Imprimir
Inicio »Opinión, Historia  »

Libros dedicados a El Mayor

| 7

Entre los comentarios realizados por los lectores a los trabajos dedicados a Ignacio Agramonte que he publicado en estas semanas en Cubadebate (los cuales mucho agradezco), quiero dar respuesta pública a la solicitud, de la persona que se identifica como “opinión personal”, relativa a la bibliografía que puede consultar sobre Ignacio Agramonte en tanto es una forma de multiplicar los saberes.

Portada del libro "Vida de Ignacio Agramonte"

Portada del libro "Vida de Ignacio Agramonte"

La presencia de El Mayor en la historiografía dedicada al proceso independentista cubano es importante, lo cual resulta coherente con el destacado lugar que ocupó en él. Me refiero, no solo a los estudios con una intencionalidad, digamos, generalizadora sobre la Guerra de los Diez Años y que ya integran una muy copiosa relación, sino también a aquellas obras que con acierto Oscar Zanetti catalogó de “vástagos de todo un linaje de «historiografía de campaña» que habrá de llegar hasta nuestros días”,[1] y en la que se inscriben títulos tan interesantes como Pluma y Machete de Ramón Roa y Recuerdos de las Guerras de Cuba (Diario de Campaña 1868-1871) de Francisco Arredondo Miranda.[2]

Las biografías en particular, son prolija fuente para los estudios sobre Agramonte. Género con muchos seguidores entre los historiadores cubanos, su arraigo es fuerte en la tradición historiográfica latinoamericana donde muchos textos han abordado diferentes dimensiones de la experiencia social del pasado y del presente a través de figuras con una determinada trayectoria en el campo de las ideas, de la política o de la cultura. Algunos exponentes demuestran la razón que asistía a Jacques Le Goff cuando aseguró que la “biografía histórica es una de las maneras más difíciles de escribir historia”,[3] porque aunque toda biografía sea un intento de poner orden en la información disponible sobre una vida, no debe centrarse en la persecución del detalle, el hilvane de datos o el descriptivismo anecdótico, sino en el estudio de un individuo; lo cual desde el punto de vista heurístico plantea todos los retos de la investigación histórica.

La lista de libros dedicados a Ignacio Agramonte no es corta, y para el estudio de su vida y obra deben ser tenidos en cuenta también los dedicadas a personalidades que estuvieron en su entorno más cercano, ya sea por vínculos familiares, de amistad, gubernamentales o meramente militares; o bien porque fueron alcanzados por las ondas propagadas por su vida.

La primera mención para Amalia. Ella, siempre presente en los escritos dedicados a su esposo, no emergió con toda la riqueza de su individualidad hasta la publicación en 2009 del libro Amalia Simoni. Una vida oculta de Roberto Méndez Martínez y Ana María Pérez Pino; [4] luego de que en 1912 Aurelia Castillo, amiga personal de la pareja, diera a conocer su hermoso y breve texto Ignacio Agramonte en la vida privada. [5]

De consulta imprescindible pueden considerarse los estudios dedicados a Carlos Manuel de Céspedes por el acercamiento a páginas polémicas de la vida de Agramonte. En particular los documentos cespedistas publicados por Fernando Portuondo, Hortensia Pichardo y por Eusebio Leal — precedidos en ambos casos por esenciales ensayos —, constituyen meritorias muestras en este quehacer. [6] Textos escritos con la pasión necesaria, pero sin que esta impida la apreciación de “las paradojas de una personalidad excepcional, altiva, ardiente”.[7] Recorrer esta ruta conduce hasta las biografías de Manuel de Quesada, Federico Fernández Cavada, Eduardo Agramonte Piña, Henry Reeve e Ignacio Mora. [8] En particular Mary Ruiz de Zarate en su biografía del general Candela, incorpora interesantes criterios sobre Agramonte, aunque en ocasiones resiente el balance a favor del protagonista de su libro, con un estilo en extremo incisivo en reiteradas ocasiones.[9]

En 1912, como ya se dijo, vio la luz el folleto escrito por una de las figuras femeninas más destacadas de las letras cubanas, Aurelia Castillo de González quien hizo de Ignacio Agramonte en la vida privada, el primer refugio de los recuerdos de Amalia y de los suyos propios. “Sí, algunos recuerdos tengo del héroe, y los guardo en mi alma como guarda el avaro su oro […]”,[10] palabras iniciales que ya denotan el aliento del texto. Uno de los méritos de esta obra fue la publicación de trece cartas de Ignacio a Amalia, y no solo por el hecho de hacerlas públicas por primera vez, sino porque fueron reproducidas — según aseguró ya la autora — exactamente con su propia ortografía, puntuación y abreviaturas de las cartas originales.

