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Mientras la barca de la democracia choca con la roca del capitalismo

Es muy socorrido que se califique de inmovilista, dogmático u oficialista, o anclado en el pasado, o estatista, a todo aquel análisis del proceso político cubano que emplee algún término, advertencia, valoración o propuesta, que apenas así sea se sospeche que se opone al diálogo, o a las negociaciones en curso, o a las búsquedas de consensos, o que se vea obligado a emplear palabras que denoten alguna firmeza en determinadas convicciones, como enemigo, guerra cultural, o resistencia, o unidad. Hasta se ha llegado a negar que exista una guerra cultural en Cuba.

Es una corriente de pensamiento entre cuyas aguas, sintomáticamente, no asoman la cabeza o hacen naufragar otras palabras del mataburros, como revolución, socialismo, marxismo, propiedad estatal, y, en cambio, nadan muy bien o sacan de allí a la superficie con bastante frecuencia, conciliación, democracia, libertad de expresión, derechos humanos, cambios, cambio de régimen, tránsito, evolución, reformas, etc.

Tanto en lo que fundamenta como en lo que impugna, es un discurso que se nutre y aprovecha del innegable prestigio del pensamiento republicano de la Ilustración, a la vez que se catapulta cómodamente sobre el descrédito del socialismo que realmente existió hasta su estrepitosa caída.

Así, es bien conocido el gran provecho que el pensamiento liberal y neoliberal de sus prestigiosos gurúes le han sacado a esa feliz combinación. Sobre estas últimas ingloriosas ruinas, y la desnaturalización de aquel magnífico sueño republicano, ha edificado e impuesto la cultura neoliberal el éxito de su engañosa visión, vendiendo la búsqueda del éxito individualista y fomentando las minúsculas ambiciones humanas, como el único camino posible hacia la felicidad y la virtud, para que aquellas utopías colectivas de las revoluciones no despierten ya jamás del sopor consumista en que una buena cantidad de habitantes de este puntito azul en que vivimos se adormece.

La ubicuidad siempre ha sido atemorizante, los dioses son inapresables y omnipresentes. Por eso es tan difícil visualizar el Gran Estado del Capital que hoy se abate sobre la Humanidad, mientras un pobre diablo afirma que ya él no le trabajará más al “estado socialista”, su estado, que le han enseñado a ver como su enemigo, porque ya no es capaz de distinguir aquel por el que realmente arrastra su vida sin ilusiones. Aquí se ha revertido el mito y es ahora el avasallador Polifemo quien se viste del nombre de Nadie para poder devorar al viajero.

La práctica liberal y neoliberal, que Alain Badiou ha llamado la “liberación del liberalismo”, con toda su incesante cadena de privatizaciones, destrucción de las garantías laborales, concentración oligopólica de la riqueza y los recursos públicos, y el estrechamiento indetenible de los márgenes de soberanía de los estados nacionales, sin embargo, ha logrado convertir en su rehén también privado el tesoro milenario del pensamiento democrático, apropiarse de su lenguaje, e imponer la aplicación de sus concepciones, pero a la bella figura de la Libertad la han vestido de un ropaje engañador: no es fácil ver cómo la separación trinitaria de los poderes es en el capitalismo una verdadera repartición de poderes. El lector curioso y simple diletante tiene que bregar duramente y dedicarle a la lectura y el estudio un tiempo que desgraciadamente no siempre se tiene por las exigencias de la cotidianeidad.

El triunfo de esa cultura en ciertas personas se nota mucho si uno decide arrojar un poco de tiempo por la ventana, y leer los comentarios del ciberchancleteo en algunos foros digitales, y eso cuando la palabra humana no se degrada en los ataques más vulgares y envalentonados por el anonimato. Se nota en la repetición de términos como el “inmovilismo” del socialismo, (y no les pregunte si saben distinguir hacia dónde es que me mueve, si se mueve, lo que suponen su contrario), o las diatribas contra los “estatistas”, los dogmáticos y oficialistas, que son siempre los que atentan contra la libertad de expresión, los negadores de los derechos humanos, y en resumen, los enemigos de la democracia y los amigos de las dictaduras. Creo que a eso le llaman hacer uso de la libertad de expresión, cuando quizás sólo sea la libertad de excreción, acto humano muy digno, pero no en el uso de la palabra que se dice pública.

