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Un médico de la familia fundador, todavía ahí, y querido por todos

medico familia

Martín Antonio Rodríguez Pons. Foto: Néstor del Prado.

El programa del médico de la familia liderado por Fidel, tiene una historia digna de reconocer, aunque en algunos territorios se haya deteriorado más allá de lo presentido. En este artículo voy a compartir con ustedes un privilegio de mi barrio, contar con el médico que comenzó muy joven en 1984, y que todavía se mantiene en el mismo consultorio. Su nombre Martín Antonio Rodríguez Pons. Es un médico excelente, conocedor de su oficio, paciente con los pacientes, sabe escuchar y siempre dispuesto a buscar la mejor solución. ¿Cuántos casos habrá como el del doctor Martín?

En esta ocasión mi artículo será más breve que de costumbre, pero tendrá una carga humana muy alta, recuerdos veraces muy lejanos, otros no tanto, y el agradecimiento a Fidel por haber concebido e impulsado un programa de salud que no deberíamos perder.

En mi natal pueblo de Palma Soriano, tuve la dicha de contar con un médico de familia, todavía no había triunfado la Revolución. Su nombre Miguel de los Reyes Gavilán, cuando aquello su ejercicio era principalmente  privado, pero efectivamente era medico de muchas familias. Nunca supe de un caso en que el Dr. Gavilán rechazara la atención a un enfermo por falta de dinero.

En no pocas ocasiones, siendo un niño, fui testigo de un obrero del entonces Central Palma tocando la puerta de mi casa desesperado, para que mi padre le firmara un anticipo de pago y poder comprar las medicinas que un hijo esperaba con urgencia para combatir una enfermedad importante. Yo tendría 8 años, y no entendía por qué aquello sucedía, si estaba en juego la vida de un niño como yo. Mi padre me decía que se trataba de una injusticia social. Cuando no le era posible firmar un anticipo de pago vi a mi padre sacar dinero de su bolsillo.

Qué gratificante recompensa. En el año 1969 la salud pública cubana curó a mi padre de un cáncer de laringe, no perdió la voz, gracias a un costoso tratamiento y la sabiduría del Dr. Cueva; sin costarle ni un centavo. Así  pudo seguir siendo útil como ingeniero agrónomo especializado en caña de azúcar por 18 años más, primero en la  provincia de Oriente y luego en la de Santiago de Cuba.

Cuando Fidel explicó al pueblo el programa del médico de la familia, lo entendí muy bien, ya que pude disfrutar de uno, pero ahora ya no tendría que mediar pago, ni solicitud de anticipo de pago, ni el gesto solidario de un buen cubano  para que mi hijo de 8 años recibiera una esmerada atención médica.

Le pedí permiso al Dr. Martín para hablar de él en este artículo. Yo creo que él aprendió muy bien la lección del eminente médico cubano, el científico y gastroenterólogo Dr. Llanios, cuando le decía a sus alumnos que el mejor instrumento del médico no era ni el efimo, ni el estetoscopio ni la linterna; que  era la silla en que el paciente se sentaba para contar sus dolencias, sus temores, sus dudas, sus angustias y sus esperanzas. Martín siempre escucha a cada paciente, sentado en la silla, sin apuro ni apremio, sin insinuaciones para reconocimiento ni mucho menos retribución material.

Hace algunos meses la dirección del policlínico planteó mover a Martín para otra zona, no se hizo esperar la movilización del vecindario que se atiende en su consultorio, para pedir que lo dejasen ahí. Tuve la ocasión de preguntarle qué haría y me respondió que no se podía negar a la decisión que definitivamente tomase la dirección. Afortunadamente la decisión fue que se mantuviera en su consultorio fundacional.

No es mi intención restar valor ni mérito a los miles que comenzaron como médico de familia y hoy están en otros puestos de trabajo, en Cuba o cumpliendo misión en otros países.

No quiero pasar por alto el papel de las enfermeras de la familia, sin ellas o ellos el médico no podría completar su obra.

Es posible que este artículo suscite la crítica de muchos sobre los problemas de diversa índole que hoy sufre el programa original, pero si es crítica constructiva bienvenida sea.

No tengo dudas en la justicia de rendir honor a un médico que se ha consagrado de  manera ejemplar al cuidado de la salud de mujeres embrazadas, de niños, de adultos y de muy adultos en su zona de residencia.

Gracias doctor y amigo Martín.

Ojalá que este humilde trabajo sirva para reconocer a los médicos que ostenten ese precioso galardón de fundador en activo del programa del médico y la enfermera de la familia creado por nuestro querido Fidel.