¿Qué entender por una normalización de las relaciones entre Cuba y EEUU?
Desde que el 17 de diciembre del 2014 los presidentes de Cuba y Estados Unidos realizaron de manera simultánea los anuncios sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y el inicio del proceso hacia la «normalización» de los vínculos bilaterales, han sido muy disímiles las interpretaciones y análisis sobre cómo sería esa hipotética «normalización».
En ese sentido, lo primero que resulta oportuno aclarar, es que Cuba y Estados Unidos jamás han tenido relaciones normales. En el siglo XIX la Mayor de las Antillas era una colonia de España, imposibilitada por su metrópoli a tener relaciones de normalidad con el vecino del norte. Por otro lado, desde fecha muy temprana quedó establecida la esencia de la confrontación Cuba-Estados Unidos: hegemonía versus soberanía, raíz fundamental que ha impedido hasta hoy una relación normal.
Los documentos históricos existentes demuestran que las pretensiones de anexar o dominar a Cuba estuvieron presentes en los padres fundadores de la nación norteamericana, incluso desde antes de alcanzada la independencia de las Trece Colonias. Tampoco es posible hablar de relaciones normales entre Cuba-Estados Unidos durante la llamada República Neocolonial burguesa de 1902 a 1959.
Cuando triunfa la Revolución Cubana en 1959, es cierto que la administración de Dwight D. Eisenhower reconoció —no sin cierta reticencia— al nuevo gobierno el 7 de enero, pero al mismo tiempo se trazó como meta evitar la consolidación de la revolución social en Cuba y con esto, que los intereses estadounidenses en la Isla fueran lastimados.
A pesar de que la aprobación formal del Programa de acción encubierta contra el régimen de Castro, ocurrió en marzo de 1960, la decisión del «cambio de régimen» había sido tomada desde el propio año 1959. Dos altos funcionarios del Departamento de Estado de Estados Unidos, el subsecretario para Asuntos Políticos, Livingston T.
Merchant y el secretario adjunto para Asuntos Interamericanos Roy Rubbottom, reconocerían luego que desde junio de 1959 se «había llegado a la decisión de que no era posible lograr nuestros objetivos con Castro en el poder», poniéndose en marcha un programa que «el Departamento de Estado había elaborado con la CIA» cuyo propósito era «ajustar todas nuestras acciones de tal manera que se acelerara el desarrollo de una oposición en Cuba que produjera un cambio en el Gobierno cubano resultante en un nuevo Gobierno favorable a los intereses de EE.UU.».
De ahí en adelante, en los reducidos momentos en que Estados Unidos se planteó acercarse a Cuba con vista a explorar la posibilidad de una normalización de las relaciones, esa normalización fue siempre entendida desde la dominación, es decir, que Cuba debía ceder terreno soberano en materia de política interna o externa para poder aspirar a normalizar los vínculos bilaterales con Estados Unidos. Así fue durante las administraciones de Gerald Ford (1974-1977) y James Carter (1977-1981). Al propio tiempo, esto no implicó que Washington renunciara al cambio de régimen en Cuba por otras vías. La normalización era parte de la estrategia para socavar la Revolución desde dentro.
Una verdadera normalización además de comprender relaciones diplomáticas plenas entre ambos países, debe materializarse en la eliminación de la clásica agresividad y prepotencia que ha caracterizado la política de Estados Unidos hacia la Cuba revolucionaria; comenzando por el levantamiento de lo que ha sido su núcleo duro durante más de 50 años: el bloqueo económico, comercial y financiero. La normalización no implicaría en ese caso la ausencia de conflicto ideológico y de diferendo en determinadas esferas, sino la existencia de estos junto a los espacios de cooperación. En un escenario de normalización como este, los problemas se analizarían sobre la base del diálogo, la negociación y el respeto mutuo a la soberanía y los principios de ambos países, evitando la aplicación de medidas de corte agresivo de cualquier tipo. Para la existencia de una normalización plena entre Cuba y EE.UU., tendría que desaparecer definitivamente la esencia del conflicto: hegemonía versus soberanía. Al propio tiempo, deberá garantizarse un fuerte núcleo de cooperación, que termine prevaleciendo sobre las áreas de conflicto.