Curiosamente en relación con lo anterior, los campeones del anti-dogmatismo, tal pareciera que nunca cavilaran una siniestra posibilidad: que a su vez estén repitiendo o creando nuevos dogmas en sus interpretaciones y propuestas, por estar detenidos ante el espejo y el límite de horizonte que le proporciona la práctica democrática “realmente existente” principalmente la que se ha conocido en el mundo a partir de las revoluciones burguesas europeas. Como no hay manera, al menos sin faltar a la honestidad intelectual y en la medida que las ciencias sociales puedan hacerlo, – de demostrar que exista la verdadera democracia hoy en muchos gobiernos, pues al menos hay que virarse para tercera con la bola escondida y limitarse a proponer para Cuba una prístina y pura aplicación democrática, como surgida de una aséptica y amable caverna platónica, en que las ideas están allí, flotando e incontaminadas, completas y definitivas, listas para su aplicación, y desasidas del análisis de cómo puede despertar, y está ocurriendo, la dinámica del sueño democrático de la pesadilla de la realidad capitalista mundializada.

Se le podría solicitar a un representante lúcido, honesto e inteligente del republicanismo (que por gran suerte los hay) que tenga en cuenta en sus propuestas “prácticas”, o en sus investigaciones teóricas, y en sus exigencias, en sus reivindicaciones, pero sobre todo en las soluciones que proponga, las siguientes realidades:

1) el predominio ya casi absoluto del capital transnacional en el mercado mundial;

2) el casi absoluto dominio del espacio informativo por muy pocos oligopolios de la información;

3) el hecho incontrovertible, tanto histórico y actual de que ninguna de las democracias latinoamericanas son verdaderamente respetadas, y sí agredidas mediante un surtido de medios tan innovadores como aparentemente inagotables. Ni las muy poco “simpáticas”, para no mencionar a las más demonizadas, que son las que han ganado más de una decena de veces en el ruedo de las elecciones, pero eso no basta para ser democracias a los ojos de los amos de la verdad. Pero tampoco la de países como Honduras, Argentina o Brasil en estos últimos tiempos, y sí toda aquella que entre por el carril de lo que se impone como democracia;

4) un análisis de la posible dinámica prospectiva de las relaciones EEUU-Cuba a la luz de los objetivos no ocultos del nuevo amigo;

5) Un análisis del estado geopolítico del mundo actual;

Si los puntos anteriores no son tenidos en cuenta, y todos los otros que se escapan pues soy sólo un simple comentarista, estamos sembrando en el aire, como aquellos árboles famosos de la brillante frase de Martí, para que lo tundan y talen las tempestades. No hay otra parcela del pensamiento hoy donde sea tan urgente hallar la interrelación entre todos estos elementos mencionados antes, y en Cuba mucho más, si es que se pretende, desde la academia, contribuir con algo más serio y real, que propuestas teóricas. Proponer cambios con una reflexión que sólo se reduzca a exigir en el frío marco de las normativas abstractas de la tradición, sin tener en cuenta aquellos puntos, convierten al pensador en aquel metafísico que discurría sobre el sexo de los ángeles. Está proponiendo una bella entelequia desasida de la terrible realidad.

Pero mientras esos estudios son casi inexistentes entre el pensamiento criollo, y sin embargo no escasea en otros lares para sus específicas situaciones, por ello abundan las propuestas que están inspiradas en las prácticas constitucionalistas latinoamericanas de los gobiernos progresistas del momento.

Pero allí se detienen, porque lo que no encontraremos con la frecuencia deseada en esos análisis de la experiencia nuestramericana, son los análisis de cómo resolver (y sobre todo, vencer en Cuba) las ingentes dificultades que estos países ya afrontan y que se pueden reproducir en la Isla, cuando sus políticas de beneficio popular se ven obligadas a jugar en la cancha donde únicamente están dispuestos a jugar la ficción democrática los poderosos: a) con la mayor porción de poder mediático en sus manos, b) con la alianza pronta e irrestricta del capital internacional, y llegado el caso, la militar c) con la supervivencia interna de la propiedad privada del gran capital, d) el enorme poder de violenta intromisión que estos tres factores conjugados le permiten al capitalismo interno y externo para deformar, manipular y conducir el imaginario social en los procesos de elecciones, y a la vez periodizar el tiempo de gobierno, existiendo así la amenaza constante (siempre con aquellas tres decisivas bazas a,b,c en las manos) de la regresión conservadora derechista (hoy Argentina, Brasil), o la manipulación de las leyes contra los indeseables, o cualquier otro expediente del momento actual.

