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Los tranvías, las guaguas, la innovación en el transporte y Uber

Nos cuenta EcuRed, el grandioso proyecto cultural revolucionario en la red, que en las primeras horas de la mañana del 29 de abril de 1952 entraba en el “Paradero de Príncipe” el último viaje de tranvías de La Habana. Ese paradero al parecer se encontraba frente a la “Quinta de los Molinos” en el Paseo de Carlos III. Los tranvías eléctricos habían existido como medio importante de transporte colectivo en La Habana, Santiago de Cuba, Matanzas, Camagüey, Cienfuegos, y probablemente en otras ciudades de Cuba, entre los finales del siglo XIX y esa época inicial de los 50 del pasado siglo.

Fueron una innovación avalada por el avance tecnológico de la electricidad. Sustituyó a los tranvías de “sangre”, arrastrados por animales, que se habían establecido desde la segunda mitad del siglo XIX. El edificio que ocupó una de las plantas que proporcionaba la electricidad de nuestros tranvías es hoy una “Fábrica de Arte” en La Habana.

La siguiente innovación que sustituyó finalmente al tranvía eléctrico ya había aparecido en nuestras calles hacía décadas. Era la “guagua” con motor de combustión interna, autónoma, sin depender de otra infraestructura que la calle para rodar. En la competencia entre guaguas con inversión inicial relativamente barata, muchas importadas de uso desde los EEUU, que consumían combustible también barato, y un sistema tranviario en el que se hacía perentorio invertir para modernizarlo, sumado algún posible negocio turbio de los regímenes de entonces, ganó la guagua. Ni los sólidos railes, muchos aún empotrados en nuestras calles, lograron salvar entonces al tranvía.

El “Paradero de Príncipe” de los tranvías de La Habana.

El “Paradero de Príncipe” de los tranvías de La Habana.

La innovación en el transporte de nuestras ciudades vino siempre de la mano de satisfacer necesidades y de los negocios privados que aprovecharon esas necesidades para brindar el servicio con sus casi siempre debidas ganancias. Sin destacarse por la calidad que hoy puede verse en las principales capitales de este mundo, sobre todo después de la intervención de los gobiernos, si resolvía los movimientos colectivos e individuales de la población cubana a precios alcanzables por la inmensa mayoría, sin subsidios. Es bien conocido y comentado que por muy diversas causas, ese servicio hoy no lo tenemos resuelto, y hasta se ha convertido en fuente de explotación y apropiación ilícita de los recursos de todo el pueblo por parte de algunos. Un contrasentido en el socialismo.

El artículo 1 de nuestra constitución vigente establece los principios: “Cuba es un Estado socialista de trabajadores, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos, como República unitaria y democrática, para el disfrute de la libertad política, la justicia social, el bienestar individual y colectivo y la solidaridad humana.” De ese hermoso enunciado no debe pasar inadvertido el concepto de “bienestar individual y colectivo” como parte de la razón de ser de nuestro país.

Mucho se ha hecho durante el proceso revolucionario en favor de ese objetivo. El implacable bloqueo financiero y comercial por parte del país más poderoso del mundo, y también uno de los más cercanos geográfica y culturalmente, ha sido un gran obstáculo para nuestro bienestar. Todo ha tenido que ser también dentro de las limitaciones de sistemas de gestión económica que no se han innovado esencialmente y que adolecen de muchos problemas. Tantos, que condujeron a la autodestrucción de los que los inventaron.

Durante el proceso revolucionario se han realizado muchos esfuerzos innovadores en las tecnologías del transporte buscando el bienestar de nuestro pueblo, sin mediar como objetivo la ganancia económica. Llegamos a tener en algún momento casi todo el parque de guaguas construido total o parcialmente en Cuba incluyendo los ya famosos “camellos” de la crisis de finales del siglo XX, aunque la tecnología básica era importada en muchos casos.

El trabajo de innovación en la gestión y en la economía podría contribuir a paliar y quizás hasta resolver la situación actual del transporte. Sin ser especialista, cualquier ciudadano que ha tenido la oportunidad de visitar otras tierras, puede observar que incluso en lugares donde el transporte ha sido caótico, extremadamente desorganizado y fieramente competitivo, la intervención creadora de los gobiernos y la innovación han proporcionado medios para que se vayan resolviendo muchos problemas. En nuestro caso la innovación que se haya introducido no ha podido mejorar sustancialmente la gestión del transporte, desde que las guaguas sustituyeron a los tranvías, hace ya más de 65 años.

Vale describir brevemente una innovación que las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones están contribuyendo ahora mismo a revolucionar el servicio de taxis, o transporte personalizado, en muchos lugares. El más conocido es una empresa norteamericana de alcance global que brinda el servicio sin un solo vehículo propio, al menos hasta ahora, denominada “Uber”.

Lo único que han operado son aplicaciones o programas instalables en teléfonos móviles inteligentes, hoy en posesión de cualquier ciudadano que puede pagar un taxi. Una persona maneja un vehículo que por cualquier motivo debe estar circulando para su transporte personal y se contrata mediante su teléfono móvil como chofer “Uber”.

Otra persona que necesita transportarse desde cualquier lugar en que se encuentre y tiene su teléfono con una aplicación “Uber”, que instaló gratuitamente, apela al servicio diciéndole a dónde desea ir. Este automáticamente le avisa de cuantos carros asociados están en ese momento en sus cercanías dispuestos a llevarlo y cuanto le costaría. El cliente decide, aparece rápidamente el carro que se le identifica para ello y lo lleva a donde él había pedido.

No tiene que pagarle nada en el momento, porque ya Uber le descargó el dinero de su tarjeta magnética. La mayoría de lo que costó el viaje le toca al chofer que prestó el servicio y Uber se gana una comisión. La nueva innovación es que están haciéndose ahora de carros autónomos, sin chofer, para brindar el servicio. Eso se está experimentando aún, aunque el uso reciente en algunas ciudades parece prometedor.

Uber pudo ser, y de hecho fue, una innovación implícita de los cubanos en los años 90. En aquélla época se estableció como obligación que los vehículos del estado, los que son de todos, no viajaran vacíos. También se estableció la costumbre de “dar botella”, muchas veces elegante y socialistamente desinteresada, a las personas que lo necesitan en nuestras ciudades y carreteras.

La diferencia es que nosotros no usamos entonces la tecnología para innovar, y por eso no se perfeccionó ni ha progresado significativamente nuestro Uber. Un lector creativo e inteligente no requiere que le describamos cuantas posibles soluciones innovadoras podrían darse a este problema en nuestro contexto, usando las tecnologías contemporáneas, aun cuando la penetración de la telefonía móvil no sea aun la que tenemos que tener. Y esas soluciones y muchas otras otras innovadoras deberían convocarse, promoverse y facilitarse por las instancias a las que les corresponde de un sistema socialista como el que aspiramos a tener, según establece ese hermoso primer artículo de nuestra Constitución.