Un libro imprescindible para el conocimiento de la biografía del patriota camagüeyano es Ignacio Agramonte y la Revolución Cubana, publicado en 1928. [11] Escrito por su nieto Eugenio Betancourt Agramonte — recién fallecido para esa fecha a los veintiséis años —, es una obra en la cual, por razones comprensibles, no hubiera sido de extrañar un apasionamiento extremo, el que en realidad tiene por momentos. El héroe se nos presenta prácticamente solo en sus rasgos positivos, [12] con lo cual se corresponden los conservadores criterios expresados sobre Carlos Manuel de Céspedes o el silencio acerca de los desacuerdos de su ilustre abuelo con Thomas Jordan; pero más allá de esos ejemplos o de limitaciones de método que se le puedan encontrar y que no son inusuales para la época, el libro preservó muchos documentos, aunque a diferencia de Aurelia Castillo, Betancourt actualizó la ortografía e hizo otras modificaciones.

Los lazos familiares le debieron facilitar un acercamiento excepcional a fuentes escritas y testimonios orales. Se trata de más de un centenar de cartas escritas por Agramonte, la mayoría personales — en ese entonces, en poder de la familia —[13] dirigidas a Amalia, Filomena Loynaz y Manuela Argilagos— y un corto número a otras personas vinculadas a la Revolución; así como algunas muestras de correspondencia dirigida a El Mayor. Incorporó también documentos de las autoridades españolas, de la legislación mambisa, de otras personalidades cubanas como Carlos Manuel de Céspedes y Napoleón Arango y relacionados con la muerte de su antecesor. Incluyó además, la única carta conservada de Amalia a su esposo.

En la década de 1930, vieron la luz otros tres títulos. Carlos Márquez Sterling publicó Agramonte, El Bayardo de la Revolución Cubana; Gerardo Castellanos, Pensando en Agramonte. Habana–Camagüey y Juan E. Casasús, Vida de Ignacio Agramonte, la obra de mayor significación, de entre estas.[14]

La cercanía del centenario de su muerte en 1973, debió impulsar los tres importantes empeños de estos años. En 1972 se publicó El Mayor de Mary Cruz, obra con la cual la autora había obtenido mención en un concurso de biografía auspiciado por la UNEAC. Escrito con elegancia y con algunos enfoques al uso de esos años y ya superados, es un libro sin émulos en estos análisis, al ser de entre ellos la única biografía cercana al género literario, lo cual debe explicar la significativa acogida que tuvo entre los lectores.

Juan Jiménez Pastrana publica en 1974 el primero de sus libros dedicados a El Mayor, Ignacio Agramonte. Documentos,[15] el más importante resultado luego del texto de Eugenio Betancourt, al divulgar un apreciable número de documentos, relatos y artículos periodísticos, una buena parte de los cuales eran inéditos o no se habían vuelto a publicar luego de hacerlo en la prensa del xix. Se trata de documentos civiles, académicos, profesionales y, por supuesto de la guerra, entre ellos, correspondencia, parte de un diario de operaciones y órdenes militares. Jiménez Pastrana en su muy precisa Introducción expone sus consideraciones sobre el liderazgo agramontino y el proceso de maduración política del héroe.

El tercero de los libros aparecidos en estos años fue el importante estudio de Tirso Clemente Díaz, Ignacio Agramonte: estudiante y jurista [16] para el cual tuvo la colaboración del historiador camagüeyano Gustavo Sed Nieves, autor de una breve biografía de Agramonte en 1978.[17] El texto de Díaz es hasta la fecha el más pormenorizado estudio sobre la etapa estudiantil de El Mayor, con notables aportes documentales sobre la vida universitaria habanera de esa época.

