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El día de la prensa

Los periodistas también somos agoreros, esta foto se corresponde con una entrevista que hice a Ignacio Ramonet publicada en BOHEMIA el 18 de enero de 1991, donde el entrevistado anuncia lo que pasaría en Cuba en el Periodo Especial, y ni yo me lo podía creer. Foto José Oller/ BOHEMIA.

Los periodistas también somos agoreros, esta foto se corresponde con una entrevista que hice a Ignacio Ramonet publicada en BOHEMIA el 18 de enero de 1991, donde el entrevistado anuncia lo que pasaría en Cuba en el Periodo Especial, y ni yo me lo podía creer. Foto: José Oller/ BOHEMIA.

Existen tradiciones y fechas que quedan grabadas al fuego, no se borran. No sabría explicar la causa. Quizás, como mi generación tuvo un periodismo, unas ilusiones, unas metas, diferentes a las que le sucedieron, el sentimiento es otro. Quizás, los años te sacan toda la nostalgia, los buenos recuerdos que llevas encerrados dentro de ti.

Soy profundamente martiana, y creo que es acertado para los cubanos celebrar nuestro día justo en el aniversario del Periódico Patria. Pero cada vez que escucho “Día del periodista”, vienen a mi memoria aquellos encuentros de los 8 de septiembre a los que asistía una gran cantidad de periodistas, donde había encuentros, reencuentros, en un ambiente de -digamos- “amor profesional”.

El 8 de septiembre se celebraba el Día Internacional del Periodista, en tributo a Julius Fučík, periodista checo autor de Reportaje al pie de la horca, publicado póstumamente, y es una recopilación de escritos durante su estancia de 1942 a 1943 en la cárcel poco antes de ser ejecutado por la Gestapo.

Ahora se le nombra: Día de la Prensa, antes el Día del Periodista, pienso que la nueva modalidad abarca a todos aquellos que anónimamente hacen posible que nuestro trabajo salga a la luz, y es la oportunidad también para quienes no hacen nada y estén en los medios, “se cuelen” en la celebración.

Para los jóvenes que me rodean hoy en la redacción de Cubadebate, esto podría parecer “cosas de viejos”, porque no vivieron una época en la que la profesión era un sacerdocio, donde a nadie se le ocurría decir: “si hago algo extra me lo tienen que pagar”, (aclaro que en Cubadebate esto no pasa porque aquí se trabaja mucho, por muy poco). No estoy condenando a quienes exigen ese pago, todo lo contrario, creo que el respeto a lo que uno hace debe comenzar por uno mismo. Pero también hablo de otra etapa de la vida, la historia, la economía y la sociedad cubana.

Hoy día, en que cualquiera es un periodista, el periodista no puede ser un cualquiera. Las nuevas tecnologías, las redes sociales, los famosos blogs, han inundado el mundo de oportunidades para informar, para falsear la realidad, para abrirnos al mundo y cerrarnos al localismo, para ver el bosque y no el árbol. La mayoría de los noticieros y las noticias hablan del mundo más que del país, de los problemas y lo errores de los otros, como si temiéramos tanto a la realidad inmediata que vivimos a diario, que no queremos hablar de ella.

Para los que han llevado una vida haciendo periodismo, ahí, al pie del cañón, sin aspirar a cargos, a premios, a viajes, a regalos, ni a protagonismo, pueden estar contaminados por el desánimo que da el haber denunciado hechos hace años y ver que siguen ahí. Esos periodistas que ponen por delante su criterio y no su bolsillo, son más pobres, pero, según creo, más felices, aunque ellos mismos no lo sepan.

Aquellos ochos de septiembre, donde por razones de una mejor situación económica, se hacían tremendos fiestones, comenzábamos a hablar de la profesión, luego de lo mal pagados que estábamos –y estamos-, y en la medida que subía el nivel de alcohol soñábamos con un futuro mejor. Pero nunca imaginamos lo que está ocurriendo hoy. No contábamos con que aquellas máquinas IBM hacedoras de tantas cosas, tendrían este desarrollo desmedido, un progreso en el que una de las profesiones más beneficiadas y perjudicadas a la vez, sería la de periodista.

Hoy día cualquiera escribe y publica lo que cree es un artículo, en Facebook, en Blogs, o en un medio de prensa. Pienso que nadie puede entrar a un quirófano y hacer una cirugía, si no tiene un título de Médico. Pero cualquiera hace de periodista sin haber quizás aprobado la enseñanza media. Y lo más triste, es que las nuevas generaciones de periodistas están -lógicamente- mucho mejor preparadas que las anteriores. No se trata de que el nivel de la carrera se haya estancado. Significa que es este un espacio donde el intrusismo profesional no es solo fácil, es además rentable, porque esos “intrusos” cobran por los artículos publicados igual que quien estudió 5 años y a veces más, para ganarse el derecho de poner en blanco y negro sus criterios y ponerlos a la consideración de la mayoría.

El periodismo en tiempos de Internet, tiene el encanto de satisfacer esa apetencia de información de la profesión, hace que cualquiera escriba y publique, y ha desplazado a la prensa impresa. En fin: es un monstruo de mil cabezas que no nos puede amedrentar. Una de las cualidades de un periodista es la de no rendirse, y hay que pelear, no contra las nuevas tecnologías, sino con ellas, no contra el intrusismo, sino demostrando cada día con la calidad de nuestra redacción y nuestro lenguaje, que existen técnicas de comunicación para influir en los lectores, radioyentes, televidentes.

Los tiempos cambian, la sociedad cambia, las tecnologías avanzan, pero en mi larga vida como periodista he visto que el ser humano sigue siendo el mismo, hoy veo en las redacciones, en la radio, en la televisión, y hasta en la prensa digital nuevos periodistas –buenos y malos- que ya vi, algunos parecen hijos de aquellos por la manera que expresan sus ideas, protestan y mantienen esa actitud contestataria aborrecida por algunos y amada por otros.

Pienso que es un buen día para reflexionar sobre lo que hemos y no hemos hecho. Para analizar nuestros actos de coraje y los de cobardía. Sólo una actitud ética y sincera nos va permitir destacarnos en ese espacio compartido con los internautas del mundo. Sólo eso hará que nos respeten, nos admiren, y sobre todo que nos lean.

Levantarse cada mañana y escuchar una noticia que nos indigna, sentirnos al lado de los menos favorecidos, ser la voz de los sin voz, tener la valentía de no quedarnos callados, es la felicidad que deseo hoy a todos mis colegas, desde mi humilde escaño de Cubadebate.

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