En ese difícil y complejo camino hacia la normalización, Cuba ha fijado su agenda de los puntos fundamentales que habría que resolver: Levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero; devolución del territorio ocupado ilegalmente por la Base Naval de Guantánamo; fin de la agresión radial y televisiva contra Cuba; cese del financiamiento a la contrarrevolución y a la subversión interna; abrogación de la Ley de Ajuste Cubano y la política de «pies secos-pies mojados»; compensación a Cuba por los daños del bloqueo y las agresiones; restitución de los fondos congelados robados.
Un escenario de post bloqueo no bastaría para normalizar las relaciones. En mi opinión, cuando eso suceda se habrá dado un paso fundamental en el espinoso camino hacia un modelo de relación más civilizada, pero aun no podrá hablarse de normalización plena mientras permanezca ocupado ilegalmente parte del territorio cubano por una base naval estadounidense, lo cual mantiene comprometida la soberanía territorial y la seguridad nacional de la Isla. La presencia militar estadounidense en Guantánamo es una afrenta al orgullo nacional y una triste recordación de la Enmienda Platt.
La nueva directiva presidencial de Obama sobre la política hacia Cuba anunciada el 14 de octubre señala desde sus comienzos que se reconoce «la soberanía y la autodeterminación de Cuba». Pero inmediatamente se contradice y niega esa posibilidad cuando expresa: «El Gobierno de Estados Unidos no tiene intención de modificar el tratado de arrendamiento vigente y otras deposiciones relacionadas con la Base Naval de Guantánamo, que permite a Estados Unidos mejorar y preservar la seguridad regional».
Por otro lado, para una normalización efectiva de los vínculos bilaterales, la política de Estados Unidos hacia Cuba no solo tendría que cambiar en los instrumentos, sino en los fines. ¿Cómo podría garantizarse esa normalización cuando aún Estados Unidos persiste en sus objetivos estratégicos de cambio de régimen en Cuba, los cuales se manifiestan a través del financiamiento millonario a grupos que atentan contra el orden interno y constitucional de la Isla, así como a Radio y Tv Martí? ¿Cómo hablar de normalización de las relaciones cuando gran parte de estas vetustas políticas de hostilidad contra Cuba, EE.UU. no solo las mantienen en pie, sino que como plantea la nueva directiva presidencial, están comprendidas en la visión que tiene Washington sobra la «normalización»?
Téngase en cuenta por otro lado, que incluso dentro de ese proceso de normalización, en los espacios que más se ha avanzado o existe mayor cooperación y diálogo, todavía no puede hablarse de normalidad. Es cierto que Cuba y EE. UU. han restablecido relaciones diplomáticas, ¿pero cómo se puede sostener que ya existen relaciones normales en el plano diplomático, cuando al propio tiempo el gobierno de Estados Unidos de forma abierta —y encubierta— continúa desarrollando programas para cambiar el régimen en la Isla? O piénsese en el terreno migratorio, uno de los campos en que más se han desarrollado conversaciones y alcanzado acuerdos. ¿Podrá decirse que ya existe una relación normal cuando se mantiene la Ley de Ajuste Cubano, el programa Parole que incita a médicos cubanos a desertar de sus misiones internacionalistas y la política de Pies secos, pies mojados, instrumentos que politizan el tema migratorio e impiden la existencia de una migración legal y ordenada de cubanos hacia EE.UU.? Todas estas contradicciones e incongruencias en la política de Washington hacia La Habana, entre el discurso y la realidad, afectan también la normalización en otro terreno muy importante por su impacto en el resto: el de la confianza mutua.
Cuba ha aceptado el desafío que representa el «nuevo enfoque» de la política de EE.UU. tratando de aprovechar con inteligencia las nuevas oportunidades que se abren para una mejor relación entre ambos países y pueblos, así como para la economía cubana. Aunque muchos no lo ven de esa manera, la actitud de Cuba no deja de ser además de osada, una prueba de la confianza en sus fortalezas internas, pues realmente son pocos los que abren las puertas de su casa al vecino —sobre todo a uno tan poderoso—, sabiendo que este a la larga pretende incendiarla.