Cuba está prácticamente protegida, hasta el momento al menos, de los factores a,b,c y por lo tanto, del d, porque lo que hizo fue, efectivamente, una revolución.

Por eso se oye con tanta insistencia desde ciertas plataformas y personeros de dudosa legitimidad para inmiscuirse en los asuntos cubanos, una serie de reivindicaciones y exigencias que pueden contribuir, incluso contra la voluntad de los bienintencionados, a sembrar el semillero del que alguna vez broten las zarzas ardientes que permitan alumbrar el siniestro camino de la perdición, cuando se instalen poco a poco esas condiciones: prensa privada, elecciones multipartidistas, fragmentación del tejido social en inconexos intereses individuales, una clase media favorecida, siembra de desconfianza y desaliento, minería acuciosa en las dificultades, análisis descontextualizado de la historia o los fenómenos migratorios, cuestionamiento del carácter del estado o el partido cubanos como representantes válidos, cuestionamiento de la peculiar democracia cubana, todo ello alentado y pagado mediante hilos sutiles o injerencias descaradas en la formación de las juventudes.

Pero ahora, en mi opinión, y pese al clamor de simpatía que suscitan los adormecidos cánticos optimistas, no se valora con suficiente claridad todavía que la política amistosa del buen vecino se propone crear esas condiciones, y abonarlas por control remoto, y de manera tal que no aparezcan ellos como los hechiceros que cocinaron directamente la pócima en la marmita de la historia insular, sino que sean los propios cubanos quienes acopien las semillas, aren el terreno, hagan la siembra, abonen, y cosechen el resultado.

El más de medio siglo de agresiones directas e indirectas, nacionales y extraterritoriales, fue la larga y paciente, y en varios aspectos claves exitosa, preparación artillera, aunque ahora algunos increíblemente se atoren con la atractiva retórica de que todo es consecuencia de la comprensión de un olímpico “fracaso”. Los caminos de la historia son, como el de Dios, inescrutables, pero una vez que se conocen bien los senderos y los pasos de sus caminantes, no tan imprevisibles. Y no prever en política, ya sabemos, es un crimen.

El “fracaso” asumido por el ilustre visitante presidente en Cuba, no reveló una secreta certidumbre que el elocuente orador se mostró muy cuidadoso de ocultar tras su encantadora sonrisa y ágiles maneras. Imaginemos esos pensamientos: 1) las favorables probabilidades de un éxito para el cambio de régimen, fundado en que tiene que existir un desgaste que era previsible después del agónico camino que mis predecesores le han infligido a este pueblo; 2) una situación latinoamericana que se revierte, pues la unidad continental que se comenzaba a fraguar tan peligrosamente para los intereses de EEUU, ya comienza a estallar aquí y allá; 3) la probable nueva soledad de este corredor de fondo que es Cuba, casi ya solitario en este mundo del sueño socialista, cuando le comiencen a fallar los insumos de sus aliados a causa de lo anterior, (hoy el Mariel ya está en dificultades por el golpe parlamentario en Brasil); 4) un cambio generacional y sus consecuencias y conflictos (por ejemplo, es muy probable que ni las nuevas, ni algunos representantes de las viejas generaciones depositen su confianza en los nuevos líderes del partido y logremos enterrar mucho más la semillita de la necesidad de elecciones distintas a las que se han dado a sí mismos los cubanos, que es un espectáculo carnavalesco tan propicio para usar nuestra tecnología y artillería cultural); 5) la evidente erosión a que hemos sometido la concepción estatal socialista y todo lo que tiene que ver con los socialismos, aunque nosotros somos cada vez más un enorme estado mundializado y militarizado; 6) los diferentes intereses gremiales, intelectuales o económicos que vamos a dividir en parcelas, en mil ambiciones, y aupar, y si es posible financiar y alentar; 7) una población juvenil que imagino mayoritariamente inficionada por nuestra cultura superior, y la inevitable reinyección en ese mundo mediante la ubicuidad de las tecnologías, y redes de nuestra visión del mundo, pues la austeridad y el sacrificio es ya moneda moral muy devaluada, y hemos logrado ponerlo a la cuenta del fracaso del socialismo, pues nuestras vitrinas siempre están muy bien surtidas, y además siempre tendremos a mano que, con las dificultades que hemos creado y las futuras provocadas por errores que no podrán dejar de cometer – porque se la pondremos muy difícil parcelando las ayudas, prometiendo aquí, estrechando allá, sin prisa, pero sin pausas, – sus profesionales y sus inteligencias nunca podrán ser bien recompensadas, y allí ofreceremos nosotros a oportunistas o idealistas, nuestras 30 monedas, siempre tan efectivas… ha llegado, pues, el momento de prometer el paraíso del derrame de la riqueza, pero de manera que dosifiquemos las zanahorias en la medida en que cada uno de esos elementos se muestren propicios. Y así ha comenzado otro capítulo con la reciente abstención en la ONU.

