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¡Olvídense de nosotros!

Foto: Desmond Boylan/ AP

Foto: Desmond Boylan/ AP

En la medida en la que los seres humanos hemos ido conociendo este universo en que vivimos de forma infalible, comprobable por terceros de forma independiente, nos hemos dado cuenta de los muchos elementos que la ciencia debería tratar de llevar a la cultura general de todo ciudadano. Eso nos ayudaría, entre otras cosas, a crear una conciencia social que ayudara a desprendernos del deseo de ser el centro de todo, y sobre todo, de ser el centro del universo.

Si se hurga en la cultura intrínseca de cualquier pueblo en cualquier país, siempre aparecerá algo que conduzca a esa comunidad de personas a sentirse diferentes, mejores en algún sentido. Eso se debe, entre otros factores, a que la forma que tenemos de conocer al mundo es desde nuestras individualidades. Cuando nos enfrentamos y enteramos de lo previamente desconocido queda en nuestras entrañas algo como: ¡que inteligente soy! o ¡que pueblo tan especial y único es el mío! Cuando no sabemos, o carecemos de la suficiente cultura universal, no nos damos cuenta de que cualquiera de nuestros congéneres, aunque nunca lo conozcamos y viva en una cueva, va a llegar a conclusiones parecidas, en cualquier parte del mundo y en cualquier cultura: se va a considerar diferente y mejor. Hay culturas generalizadas en algunos pueblos que los llevan a considerarse escogidos por su creador sobrenatural, y por lo tanto mejores que los que no tuvieron ese privilegio. Y eso provoca hasta guerras y matanzas genocidas.

La labor del internacionalismo cubano en todo el mundo ha sido, es, y queremos que siga siendo muy hermosa. Debe observarse que la ética predominante en su labor, enseñada por Fidel, es que se va a curar, o a enseñar, o a ayudar de cualquier forma, a un pueblo que es igual al nuestro, aunque necesite el apoyo que le damos. Una de nuestras joyas de estas acciones es también la modestia que desplegamos, a pesar del altísimo orgullo nacional que si tenemos los cubanos. Desgraciadamente sabemos también que en muchos países poderosos, incluyendo a nuestro vecino norteño, existen personas que a veces tienen mucha influencia y no piensan ni obran así. Se creen elegidos en un país elegido y consideran que todos deben imitarlos y tratar de ser como ellos. Responden a una pobre cultura, aunque lo hagan en nombre de un gran país.

El centro de nuestra más pesada carga política, económica y cultural está en el bloqueo al que el gobierno de los EEUU nos somete a todos los cubanos. Se trata sin dudas del país más poderoso del mundo en muchos sentidos acosando a un pequeño y pobre país vecino. Sus políticos lo llaman “embargo”, eufemísticamente, pero al aplicarlo lo desnudan con el término de “sanciones”. La filosofía que lo sostiene es esencialmente humillante y se basa en que algunas personas de ese país consideran que son los elegidos, mejores que todos los demás pobres humanos de este mundo. ¡Y los cubanos no hacemos lo que ellos quieren que hagamos!, que según ellos nos conviene. La deplorable ley de 1996 que lo sostiene y le da poder al congreso de ese país para determinarlo está concebida justamente en esos términos. El presidente solo puede derogar el bloqueo si le certifica a ese congreso extranjero que los cubanos hemos cumplido una serie de condiciones que a ellos les parecen correctas.

Debemos derrocar a nuestro gobierno y cambiar el sistema económico por uno que, según ellos, es mucho mejor. Como no lo hemos hecho, porque somos un pueblo tonto, somos inferiores a su sabiduría, pues tenemos que estar sancionados hasta que lo comprendamos. Esto es lo peor. Lo hacen sobre la base de que los cubanos somos incapaces de saber o tener lo que supuestamente nos conviene, y ellos si lo saben. El más poderoso republicano del congreso de ese país lo acaba de declarar: la política de acercamiento del actual presidente no ha logrado lo que ellos desean en casi dos años de aplicación. Por eso deben mantenernos castigados, igual que hace casi 60 años, hasta que aprendamos a seguir lo que ellos piensan. Dijo también que ¡ni soñáramos que una cámara de representantes republicana fuera a levantar el bloqueo!. Y de paso, ¡así nos enteramos de a quién hay que obedecer! Lo irónico es que el gobierno cubano que cumpla con las exigencias de esa infame ley para que se levante el bloqueo, se convertiría automáticamente en un cipayo, en un secuaz local a sueldo del amo externo que le dice lo que tiene que hacer para ser “perdonado”. Nos piden que seamos sumisos a los designios de esos políticos extranjeros a cambio de dejarnos vivir en paz y progreso.

Recientemente tuvimos el gustazo de presenciar un video del Che entrevistado por periodistas de los EEUU en el año 1964. En una de las preguntas más actuales (50 años después) le solicitaron algo como su opinión acerca de que deberían hacer los EEUU para relacionarse con Cuba. Él respondió: ¡Olvídese de nosotros!

Lo que nos convenga lo haremos y lo estamos haciendo. Es absurdo que cualquier transformación que deseemos hacer tenga que estar modulada o supervisada de alguna forma por las opiniones de políticos que nada tienen que ver con nosotros ni con nuestros intereses. Más bien todo lo contrario, después de tanto tiempo de un bloqueo guiado por un odio medular hacia la Revolución que hizo y sostiene el pueblo de Cuba. No les hemos pedido, ni les pediremos, su opinión. Los que no nos quieran deberían, si, olvidarse de nosotros. Confiemos en que los inmensos valores que predominan en la sociedad de los EEUU se manifiesten en las actuales elecciones y que sus resultados conduzcan a lo que debería ser de forma natural en el siglo XXI: la verdadera buena voluntad y el tratamiento de iguales entre nuestros pueblos y gobiernos, el beneficio mutuo en la cooperación, y ¿por qué no? la amistad y mutua admiración de lo mejor de nuestros países.