Cubadebate Goles son amores: Canción triste del Real Madrid

Real Madrid celebra su 33 título de Liga. Foto tomada de El País.

"Los campeones no se hacen en gimnasios, están hechos de algo inmaterial que tienen muy dentro de ellos. Es un deseo, un sueño, una visión"

Muhammad Ali

Hay una imagen que resume el título del Madrid: Bale y Pepe, cerca del túnel de vestuario, en La Rosaleda, a la altura del minuto noventa y uno. Bale, hierático; Pepe, efusivo: el vedetismo imposible y la rigidez ficticia.

Todo se reduce a esas nimiedades y a las representaciones sociales: hacer creer al resto que existe cierto halo de invencibilidad mientras, furtivamente y con el paso de los días, se va mitificando la falacia.

En el fútbol –debe estar en vías de demostración- en muchas oportunidades, gana quien mejor aparenta un estado de suntuosidad ante los rivales. Para ello se necesita que todos entiendan la meritocracia como un concepto menor: no jugará quien se gane el puesto, sino quien cause más pavor en los contrarios. De eso trata: contratar a homicidas con trajes de etiqueta. El resto son relaciones públicas.

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El Madrid acaba de ganar la liga con la pretemporada más larga de su historia. Más de 19 partidos. Uno contra el Barcelona. Uno contra el Atlético. Jugó, incluso, contra equipos que aún están en Segunda como el Levante, el Getafe y el Rayo. Esta etapa de preparación, para el Real, había comenzado varios meses antes. En enero.

Durante ese tiempo en que los clubes se dedican a no descender o conseguir puestos europeos, parecía que el Madrid jugaba partidos benéficos que valían tres puntos y, de vez en cuando, salía fuera del país a masacrar salvajes para reclamar autoridad.

Se veía a los jugadores saltar a la cancha como si llevaran un mes sin verse: se sonreían, conversaban, se iban poniendo al día. Mientras el Barcelona de Luis Enrique disputaba una liga aparte, el Madrid de los amistosos llegó a la última jornada con la posibilidad de llevarse el campeonato. Había llegado como mismo se clasifica un equipo a los torneos de pretemporada: por invitación. El Barça les dejaba, en cada presentación, demasiado olor a sangre coagulada. Lo demás es historia conocida. Los azulgranas dependían de sí mismos. Cuando el Madrid se acercó para “hacer el trabajo”, ya el Barcelona se había marchado del lugar, arrastrándose.

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Entre los veinte equipos, ganó quien mejor supo trabajar la imagen. El Sevilla comenzó espantándolos a todos y terminó pidiendo que la liga acabase, al menos, en febrero. Al Atlético le comunicaron, al parecer, que el torneo empezaba después de la Nochevieja. El Barça de Luis Enrique, pese a los trofeos en las vitrinas, nunca fue la maquinaria de Guardiola. Con el adiós del técnico nacido en Sampedor, el mediocampo blaugrana pasó a ser un artefacto de museo.

El Madrid, muchas veces sin jugar a nada, consiguió inmovilizar oponentes porque simuló ser un equipo señorial, invulnerable.

Puede que después de unos años, acerca de este título de liga, Zidane termine escribiendo un bestseller, como si fuera un nuevo Dale Carnegie. En la portada, Zizou con el brazo derecho en el hombro de Cristiano Ronaldo. En la contraportada, Gareth Bale quejándose de un dolor en la pierna. Cómo gestionar los egos en un vestuario y hacer rotaciones, sería un título ideal. Y el prólogo, por favor, que lo escriba Isco.