Jiménez Pastrana publicó en 1987, un segundo libro dedicado a El Mayor: Ignacio Agramonte, su pensamiento político y social,[18] en el que retoma criterios de su primer texto, adecuándolos al objetivo perseguido. La obra incluye una selección de aquellos documentos a los que añadió casi una decena de nuevos escritos.

En 1989 vio la luz el Atlas biográfico mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz, en una edición del Instituto Cubano de Geodesia y Cartografía al cuidado de Gustavo Sed Nieves, Francisco Luna y la autora de estas líneas.

En la historiografía dedicada a Ignacio Agramonte ha sido objeto de atención particular su muerte en la acción militar ocurrida en el potrero de Jimaguayú el 11 de mayo de 1873. La gran interrogante de cómo murió El Mayor nació ese día y las diversas versiones germinadas a su abrigo han quedado reflejadas en todos los títulos referenciados hasta el momento. En 2007, resultado de un empeño de la   Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, vio la luz el libro Ignacio Agramonte y el combate de Jimaguayú,[19] elaborado por un equipo interdisciplinario [20] que realizó, con trabajos en el terreno y una acuciosa búsqueda de documentos en archivos cubanos y españoles, un sustancial aporte al tema al destacar la planificación del combate y el actuar responsable y meditado de El Mayor durante su desarrollo.

La historia de amor de Ignacio y Amalia recorre toda la historiografía sobre el héroe, de lo cual son prueba fehaciente estas mismas líneas. Las separaciones durante el noviazgo, la guerra y el exilio motivaron un intenso intercambio epistolar, del que es lamentable la desproporción del número de los textos conservados, pues mientras de él se conocen más de un centenar de cartas, de ella solamente una.[21] En 1928 eran conocidas 112 de estas misivas: las 13 publicadas por Aurelia Castillo en 1912, más otras 99 dadas a conocer por Eugenio Betancourt en su libro ya mencionado, quien las reprodujo en su totalidad. A partir de esa fecha, las que fueron publicadas en libros dedicados a Agramonte por autores como Juan E. Expósito y Juan Jiménez Pastrana o en textos como Patria y Mujer y Oculto en mi pecho bravo. Cartas de amor y de combate,[22] las tomaron de ese libro, como mismo ocurre con otros documentos.

En 2008, con el título Para no separarnos nunca más, Cartas de Ignacio Agramonte a Amalia Simoni, fue publicado por primera vez un libro con el objetivo exclusivo de reunir la totalidad de las misivas conocidas hasta esa fecha.[23] El empeño cuya autoría comparto con Roberto Pérez Rivero y José María Camero permitió con nuevos hallazgos, reunir un total de 123, de las cuales 76 corresponden al noviazgo y las 47 restantes a la guerra.

De la primera embestida. Correspondencia de Ignacio Agramonte (noviembre 1868 - enero 1871) de Elda Cento Gómez.

De la primera embestida. Correspondencia de Ignacio Agramonte (noviembre 1868 - enero 1871) de Elda Cento Gómez.

En 2014, la Editorial de Ciencias Sociales publicó de mi autoría el libro Ignacio Agramonte: de la primera embestida. Cartas de la guerra (noviembre 1868 – enero 1871) que reúne 336 exponentes documentales de la correspondencia intercambiada por Agramonte en esos meses, de los cuales mas del 75% no habían sido publicados con anterioridad en Cuba o lo fueron en la prensa durante la guerra y son, por tanto desconocidos en su gran mayoría para una buena parte de los historiadores cubanos por encontrarse en el extranjero o por el avanzado estado de deterioro de esos periódicos que imposibilita prácticamente su revisión, para lo cual tuve la inapreciable colaboración de Javier Navarro Chueca.

Artículos dedicados a Ignacio Agramonte son publicados con relativa frecuencia en periódicos y revistas por lo que hablamos de decenas de trabajos, entre ellos recomiendo la lectura del dossier que a su memoria dedicó la revista Honda en su número 33 de 2012.

