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La ciencia cubana y la parábola del Hijo Pródigo

Yoanis López (derecha), técnico veterinario del Centro Nacional de Toxicología conversó con con Juventud Rebelde a propósito de los resultados en sus trabajos científicos. Miércoles 7 de Julio de 2010, La Habana, Cuba. Foto: Calixto N. Llanes/Juventud Rebelde (CUBA)

Foto: Calixto N. Llanes/Juventud Rebelde.

La diferenciación entre la verdad científica y las creencias debería ser siempre parte de nuestra forma de razonar frente a muchos eventos. Cuando respondemos a nuestras apreciaciones, se trata de creencias,que no tienen que estar probadas ni ser comunes a todos.Las debemos diferenciar siempre de aquello que debe ser verdad para nosotros e igualmente para los demás por poderse probar, que es la ciencia.

Las religiones forman parte de las creencias. Los que se adscriben a una de ellas se imponen libremente el seguimiento de sus mitos, preceptos y ritos. Para muchos son una fuente de felicidad y tranquilidad espiritual. La mayor parte de las religiones, además, establecen esquemas éticos generalmente favorables para las personas y sus comunidades. Esas éticas suelen hacer que los pueblos progresen y sean felices.Pueden ser a veces también inmoralmente usadas por algunas minorías como instrumento de explotación de unos seres humanos por otros. Las características esenciales de las éticas religiosas llegan a hacer, incluso, que las sigan personas que no las profesan, de forma consciente o inconsciente.Muchas se han incorporado históricamente como parte de la vida civil y la idiosincrasia de los pueblos.

Las religiones más cultivadas y desarrolladas, muchas aparecidas después que se inventó la escritura, descansan en libros específicos.Son casi siempre históricos y muy antiguos.Soportan la información acerca de las creencias, los preceptos y las éticas de sus seguidores. Suelen estar escritos siguiendo códigos elegantes e inspirados. La Wikipedia en inglés menciona los de unas 55 de las más reconocidas religiones del mundo actual. Están los discursos de Buda, la Biblia cristiana, los libros del Confucianismo chino, los clásicos griegos e indios, el Korán de los musulmanes, la Biblia hebrea y el Talmud, los codex mayas, los escritos de Ifá, entre muchos otros. Una de las religiones más importantes en el mundo y también probablemente la más influyente en Cuba es la cristiana católica. Sus cánones están contenidos en siete libros del llamado viejo testamento, que es coincidente con la religión hebrea, hasta completar 73 libros que fueron unificados convencionalmente en un concilio celebrado en la ciudad italiana de Trentodurante el siglo IV. La mayor parte de esos libros se dedican a relatar hechos de la vida de su profeta principal, Cristo.

Un hermoso pasaje de esos libros, conocidos también como los evangelios, trata de la parábola del “hijo pródigo” según Lucas, uno de sus autores. Se dice que Cristo había sido criticado por confraternizar con todos, justos y pecadores. Ante ello, desarrolló la parábola de un padre que aún en vida reparte su fortuna entre sus dos hijos. Uno de ellos toma los dineros que le correspondían, se marcha y los malgasta.Por ello quedó en una situación económica difícil y sin protección familiar, por estar lejos. Decide entonces regresar, en harapos y hambriento, a la casa del padre. Este lo acoge con fiestas y halagos, reincorporándolo a la familia por todo lo alto. El hermano que se había quedado junto al padre trabajando su tierra se incomoda porque él, que se había mantenido fiel, no era halagado igualmente. El padre le replicó que no festejaba para premiar al hijo pródigo que regresó por lo mal que había hecho abandonándolo, sino porque él lo había considerado muerto, perdido, y al regresar arrepentido era como si hubiera revivido. Había ganado de nuevo a un hijo.

Los avatares de nuestra economía en vías de rectificación y de las destructivas acciones externas que conforman el bloqueo de los EEUU han dejado a nuestra ciencia bastante indefensa. Una de las joyas de la Revolución cubana está en riesgo. Nuestros trabajadores científicos, que no pasan de 50 000 incluyendo a los profesionales que trabajan en la educación superior, son compensados económicamente sin quese guarde proporcionalidad alguna con su calificación y el altísimo valor espiritual y material que aportan a la sociedad.Si los comparamos con los ingresos de muchos otros trabajadores en los sectores emergentes de nuestra economía la relación es más desfavorable aún. El equipamiento y la infraestructura de la investigación científica y tecnológica está deprimido y desactualizado en casi todas las instituciones. Los suministros suelen ser escasos y sin el debido surtido y disponibilidad. El acceso a las nuevas tecnologías de la información, vital para crear conocimientos hoy en día, es incomparable con los estándares mundiales.Los efectos se reflejan en cifras internacionales: Cuba ocupaba el lugar 60 entre los países del mundo en 2014 por producción científica citable y en 2015 bajó bruscamente al 72 (http://www.scimagojr.com/countryrank.php?year=2015). Un excelente y reciente artículo de Cubadebate del colega Prof. Carlos Rodríguez Castellanos aborda estos problemas mucho más sabia y profundamente (http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/01/15/el-financiamiento-de-la-ciencia/#.WJDH-FyGPnQ).

Entre nuestras pérdidas más dolorosas está la emigración del personal calificado, sobre todo el recién formado, a otras esferas de la economía y al extranjero. Nuestros doctores en ciencias cuya potencialidad es más alta, los más jóvenes, no tienen mucha permanencia en las instituciones de la educación superior ni de investigaciones. La adquisición de un sofisticado equipo de investigación científica podría lograrse con relativa inmediatez si se dispone de dinero y de una gestión eficiente. Sin embargo, la formación de un joven doctor en ciencias, de un investigador independiente, es una inversión a largo plazo que nuestro pueblo emprende al educar sin costo directo alguno a nuestras inteligencias en todos los rincones del país y desde las edades más tempranas. Esta inversión suele cuajar en 20 o 30 años pero es justamente la que estamos perdiendo.

Solo una política que establezca cuanto antes un nuevo sistema de gestión nacional de la ciencia, la tecnología y la innovación, para el que ya existen propuestas bastante consensuadas, puede empezar a detener el deterioro y avanzar. Pero para ello tenemos que recuperar también y dinamizar nuestros recursos humanos de alta calificación. Deberíamos tener una política de “hijos pródigos” similar a la existente en otros sectores como es el de la salud pública. Deberíamos acoger a todos los que deseen volver a trabajar por su Patria y su pueblo, que como buen padre bíblico, los acogería con satisfacción.