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¿Necesitamos planes para la innovación?

La imprenta con caracteres o “tipos móviles” fue una innovación que revolucionó la especie y la sociedad humana desde los años iniciales del segundo milenio. Aparentemente, fue el chino Bi Sheng el que realizó el primer intento exitoso. El libro impreso más viejo que se reconoce en los medios modernos está en Corea y data de tres siglos después de aquel “invento”. El milenio terminó con otras grandes innovaciones: la computadora electrónica y sus redes universales. Igualmente, ellas intervendrán decisiva e inevitablemente en la determinación del futuro de nuestra especie. Esos casi mil años entre la imprenta y la computadora, grandiosos para la vida humana, fueron como un segundo, como diría el cantor, para los 3500 millones de años que tiene la vida sobre la Tierra. Ambas innovaciones, la imprenta y la computadora, permiten que la información fluya ampliamente entre nosotros. Lo único anterior más importante como sistema en este campo había sido la invención (o innovación) de la escritura: plasmar ideas y datos en caracteres sobre algún soporte durable mediante un código asimilable.

La imprenta de tipos móviles incluye la tinta, los materiales de los tipos, los medios mecánicos para imprimir, el papel. Su innovación no se puede definir en un solo dispositivo, ni en saber hacer una sola cosa. Es un verdadero sistema y, al decir de hoy, multidisciplinario. Sin alguno de sus componentes nos hay impresos, ni libros.

En estas condiciones tenemos tres ejemplos importantes de innovaciones relacionadas con la comunicación de información entre los seres humanos: la escritura, la imprenta, la computadora y sus redes que llegan a todas partes. Lo que ocurrió anteriormente a estos avances estuvo a cargo de la biología y la selección natural. Ellas nos dotaron como especie de voz articulada, visión, oído y un cerebro capaz de adquirir, almacenar y procesar la información que los sentidos le proporcionan. Eso no fue innovación humana, sino evolución biológica.

La sociedad moderna se preocupa de las innovaciones como actividades para realizar nuevas ideas, dispositivos y métodos en la vida personal, social y económica. Es fácil concluir que se trata de acciones que se pueden desarrollar en cualquier escenario y para cualquier fin. Solo que la organización de una sociedad socialista debe poner un especial cuidado en estimularla cuando contribuye al bienestar de las personas y a la creación de valor, de riquezas.

¿Cómo se logra que una organización social innove? Se trata esencialmente de desarrollar una cultura y una ética en las personas y en las instituciones. La cultura de que la innovación es necesaria y que está en manos de todos a través de sus iniciativas es algo que debe asimilarse en la familia, en la escuela y en los medios de comunicación. La ética le da valor social y personal a la innovación por encima de lo conservador, estático o retrógrado, siempre que sea para bien.

Los años de consolidación de la Revolución Cubana fueron ricos en innovación, cuando tuvimos que enfrentar el bloqueo y los contratiempos de comenzar a construir una sociedad sin nadie saber a ciencia cierta cómo hacerlo, al decir de Fidel en 2005. Y también fueron plenos en el desarrollo de la correspondiente cultura y su ética en nuestra sociedad. Era un problema de supervivencia. Más tarde se llevaron a cabo movimientos que intentaron, y en buena medida lograron, mantener vivo el espíritu de innovación. La cultura descolonizadora de que los cubanos si podíamos ser innovadores y dominar los conocimientos de la vida moderna se generalizó, y ese fue quizás uno de los mejores resultados de ese período.

Uno de nuestros problemas actuales está justamente en el reconocimiento formal y efectivo de la innovación como un elemento de movilización social y económica para lograr una sociedad próspera y estable. Este reconocimiento está sin dudas establecido en la conciencia de muchos cubanos. Sin embargo, la innovación, como categoría económica y de desarrollo social se suele enunciar en nuestros principales documentos políticos, pero no está incluida como un elemento esencial en los procedimientos administrativos ni de conducción de nuestras organizaciones. No existe de forma explícita o prioritaria tampoco en nuestros métodos de evaluación del desempeño de las personas con capacidad de decisión. La innovación no se puede planear fácilmente, porque en algunos casos no sería entonces innovación. Pero si se puede planificar la inversión en innovación y algunos otros procesos asociados.

La necesidad de que dispongamos de políticas abarcadoras y procedimientos efectivos para que la ciencia, la tecnología y la innovación sean el importante motor de crecimiento de la riqueza de la sociedad que queremos construir es imperativa. Lo es también que dispongamos de aparatos de gestión y promoción de estas actividades que lleguen a toda la sociedad, indistintamente del sector económico de que se trate. Debe ser un sistema útil para todos, lo mismo para los médicos que para los zapateros. Y debe garantizar que los cubanos (y nuestro bienestar) no estemos por siempre a merced de vaivenes económicos. Esto permitirá sin dudas un crecimiento consistente, como ha ocurrido en muchos países emergentes exitosos. Y en nuestro caso será sobre la sólida base de la importante inversión que ha realizado la Revolución Cubana en la educación más esmerada de todos los ciudadanos de nuestra Patria desde hace ya más de medio siglo.