En su discurso en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, Obama retomó una idea que había expresado con otras palabras en la Cumbre de las Américas celebrada en Panamá, en abril del 2015: «Estados Unidos no tiene ni la intención ni la capacidad de imponer cambios en Cuba, los cambios dependen del pueblo cubano. No vamos a imponer nuestro sistema político y económico, porque conocemos que cada país, cada pueblo debe forjar su propio destino, tener su propio modelo; pero al quitar el velo de la historia debo hablar claramente sobre las cosas en las que yo creo, las cosas que nosotros como estadounidenses creemos».
Si este planteamiento fuera cierto, Cuba no tendría nada que objetar. Si se tratara solo de una cuestión de persuasión y de confrontación ideológica no habría nada que denunciar, pero esta es una de las ideas que menos se sostiene de todo el discurso de Obama. En primer lugar, se contradice con otras declaraciones del presidente y sus asesores más cercanos y, en segundo lugar, lo cual es más importante, no se corresponde con lo que está sucediendo en la práctica. Solo tres días después de la visita de Obama a Cuba, el Departamento de Estado anunció un programa de orientación de prácticas comunitarias por $ 753 989 para «jóvenes líderes emergentes de la sociedad civil cubana». La administración Obama, según el Servicio de Investigaciones del Congreso —de enero del 2016— es la que más fondos públicos ha destinado a la subversión interna del sistema cubano en los últimos 20 años, unos 159, 3 millones de dólares entre el 2009 y el 2016.
Por otro lado, a pesar de todos los pronunciamientos de Obama contra el bloqueo y de los pasos que ha dado su administración en el camino hacia su desmantelamiento, aún la relación económica y comercial entre Cuba y los Estados Unidos está lejos de ser normal. Como ha declarado el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, esos pasos han sido positivos, pero limitados y con una clara motivación política que discrimina al sector estatal de la economía cubana. Exceptuando el sector de las telecomunicaciones, las empresas estadounidenses siguen teniendo prohibido invertir en la Isla. Persisten las restricciones de exportación de los principales productos y servicios cubanos hacia el mercado estadounidense. La posibilidad de que Cuba utilice el dólar en las transacciones financieras —medida que aún no se ha puesto en práctica— no incluye a las transacciones financieras con bancos estadounidenses, ni que la Isla pueda tener cuentas de corresponsalía en los mismos.¿Acaso eso es normal?
Como ha expresado el abogado estadounidense Robert Muse: «Para que EE.UU. tenga relaciones normales con Cuba, debe hacer dos cosas: en primer lugar, eliminar las medidas punitivas impuestas a ese país; y en segundo lugar, extender a Cuba los beneficios de las naciones que están en paz. Un ejemplo de esto último es la concesión de igualdad de acceso a uno que otro mercado. Esto significa ir más allá de levantar la actual prohibición estadounidense de las importaciones cubanas y la prohibición sobre las exportaciones estadounidenses a Cuba». Por lo tanto, prefiero caracterizar esta etapa que estamos viviendo de las relaciones Estados Unidos-Cuba, como de transición hacia una modelo de convivencia más civilizada entre contrarios, o de modus vivendi entre adversarios ideológicos.
Algunos consideran incluso que resulta utópico pensar que EE.UU. algún día tendrá una relación normal con Cuba, pues ese tipo de relación no lo tiene ni siquiera con sus aliados, al ser el hegemón regional y la superpotencia líder del capitalismo global. Pero como Fidel le dijera a dos enviados de Carter en conversaciones secretas sostenidas en La Habana, 1978: «Tal vez sea idealista de mi parte, pero nunca he aceptado las prerrogativas universales de los Estados Unidos. Nunca acepté y nunca aceptaré la existencia de leyes diferentes y reglas diferentes».
No obstante, como el camino hacia la «normalización» entre Cuba y Estados Unidos no deja de ser también un viaje hacia lo ignoto, esa utopía resulta imprescindible para caminar.
