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No será fácil doblegar a Cuba

Tributo a Fidel en la Plaza de la Revolución. Foto: Ladyrene Pérez/ Cubadebate

Tributo a Fidel en la Plaza de la Revolución. Foto: Ladyrene Pérez/ Cubadebate

Los “adultos mayores” pudimos experimentar la tremenda alegría de ver a Fidel y sus guerrilleros de la Sierra recorrer triunfantes la Isla desde Oriente hasta La Habana. Salió de Santiago el día 1ro y a La Habana  llegó el 8 de enero de l959.

Cincuenta y siete años más tarde su pueblo lo acompaña por el mismo camino, desde La Habana hacia su provincia natal después de haber dejado a su pueblo, que lo acompaña hasta su destino final, totalmente cambiado, lleno de gloria y dignidad y libre para continuar su obra que enorgullece a los millones de compatriotas que no permitirán que nada ni nadie entorpezca la consecución de la obra gigantesca que con tanto trabajo y sacrificio construyó y defendió.

Los que dimos nuestros primeros pasos en el periodismo –en mi caso comencé en Bohemia y diez años más tarde pasé a Juventud Rebelde– tuvimos la inmensa dicha de estar muy cerca de Fidel cuando cubríamos entrevistas, conferencias de prensa, grandes eventos como la cumbre de los No Alineados en el 79, etc… Durante un congreso de la UPEC, recuerdo que conversé un largo rato con Fidel durante un receso. A su lado estaba Pepín Naranjo, entonces su inseparable acompañante. Algunas veces coincidimos en la casa habanera de García Márquez y su esposa, Mercedes Barcha.

Recuerdo que en 1990 cubrí una conferencia de prensa en el Palacio de Convenciones con casi 250 periodistas extranjeros. Fidel respondía preguntas sobre la teleagresión de Estados Unidos contra Cuba. Antes de comenzar  se proyectó el documental  Un Girón electrónico de la televisión cubana. Y es que todos venían a preguntar cuál sería la reacción de Cuba ante el lanzamiento de los yanquis de la llamada televisión Martí.

La conferencia duró varias horas durante las cuales respondió a decenas de periodistas. Y comenzó diciendo: “No será fácil  doblegar a Cuba, no será fácil que puedan imponer mediante la fuerza algo que está contra la voluntad de nuestro pueblo”. En otra ocasión preguntó: “Cómo le han puesto el nombre de José Martí a un grosero instrumento de desestabilización, cuando fue Martí, primero que Lenin, incluso, quien calificó al imperio, que le llamó monstruo, cuando nosotros somos la primera trinchera”.

Otro periodista le sugirió que él podía ser un empecinado al plantearse la defensa de la Revolución a ultranza. Fidel entonces preguntó si los niños héroes de Chapultepec fueron empecinados, y exclamó: ¡Benditos sean entonces los empecinados!

Así, como decenas de periodistas de mi generación y las que nos siguieron  existen innumerables anécdotas sobre la genialidad de nuestro  Comandante en Jefe. Fue siempre con nosotros muy caballeroso, complaciente.

Una anécdota de los primeros momentos del triunfo

Lo primero que recuerdo fue cuando me desperté tempranito y vi a mi padre que ya estaba ante las cámaras de El mundo en Televisión –programa que mi padre fundó–anunciando eufórico: “huyó el tirano Batista” y llamó a la huelga general.

En unas memorias que comenzó a escribir Carlos Lechuga Hevia cuyo borrador conservo, escribía: “el primero de enero de 1959, en horas tempranas, lancé la noticia por el canal 2 de que Batista había huido. No lo sabía, pero lo adiviné. Compañeros del 26 me llamaban para decirme que había un gran movimiento en el campamento de Columbia, gente que visitaban los estudios se mostraban sorprendidos por el ambiente que había en la calle y yo, por intuición periodística quizás, decidí lanzar la noticia de que Batista había huido y lo califiqué como lo que era un desfalcador, un criminal que había anegado en sangre al país. Serían, pienso, entre las siete y las 10 de la mañana. Por suerte, se había escapado a las dos y treinta de la madrugada. Cuando la gente oyó la noticia que había dado, se lanzó jubilosa a la calle. Yo seguí frente al micrófono y reclamé que se fuera a la huelga general”.

[…]Las horas pasaban velozmente. Cuando me enteré que Fidel ya había salido para La Habana tomé un camarógrafo y nos dirigimos a Santa Clara. Quería hacerle una entrevista antes de que llegara a la capital. Me hospedé en un hotel cerca del parque y estando allí me visitó Marcelo Fernández que venía en la comitiva de Fidel para decirme que Fidel había oído por Radio Reloj que yo estaba en Santa Clara y que me quedara allí pues tenía interés en hablar conmigo. Por supuesto que no me moví del lugar y cuando llegó le hice una entrevista en la acera frente al hotel.

Al poco rato me dirigí a la casa de Enrique Oltuski, coordinador del 26 de julio en Las Villas, a quien conocía desde que milité en el Movimiento de Resistencia Cívica. Fidel se hospedó allí y también Celia Sánchez. Oltuski me invitó a entrar en la habitación que ocupaba Fidel y sentados allí conversamos largo rato. Dice Oltuski que en vez de yo entrevistar de nuevo a Fidel, él fue quien me entrevistó a mí. […]Me hizo muchas preguntas sobre la situación que había en La Habana. Le dije  que todos estaban pendientes de su llegada, que había algunas confusiones y que tenía que orientar directamente al pueblo. […]Me preguntó cuáles yo creía que eran sus deseos en ese momento y cuando le pregunté me dijo que quisiera montarse en un avión lleno de libros y volar hasta un lugar muy distante, como por ejemplo, Uruguay, e ir leyendo continuamente”.