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La matemática: ¿Enseñar para que la aprueben o para que la aprendan y apliquen?

La matemática como asignatura casi omnipresente, es sin lugar a duda la más temida por estudiantes y sus familiares, sobre todo en los exámenes de ingreso que la tienen como indispensable. No existe un método mágico para hacerla entendible y disfrutable por todos, pero estoy convencido que se puede lograr que la gran mayoría pueda entenderla sin percibirla como el monstruo que no es. El papel del maestro es fundamental, quien debe trabajar con dedicación y creatividad para motivar al estudiante, sabiendo que la inteligencia es múltiple y diversa. No pretendo sentar cátedra, me sentiré satisfecho si suscito un debate enriquecedor que nos hagan un tilín mejores en tan importante esfera del conocimiento y de la vida.

Desde mis estudios secundarios fui alumno monitor de matemática, ello me ayudó a lidiar con los prejuicios de estudiantes y familiares que consideraban imposible aprobarla con buenas calificaciones; luego en el preuniversitario y finalmente en la universidad seguí ejerciendo ese maravilloso oficio, intentando siempre que el aprendizaje fuese superior a la mala práctica de enseñar para aprobar un examen.

Ya graduado como licenciado en matemática, fui a cumplir mi servicio social a la Escuela Vocacional Lenin, enseñando matemática y computación. Fueron 9 años de intenso aprendizaje e investigación, con el privilegio de tener a colegas talentosos y estudiantes excelentes.
Cuando parecía que ya dejaba el pregrado definitivamente, me enrolé en la SUM de 10 de octubre, impartiendo matemática superior, en primer año; y estadística y optimización en tercer año de la carrera de Contabilidad y Finanzas.

No se me olvida que en uno de mis primeros grupos en la SUM (de 27 estudiantes, todas hembras), se me ocurrió preguntar quiénes amaban a la matemática y ninguna levantó el brazo; que quiénes eran alérgicas a la matemática y casi todo el grupo levantó el brazo y finalmente que quiénes sentían odio por la matemática y más de la mitad levantaron su brazo sin compasión alguna conmigo. Con gran seguridad y convicción les dije que les había tocado un profesor que había descubierto la vacuna contra la alergia y el odio a la matemática. Al final de cada curso repetía la encuesta pública y los resultados eran significativamente diferentes. Me decían: es que la mayoría de los profesores comienzan amenazándonos con la matemática, y usted nos la presenta como una posible amiga. Les confieso, para no convertir este artículo en una mini novela color rosa, que en algunos casos tuve que violar una especie de ley que siempre aplico, consistente en dar prioridad al razonamiento por encima de los recursos nemotécnicos para fijar procedimientos que aseguren las soluciones.

Algunos estudiantes tenían dificultades para razonar y asignar el signo al carácter convexo o cóncavo de una curva, transigí y les dije: supongamos que tenemos un caldero lleno de un rico potaje, es positivo cuando el caldero está en posición que asegura mantener el contenido; pero si lo viramos, entonces se bota el potaje y el signo es negativo. Me decían, usted ve profe ahora sí entendimos. Cada vez que aplicaba algún recurso similar, una especie de muletas, me quedaba con cargo de conciencia.

Cuando se enseña para que el alumno aprenda, aprobar es una consecuencia, aunque una prueba la suspenda cualquiera; pero en algunas ocasiones me tuve que conformar con asegurar que aprobaran aunque no siempre hubiesen penetrado en la esencia del conocimiento. Se trataba de un aprendizaje mecanicista. Los problemas de base eran muy graves y no podía resolverlo en unas pocas clases.

Como en otras disciplinas, en el aprendizaje de la matemática confluyen varios factores: la predisposición genética; la influencia familiar y social en edades tempranas, la calidad de los maestros y profesores; la metodología de la enseñanza; los programas de estudio y libros de texto; la valoración social y práctica otorgada; el reconocimiento moral y material a sus cultores, …
En matemática hay diferentes contenidos, son pocos los que son buenos en todos ellos, algunos son brillantes en el álgebra y torpes en la geometría, sobre todo si es en la del espacio. Hay quienes son muy rápidos y exactos en los cálculos, pero lentos y erráticos en los algoritmos. Hay a quienes les cuesta mucho trabajo la abstracción, si no le pones un ejemplo, no entienden el asunto que se está explicando.

La vida me ha enseñado, que jóvenes que califiqué en silencio como torpes en matemática, se desarrollaron bien cuando la vida se la situó como algo necesario para alcanzar un objetivo altamente deseado.

No pretendo afirmar que podemos lograr de cualquier ser humano un excelente matemático, hay factores intrínsecos y extrínsecos que lo determinan. Lo que sí afirmo sin temor es que podemos convertir a un alumno problemático en alumno normal, al normal en destacado y al destacado en brillante.

Quedan muchas aristas no tratadas, pero intentarlo haría este artículo demasiado extenso. En Cuba contamos con una buena cantidad de metodólogos y profesores con preparación suficiente para dar un salto cualitativo en la enseñanza de la matemática. Mi mayor respeto y admiración para ellos y ellas.

Para terminar vuelvo a la técnica de la lista de ideas para compartir y perfeccionar el conocimiento, en esta ocasión la lista versará sobre cómo lograr que la matemática no sea el terror de estudiantes y sus familiares.

1. Atender las diferencias individuales de los alumnos y actuar en consecuencia
2. Jamás presentarla como una amenaza o un purgante
3. Enseñar a razonar, aplicar siempre que sea posible el aprendizaje mediante la acción
4. No temer a los errores, de ellos se puede aprender mucho
5. Privilegiar la enseñanza del método por encima de la fórmula o procedimiento memorístico
6. Si además de enseñar logramos divertir al estudiante todo será mejor
7. Al autosuficiente suficiente, rételo, no lo segregue
8. Al que le quieran poner el cartelito de bruto, enséñelo a demostrar que tiene capacidad para hacer cosas que los supuestamente brillantes no lo logran
9. Evite el exceso de facilismo, sobre todo en los casos que sin esforzarse reclaman la solución del problema
10. Siempre que sea posible explore la mayor cantidad de variantes para alcanzar la solución de un problema
11. Involucre a los más avanzados en la ayuda a sus compañeros
12. Realice concursos de conocimientos y de habilidades matemáticas
13. Aseguremos contar con profesores con conocimiento, metodología y vocación suficiente
14. Ser propietario legítimo de un método menos eficaz, es preferible que alquilar uno para resolver rápido un problema, sin saber explicar lo que se hizo
15. Saber discernir en qué caso lo más importante es la rapidez en alcanzar la solución y cuándo es conveniente no apurarse.


Estoy seguro que hay muchas más.
Aunque el eslogan no siempre es bueno, podríamos proponer este: “Aprenda matemática sin dolor ni sufrimiento”