«Estamos listos para acompañarlos, pero respetando vuestra identidad, vuestro modelo, vuestra independencia. Para nosotros esos son principios esenciales», expresó el presidente francés François Hollande, cuando visitó Cuba en mayo del 2015. Por qué no soñar con escuchar algún día ese planteamiento de un presidente norteamericano. Y más importante que escucharlas, ver que esas palabras se corresponden con la realidad. Solo llegado ese momento, podremos entonces sostener que hemos alcanzado la normalización de las relaciones.
(Tomado de Granma)
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Con respeto al autor de este artículo y a sus lectores, en mi humilde opinión JAMAS tendremos relaciones normales con los EEUU. Para eso los Estados Unidos deberían ser un país normal, porque nosotros sí los somos. Entre un país ANORMAL como USA y uno NORMAL jamás habrá relaciones normales. Esto es simple aritmética, amigos míos. Ellos JAMÁS adoptarán la normalidad que pretendemos nosotros aunque sigamos intentándolo permanentemente. Son más de 200 años de prepotencia de Estado, que es su modo de supervivencia y contra esta historia es imposible actuar con raciocinio mutuo. Como tampoco podremos "alfabetizarlos" sobre la normalidad, nosotros seguiremos siendo como somos y ellos como son, preferiblemente de forma pacífica, hasta que salga a la superficia su superprepotencia, nos digan que no sigamos presionándolos, que ellos son así y que si nos gusta, pues que combiemos de acuerdo a "su imagen y semejanza". Así que, compañeros, seguiremos como estamos por los siglos de los siglos...., Amén. Y esto no es pesimismo, es PURO REALISMO DE MI PARTE. Lo otro, la deseadísima normalización es puro SUEÑO, amigos míos.
Coincido con su comentario, reconociendo todo el razonamiento amplio de Elier Ramírez.
Esas tierras del norte no eran de habla inglesa, los nativos no hablaban inglés, esos parlantes de habla inglesa, llegaron ahí desde Europa y fueron ocupando terreno hasta el día de hoy. Esa es su naturaleza, lo traen en los genes y utilizan tontos útiles que les sirven en la confusión que crean, con retórica parecida a la del que nos habló de olvidar la historia.
Obviamente no es toda la población: "Són Los Pilares Que La Conforman" y "La Doctrina Del Capital" que se expande desde su origen en "Europa". A eso vinieron a estas tierras, La Historia los retrata y los tontos "La Desconocen".
Después de resarcir todo a La Nación Cubana y devolver el territorio ROBADO, mediante un Cobarde y Cochino Acuerdo ("contrato") sobre Guantánamo: podemos llegar a "lo normal".
Lo Normal es:
Somos Amiguitos, podemos hacer negocios (Pero Con Los Ojos Bien ABIERTOS), sabemos de "La Pata Que Cojea El Socio".
EL IDIOTA QUE OLVIDE LA HISTORIA:
ESTÁ CONDENADO A REPETIR TODOS LOS ERRORES COMETIDOS ANTES Y PAGAR POR ELLO NUEVAMENTE.
Expresé un concepto aparentemente primario y elemental cuando me referí al idioma que prima en América del Norte… Se puede decir tambien que en América del Sur los idiomas que priman son otros. En ambas partes no son los idiomas de los pueblos originarios. Son pruebas, en ambas partes, de las dominaciones imperiales… Pero existe la diferencia. Con la invasión del territorio mejicano, en tiempos más recientes, por los del habla inglesa.
Coincidentemente lo mismo en el territorio de Las Malvinas…
Luego, hay una naturaleza imperial de conquista y sometimiento constante, en la cultura del habla inglesa, aún en tiempos más recientes; cientos de años después del llamado "Descubrimiento".
Más o menos, a eso me refería…
Alguien me puede decir: ¿Cuál es el idioma oficial en el territorio ocupado de Guantánamo...?
Elier, el problema es como entender una relación "normal", como bien planteas en el artículo la relación "normal" con los EEUU es la que ha habido desde siempre, ellos intentando y logrando a veces nuestra subordinación y nosotros luchando por nuestra autodeterminación la que logramos en 1959, después de leer la directiva de Obama queda bien claro que ellos siguen entendiendo por "normal" la relación de subordinación y nuestra posición es bien clara, entendemos por "normal" una relación de igualdad.