Una preparación que tiene nuevo episodio y que apenas comienza: el juego en el Congreso, el pulseo entre el garrote inteligente y las zanahorias económicas que son tan vitales a Cuba para el sostenimiento de su proyecto, y donde, además, gravitará mucho todo lo que vaya sucediendo en el patio trasero, ahora convulso por el reflujo neoliberal, o allende allá en el mar meridional de la China, y en el Oriente Medio, es decir, la suerte de la tensión mortal que EEUU y la OTAN hoy sostiene con China, Rusia, Irán y Siria y toda la convulsa trama de aquella región.

Algunos analistas no miran hacia allá, o como son personas informadas, no pueden dejar de tener en cuenta esas inquietudes. Pero es obligación de los entendidos en abordar estos temas en su íntima relación, si es que las inteligencias quieren contribuir a la causa más allá de exigencias que son válidas, pero que deben ser también, y urgentemente, atinadas.

Algunas propuestas para Cuba de los transicionalistas, o los demócratas teóricos y librescos, muestran a veces muy sutiles como etéreos vínculos mediante la tercerización de relaciones con los alambicados caminos de las rutas del dinero, relaciones con ciertas “amistades peligrosas”, con “instituciones”, ONGs, “academias”, o medios de divulgación digitales externos o internos, graciosamente apoyados o financiados, que tienen un hilo conductor sutilísimo hasta el gran capital, como es el ejemplo de las instituciones de Soros, las becas de formación de líderes y como si ya la fabricación de líderes internos fuera también ya un derecho internacional.

El caso es que esas corrientes a que nos referimos se anclan, con peligro de dogmatizar, en sus conocimientos de academia, y usufructúan el prestigio y los aplausos y simpatías de la palabra libertad, democracia y libertad de expresión, pero clamadas en el desierto de una propuesta abstracta por cuanto no se responsabilizan por una creación original y, además, nunca vemos en sus estudios un análisis siquiera somero de la realidad geopolítica mundial, esa, una realidad, que marcha tenazmente por otros carriles. O los estudios que sobre la relación democracia – capitalismo hoy abundan.

Ocurre que hoy existen pensadores, activistas, filósofos y políticos – por supuesto, estos sospechosamente de formación y convicciones marxistas, pero del marxismo que nada tiene que ver con la variante de lo peor del marxismo-leninismo de manual, y mucho menos con su variante Groucho, como dice el chiste, -, que advierten continuamente que la concepción occidental democrática, tal como es aplicada hoy en la inmensa mayoría de los países que se hinchan de orgullo por sus sociedades, es una democracia instrumental y subsidiaria del capital (que es lo más antidemocrático que se pueda imaginar), y que en vez de separación de poderes, lo que ocurre de facto es una repartición de poderes (como ocurre ahora mismo en este segundo (escribo mientras espero se verifique un golpe parlamentario y partidista “suavísimo” en el estado español para dejar el camino libre a la peor derecha neoliberal de Mariano Rajoy y el PP, e impedir el avance de Unidos Podemos, qué casualidad, un partido antisistema con simpatías fundamentales con Cuba, Venezuela y todo lo que huela a anticapitalismo radical).

Y en Europa toda no es otra la realidad, donde la democracia que existe ha degenerado en la autocracia de la banca. Y aquí detengo estas notas para escuchar un poco las discusiones en que será investido Rajoy. No pretendo tener la razón en todo lo que argumento, y quizás casi en nada, o en nada. Entonces que sólo sirvan estas ideas para hacer pensar, ya esa sería la única y buena contribución a que aspiraría. Escribo estas notas en mis ratos libres, estas notas no se pagan, y hasta pueden provocar suspicacias de cocinarse en retorcidas oscuras retortas, para decirlo con una infame cacofonía medieval. Pero de algún acierto, o muchas equivocaciones, soy el único responsable.