===

[1] Oscar Zanetti: Isla en la Historia. La historiografía de Cuba en el siglo xx, Ediciones Unión, La Habana, 2005, p.18.

[2] Francisco Arredondo Miranda: Recuerdos de las Guerras de Cuba (Diario de Campaña 1868-1871), (Introducción y notas de Aleida Plasencia), Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 1963 y Ramón Roa: Pluma y machete, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1969.

[3] Citado por: Karl Kohut: “Historiografía y memoria” http://istmo.denison.edu/n09/articulos/historiografia.html

[4] V. Roberto Méndez Martínez y Ana María Pérez Pino: Amalia Simoni. Una vida oculta, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009.

[5] Aurelia Castillo de González: Ignacio Agramonte en la vida privada, Imprenta y Papelería de Rambla y Bouza y Ca., La Habana, 1912. El libro tuvo en 1990 otra edición por la Editora Política.

[6] Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo (compiladores): Carlos Manuel de Céspedes. Escritos, 3 t. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1982 y Eusebio Leal Spengler: Carlos Manuel de Céspedes. El Diario Perdido, Ediciones Boloña, La Habana, [1998], p. 17. Este libro tiene varias reediciones.

[7] Abel Prieto: “Presentación” en Eusebio Leal Spengler: ob. cit., p. 17.

[8] Emilio Godínez Sosa: Eduardo Agramonte Piña, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1975; Gilberto Toste Ballart: Reeve, El Inglesito, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978; Gonzalo de Quesada: Ignacio Mora, Imprenta América, New York, 1894. También la biografía de Ana Betancourt escrita por Nydia Sarabia (Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1980) quien anexa parte del diario de campaña de Mora.

[9] V. Mary Ruiz de Zarate: El general Candela. Biografía de una guerrilla, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, pp. 164-169.

[10] Aurelia Castillo de González: Ignacio Agramonte en la vida privada, [1990], p.1. Ese mismo año Ramón Roa publicó Ignacio Agramonte Loynaz. Breves conceptos sobre su vida escritos con motivo de la inauguración de su estatua en la ciudad de Camagüey el 24 de febrero de 1912 (Editor Jorge Raa, La Habana, 1912)

[11] Eugenio Betancourt Agramonte: Ignacio Agramonte y la Revolución   Cubana, Imprenta Dorbecker, La Habana, 1928.

[12] Se empeña en rebatir los criterios de que su abuelo tenía un carácter apasionado y exaltado, al extremo de catalogar a quienes se lo señalaron como enemigos o “aficionados al estudio de la Historia de Cuba”. V. Eugenio Betancourt Agramonte: ob. cit., pp. 159 y 195.

[13] En la actualidad, la casi totalidad de las mismas, se atesoran en el Museo Provincial Ignacio Agramonte de Camagüey.

[14] Carlos Márquez Sterling: Agramonte, El Bayardo de la Revolución Cubana, Editorial Trópico, La Habana, 1936; Juan E Casasús: Vida de Ignacio Agramonte, Imprenta Ramentol, Camagüey, 1937 y Gerardo Castellanos: Pensando en Agramonte. Habana-Camaguey, Ucar, García y Cía, Habana, 1939.

[15] Juan Jiménez Pastrana: Ignacio Agramonte. Documentos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974.

[16] Tirso Clemente Díaz: Ignacio Agramonte: estudiante y jurista; Universidad de La Habana, La Habana, 1975. Sed, como era su costumbre, brindó a Tirso Clemente importante información sobre la familia Agramonte y el entorno principeño de esos años. Las notas del autor son el mejor justiprecio a esa colaboración.

[17] Gustavo Sed Nieves: Ignacio Agramonte, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1978.

[18] Juan Jiménez Pastrana: Ignacio Agramonte, su pensamiento político y social, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987. Jiménez Pastrana falleció cuando el libro aun estaba en proceso editorial como señala Olga Cabrera en el prólogo, espacio en el que le rindió homenaje. Tuvo también a su cargo la edición.

[19] Colectivo de autores: Ignacio Agramonte y el combate de Jimaguayú, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,2005.