"Por qué no soñar con escuchar algún día ese planteamiento de un presidente norteamericano..." estimado Elier, quizas se oiga, pero de dientes para afuera, la Teoría del Destino manifiesto les impide creerse eso.
Si ellos no son los amos del mundo, nadie lo será, y punto. Normalización será, cuando se cumpla todo aquello que se pide por nuestra parte sin condiciones por la de ellos, y dejen de meter las narices y demas partes del cuerpo en nuestros asuntos.
Y lo más interesante, a imaginar, es la Cuba postbloqueo ¿quien puede decir, o atreverse a decir, con un 90% de probabilidad de exito, que pasará y que será de Cuba entonces?
Saludos profe. Brillante su artículo. Desde ese ámbito es que los cubanos debemos valorar la relación en Cuba y los EE UU. Es ni mas ni menos la contradicción que se da en la hegemonía de un gran imperio, el más grande de la historia y la soberanía de una pequeña Isla, decidida a ser libre, independiente y soberana.
Ni el Imperio dejara de practicar su esencia, su razon de ser, ni nosotros denunciaremos a ser soberanos, libre, libre, reverde.
Es importante que los Cu
Es importante que los Cubanos tengamos esta premisa presente y acudamos constantemente a Nuestro héroe nacional José Martí quien escribió extensamente y profundamente sobre esta temática, al Che, a Fidel, a Raúl
Nuestro pedagogos tienen la responsabilidad de junto a nuestro pueblo de educar a las nuevas generaciones, a nuestros hijos y nietos sobre esto principios, hacer de ellos nuestra cultura de vida cotidiana que se respire Cubania a todo pulmón y que la soberanía, la libertad, la reverdia, la sólidaridad, la dignidad sigan siendo la esencia y razón de Cubano por los siglos y de los siglos.
Debemos tener claro eso, sobre esa contradicción debemos asumir la normalización de las relaciones, reclamando el fin del criminal bloqueo económico, la devolución de la base de Guantanamo, fin de acciones subversivas, el pago de los activos congelados ente otros.
Pero más que estar dispuesto debemos luchar duro día a día en el terreno ideológico, en esta nueva Guerra que se nos quiere hacer a pensamiento.
En el difícil camino hacia la normalización de las relaciones Cuba -EEUU, Cuba ha fijado su agenda de los puntos fundamentales que habría que resolver: Levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero; devolución del territorio ocupado ilegalmente por la Base Naval de Guantánamo; fin de la agresión radial y televisiva contra Cuba; cese del financiamiento a la contrarrevolución y a la subversión interna; abrogación de la Ley de Ajuste Cubano y la política de «pies secos-pies mojados»; compensación a Cuba por los daños del bloqueo y las agresiones; restitución de los fondos congelados robados.Basta ya de intentar doblegar la revolución Cubana con nuevos métodos como la guerra no convencional con la modfalidad de golpe blando. Si triunfa Trump volveremos al punto cero, pues el rompería relaciones diplomáticas con Cuba y actuaría complaciendo a los planes mesquinos de la mafia cubanoamericana. osea que todo regresaría a la no normalización de las relaciones, si triunfa la Clinton se podrrá seguir avanzando hacia la normalización de las relaciones Cuba -EEUU, aunque ella nseguiría aplicando la política de Obama de destruir la revolución con programas subversivos como World learning y otras modalidaes de golpe blando. Perro para estos planes ya trasamos nuestros propios planes y estrategias.Pienso que cuba tiene la voluntad política de normalizar las relaciones , pero quer ellos no quieren relaciones normales sino quitaban el bloqueo y las otras leyes asesinas
Excelente nota. Pone claridad sin dejar zonas obscuras o con dudas sobre la "normalización" que propone EEUU y la que necesita o ha buscado Cuba a lo largo de su historia. Un contenido con suficiente alcance para explicar todo este asunto de "normalización de relaciones" entre EEUU y Cuba. Felicitaciones a Elier Ramírez y mi admiración al valiente, heroíco e invencible pueblo cubano.
