradores de Televisa Deportes resumen la lectura, quizás fallida del Tri, cuando gritan cada gol como si fuese la final de 2018, o la de los Olímpicos de Londres; como si el orgullo patrio les fuese en un monosílabo.

En el partido contra Rusia, al minuto 59, Guardado mete un balón al área que Héctor Moreno consigue conectar de zurda. Era el 3-1. Después de la revisión en el VAR, es anulado el tanto del nuevo central de la Roma. El relator, luego de un aullido eterno, angustiado, pregunta quién le devolverá su pedazo de garganta.