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Si se entera Fidel…

fidel-castro-6El periodismo es una profesión que otorga muchos privilegios. Los más atractivos son el ir y venir, el conocer a tantas personas, el de convivir en diferentes escenarios, el de hacer valer la justicia denunciando malas acciones, estar enterado de todo, pero para el periodista cubano existía un privilegio adicional: la ocasión de compartir con Fidel. Es esto quizás lo que más extrañamos en los últimos años los viejos periodistas.

Lo vi de cerca por primera vez hace 40 años. Era una recién graduada de periodismo, designada para cumplir con el llamado Servicio Social en Isla de Pinos. Me enviaron a reseñar un aniversario de la salida de prisión de los combatientes del Moncada.

Allí en el amplio patio del Presidio Modelo estaba Fidel, y como era su costumbre, al terminar su recorrido, partió directamente hacia el grupo de periodistas que allí estábamos. No podía moverme, ni escapar, ya estaba frente a él y cómo era un nuevo rostro en el grupo me hizo preguntas sobre la isla, sobre el Presidio, sobre los mármoles, sobre las toronjas, sobre mi apellido,…para mí fue una prueba de fuego, cuyo saldo me propició apreciar el respeto y la consideración que tuvo hacia nosotros.

Estar en uno de esos encuentros informales con Fidel era una enseñanza, porque dominaba todos los temas y nos propiciaba información que no habíamos obtenido. Nunca olvidaré la inauguración del Acueducto El Gato, en San Miguel del Padrón. Fue una clase de ingeniería explicando la obra, una de historia hablando de Francisco de Albear y otra de cómo preservar los recursos naturales y el medio ambiente.

Pasaban las horas y nadie se movía del lugar, de pie junto a él para no perdernos nada de lo que nos ofrecía, nada de ese caudal de sabiduría que entregaba en cada una de sus intervenciones.

Fidel nos enseñó qué es la libertad de prensa, las razones por las que a veces no se daba una información de manera inmediata, nos criticó, nos ayudó e intentó repetidas veces sacar de donde no había para que tuviéramos computadoras, internet y otras herramientas de trabajo.

No sé cuántas veces en reuniones de los más disímiles temas se aparecía de repente, veíamos el movimiento de seguridad y se corría la voz: “Ahí está Fidel”. Eso no era una sorpresa, podía suceder siempre. Era nuestro aliado y nuestro apoyo.

Participé en innumerables coberturas con Fidel, recorrí la isla entera escuchando los problemas de la gente, las incomprensiones, la mala aplicación de directivas, el incumplimiento de acuerdos, y el pueblo siempre decía, “Usted ve esto, deje que se entere Fidel”. Porque habían corroborado que cuando los problemas llegaban a él dejaban de serlo.

Y esa es la nostalgia que teníamos hace unos años, nos acompañará ahora, nostalgia que debemos convertir en energía suprema para seguir adelante, para tener la certeza de que donde quiera que esté, Fidel se enterará, de que estará a nuestro lado, como lo que siempre ha sido: un halo de luz que ilumina el camino para verlo todo claramente, y seguir luchando contra la injusticia.