Por favor disculpen que no sea breve.
Coincido con usted sobre el valor del trabajo de Elier aquí presentado y también tengo puntos de encuentro con otros compañeros cuando manifiestan lo improbable que resultan unas relaciones normales cuando la ideología de dominación imperialista de Estados Unidos no varía y lo lleva a emprender acciones subversivas contra Cuba.
Estuve releyendo la directiva de Obama y su discurso de 2015. Yendo de atrás pa'lante, al comparar los dos documentos, en el segundo se confirma con acciones la orientación injerencista de sus palabras en el primero cuando habla de normalizar relaciones con nuestro país. La arrogancia imperial alcanza el no va más de la antidemocracia: aunque se nos acusa de "represión de las libertades civiles y políticas" ya no se nos exigen cambios políticos a la manera de la Ley Torricelli o la Helms-Burton, sino que se dice en coincidencia con aquellas cómo debe ser el estado de cosas y con total transparencia se declara lo que harán "para hacer avanzar sus intereses"; es decir, para que tengamos la transición que desean al capitalismo con los mismos métodos (ya empleados sin éxito como reconoció Obama) aunque ahora con cierto upgrading.
Durante su visita a La Habana, para rematar con pretensiones empáticas el final del aleccionamiento sobre cómo tenemos que hacer por acá las cosas a la USA, el presidente norteamericano emplea una frase en español, "Yes, we can", traducida como Sí se puede, la cual es una forma resumida del lema " Change we can believe in" de su campaña presidencial. Ciertamente la frase a los cubanos nos es muy cercana pero por razones muy diferentes a las que propone Obama. Oponernos con voluntad y talento a los obstáculos impuestos por la potencia más poderosa de la historia es una norma de vida aprendida y ejercitada durante más de medio siglo de enfrentamiento al bloqueo por lo que resulta que gracias a los profundos valores humanos que nos guían, no solo no logran destruirnos sino que nos hacen más fuertes, en una especie de resiliencia nacional que sintetizó Raúl en esa frase que incorporamos como propia: ¡Sí se puede! La mencionó el 18 de julio de 1994 en Holguín en el teatro "Celia Sánchez Manduley" para definir la estrategia nacional de resistencia en el Período Especial.
Una muestra de ese poder es especificamente el desarrollo científico logrado en diversas áreas del saber. Los éxitos que el gobierno de Obama pondera y procura para la colaboración son parte de la estrategia gubernamental planeada para lograr nuevas fuentes de ingreso a la economía nacional y también se sustentan en la necesidad de enfrentar las carencias o altos precios de productos que impone el bloqueo norteamericano como han sido los casos de medicinas y equipos para tratar el cáncer, por ejemplo. Es además imposible olvidar su componente defensivo ante el hecho de que para "ayudarnos" a rendir por enfermedades y hambre las administraciones norteamericanas así mismo han utilizado ataques bacteriológicos tanto a plantas y animales que constituyen nuestro sustento, como a seres indefensos que murieron debido a su acción terrorista. La normalización del modelo de convivencia entre los dos países debe incluir el reconocimiento de la responsabilidad económica, pero primero ética y legal de las sucesivas administraciones norteamericanas con las agresiones al pueblo cubano en todas las esferas de la vida.
Esos modestos científicos y trabajadores en general que orgullosamente sirven a nuestro país y al mundo, son parte de ese pueblo que en Cuba gobierna para el pueblo y por el pueblo como reclamaba Lincoln en una definición de democracia inviable en Estados Unidos, un lugar donde está demostrado que no se aseguran ni el bien común ni la dignidad o la libertad plena del Hombre sino que se estimula su explotación por otros individuos. Dada la concepción y organización socialista de la sociedad en Cuba el poder político lo tiene la mayoría; el estado representa los intereses de la sociedad en su conjunto y los de cada uno de los ciudadanos, el pueblo gobierna. Quien adversa al gobierno cubano, es adversario del pueblo y viceversa. Unas relaciones normales con Cuba deben partir de entender y reconocer esa indivisibilidad de pueblo y gobierno.