[20] Integrado por Raúl Izquierdo Canosa, Ángel Jiménez González, Roberto Pérez Rivero, Elda Cento Gómez, Ricardo Muñoz Gutiérrez, Jesús I. Suárez Fernández y José María Camero Álvarez.

[21] El destino de las cartas de Amalia es una incógnita — no despejada ni por sus propios descendientes —, no obstante, es tal la riqueza del diálogo de los amantes que el contenido de las cartas de ella no nos son del todo desconocidos.

[22] Ignacio Agramonte y Loynaz: Patria y mujer, Imp. Escuela del Instituto Cívico Militar, La Habana, 1942 y Rafaela Valerino Romero: Oculto en mi pecho bravo, Cartas de amor y de combate, Ediciones Abril, Ciudad de La Habana, 2005 y 2006. En el primero de estos libros se reprodujeron treinta y tres de estas cartas. El segundo título compiló misivas de varios autores y es de lamentar que, al menos, las de Agramonte no fueron reproducidas fielmente.

[23] Elda Cento Gómez, Roberto Pérez Rivero y José María Camero: Para no separarnos nunca más, Cartas de Ignacio Agramonte a Amalia Simoni, Casa Editora Abril, La Habana, 2008.

Se han publicado 7 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

  • Camagüeyano dijo:

    El extraño puede escribir estos nombres sin temblar, o el pedante, o el ambicioso: el buen cubano, no. De Céspedes el ímpetu, y de Agramonte la virtud.

  • Juan Carlos Subiaut Suárez dijo:

    Cra. Elda:
    Somos nosotros, el público lector, no solo los comentaristas, sino todos los amantes de nuestra Historia, los que mucho le agradecemos sus trabajos. Para mí el valor mayor de estos escritos es que desacralizan las figuras de nuestra epopeya, las desmitifican a la vez que enaltecen aún más ante nuestros ojos, para vivirlas y hacerlas más nuestras.
    Si algún lector se sorprendió, como yo al leer alguno de estos hermosos textos, viéndose en desaforado galope sobre un caballo, a las ódenes de El MAyor y enarbolando un machete enardecido por el toque de !a deguello!, no es pura coincidencia.

  • Linda dijo:

    Gracias, Elda.

  • esculapio dijo:

    admiro a Agramonte a pesar q en los estudios de la historia de Cubase menciona como un delgado barniz sin entrar en profundidades, eso no solo pasa con el, sino tambien con otros grandes héroes q constituyeron la patria q se dice fácil pero es algo difícil y grandioso. es llamativo q muchos eran ricos, o sea, no tenían motivo económico alguno para emprender una lucha, solo ideales , IDEALES PUROS. los otros dias me horroricé cuando un joven desconocía quien era Salvador Cisnero (estudiante universitario) y otro ´´universitario´´ no sabía quien era Juan Gualberto Gomez. no quiero poner mas ejemplos de los q tengo miles. es preocupante eso, debemos pensar, en serio y rápido, porque perdemos nuestra patria.

  • Principeño dijo:

    A veces por cansancio o por el estres nos olvidamos de que el amor a la patria y a su historia hay que sembrarlo en nuestros hijos y regarlo con estas historias luego nos quejamos de que nuestros hijos no sean mas patriotas, lo mismo vale para la espiritualidad y otros nobles valores, hay que sembrar para poder cosechar y la escuela no es suficiente...

  • Luis Supervielle dijo:

    Muy bueno sus artículos. Sobre los comentarios, muy válido el de la ignorancia y el poco conocimiento de figuras insignes, de la historia patria y de la cultura en general.La escuela tiene peso, grande, pero el hogar más, los cuentan.

  • Ansbel G Huart dijo:

    lleno de sombras la vida de este grande del Camaguey, su unico defecto, ver en el anexionismo un aliado para la liberacion de cuba de su yugo colonial.

Se han publicado 7 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Elda Esther Cento Gómez

Elda Esther Cento Gómez

Profesora e historiadora camagüeyana. Miembro Correspondiente de la Academia de la Historia de Cuba. Presidenta de la Unión de Historiadores de Cuba. Autora de varios libros, recibió, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Historia en 2015, la Distinción por la Cultura Cubana y el Reconocimiento La Utilidad de la Virtud.

Vea también