La existencia de partidos múltiples en Estados Unidos no determina que allí vivan en democracia porque en esencia sigue siendo la clase de la oligarquía quien gobierna y decide a través de dos partidos quiénes serán los funcionarios públicos y lo que afecta a las grandes mayorías, las cuales no son incluidas en los procesos eleccionarios o de toma de decisiones ni beneficiadas por estas como efectivamente ocurre en Cuba, donde se reconoce un único poder, el poder del pueblo. Por otra parte, la existencia en la isla de un único partido está en concordancia con nuestras tradiciones y aspiraciones sociales y se refrenda además en la Constitución de la República aprobada por 8 millones de ciudadanos en 2002. Como el Partido Comunista de Cuba no es un partido electoral, las elecciones se realizan por la vía no partidista, de acuerdo a las leyes cubanas con un sistema que tiene raíz histórica en las luchas independentistas. Unas relaciones normales con Cuba deben partir de reconocer la legitimidad de nuestro modelo de democracia y no suministrar apoyos para subvertir el orden político. ¿Sí se puede?
El artículo está muy interesante. Pero, a mí, me satisface más, reconocer que la plena normalización de la relaciones entre ambos países es inalcanzable eliminándose el bloqueo, entregándonos el territorio que hoy ocupa la base naval de Guantánamo, derogándose la ley de ajuste cubano y desactivándose la TV y Radio Martí. ¿Por qué? Porque Cuba no puede renunciar a la construcción de una concepción política que por su esencia es incompatible con la que defiende Estados Unidos. Más bien lo que puede existir es la coexistencia de posiciones diferentes sobre la base de una política sustentada en una tolerancia que posibilite los intercambios diplomáticos, comerciales, científicos y culturales. Recordemos que para Estados Unidos la salud es un consumo y para Cuba es un derecho humano, y, así se debe comportar un asunto en el que Cuba no puede ceder. Lo decisivo en el contexto actual es adecuar eso que se conoce como trabajo político e ideológico con la generación que le corresponderá garantizar la continuidad de la Revolución para que comprenda cuál será su honrosa tarea, hacer viable la idea socialista frente al poderoso contrario que apuesta por su fracaso, ahora con otra estrategia.
¿ Para Estados Unidos las relaciones con Cuba solo serán "normales" cuando logren destruir a la Revolución incómoda? La normalidad pasa por una batalla de vigilia permanente por la soberanía de Cuba. No olvidemos a Fucik: !Estad alertas!
Yo lo veo asi: Seria un escenario en el cual Cuba consigue lo que necesita, vende sus productos , mientras batalla contra un enemigo politico.
Estoy de acuerdo con el articulo,pero yo diria más, para tener relaciones normales tiene que existir el respeto mutuo,el respeto a la soberania,la libertad,a los principios de cada país,y me parece que nuestros vecinos todavia no han aprendido esta lección,siempre están inventando algo para que manche o destruya nuestra revolución,no podemos olvidarnos de la Historia como quiere Obama porque ejemplos hay miles y como dijo el Guerrillero Heroico "En el imperialismo no se puede confiar ni un tantico así,nada"y la Historia lo ha demostrado;y si algun dia quitan el bloqueo,tenemos que hacer las cosas con cautela,como siempre nos ha enseñado el Comandante en Jefe en la batalla de ideas y con el puño de acero para que nadie se equivoque,porque todos sabemos que ellos nos respetan.
Como vamos a desarrollarnos economicamente ? es mejor intentarlo AHORA...Para mi este talentoso joven resume con el siguiente parrafo.....Cuba ha aceptado el desafío que representa el «nuevo enfoque» de la política de EE.UU. tratando de aprovechar con inteligencia las nuevas oportunidades que se abren para una mejor relación entre ambos países y pueblos,así como para la economía cubana. Aunque muchos no lo ven de esa manera, la actitud de Cuba no deja de ser además de osada, una prueba de la confianza en sus fortalezas internas, pues realmente son pocos los que abren las puertas de su casa al vecino —sobre todo a uno tan poderoso—, sabiendo que este a la larga pretende incendiarla.