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Debut en el Amadeo

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Mi primera actuación en grande fue en el antiguo Teatro Amadeo Roldán en 1975, recinto emblemático de espectáculos en otra época (Auditorium). Ahí fui invitado por el grupo Irakere a cantar un tema mío, “Para cuando me vaya”, acompañado por la prestigiosa agrupación. Los otros invitados eran la cantante Beatriz Márquez, que interpretó una conmovedora versión de “Bridge over trouble water”, de Paul Simon, y el cuarteto Tema 4, hoy Grupo Síntesis, dirigido por Carlos Alfonso, uno de los tipos más graciosos, ocurrentes y soñadores que he conocido en mi vida con un talento musical innato. Allí entonaron magistralmente la obra “Misa negra”, del Maestro Chucho Valdés, director y arreglista de la banda.

Nosotros no teníamos con que vestirnos para la ocasión así que Carlos, con su imaginación sin límites me dijo: “Amaury, ¿Tu esposa sabe coser para que te haga un pantalón?” Nuestro desamparo textil era pavoroso en esa época. Yo respondí que sí sin estar seguro. ¡Pero no tengo tela!, le dije. ¡De eso me ocupo yo!, fue su decidida respuesta.

Al otro día me llevó a los ensayos un corte de tela grisáceo, opaco, feo, blandito y yo le pregunté que de donde había sacado semejante horror, y él me respondió bajito que era de un traficante de telas con las que forraban los féretros. Es decir ¡tela de cajas de muertos! Omití la referencia y le dije a Magdalena, hoy madre de mis hijos, abuela de mis nietas Anne y Avril y mi compañera en esos años, que pusiera manos a la obra sin dilación alguna. Me hizo el pantalón un poco cantinflesco, pero digno, y después le volví a preguntar a Carlos: ¿Y qué hago con los tenis? (Mis tenis Converse de entonces, el único par que tenía, estaban viejos, sucios y rotos). Carlos me replicó: Yo conozco un zapatero que te los pone como nuevos, ¡fíjate que a mí me está haciendo un par de zapatos de plataforma!

Llegó el día de la actuación y allí estaba yo con mis tenis resplandecientes y Carlos con su alto y recién estrenado calzado. Cuando dieron los primeros acordes de “Para cuando me vaya” salí raudo y veloz, en plan rockero, di un salto, y cuando caí, de mis tenis saltó un polvo blanco que me llegó a la cintura para después regar el piso. Los tenis volvieron a convertirse en cochinos y marchitos como dos palomas mustias y suicidas rumbo al desfiladero, mientras el público ingenuamente pensó que era un efecto provocado por mis afanes pirotécnicos y aplaudió a rabiar ¡Los habían lustrado con lechada!!!! (Para los que no son cubanos diré que la Lechada es una mezcla de agua y masilla que solo sirve para pintar malamente los rebordes de las aceras, nosotros los llamamos contenes, y se la lleva el primer aguacero.) Y así, con una mezcla de frustración y ridículo, terminé mi participación.

Tema 4, con Carlos y sus relucientes plataformas salieron después. Los zapatos de Carlos eran tan, pero tan pesados, que su entrada al escenario parecía la de un anciano mamut buscando donde abandonar sus huesos. Entre paso y paso mediaban por lo menos 15 segundos. Entre bambalinas me agachaba en el tabloncillo del teatro con unas carcajadas, que se escucharon por el público de platea. Cuando al fin su calvario de lentitud coreográfica terminó le pregunté entre sollozos de tanto reír: ¿Quién es tu zapatero? Y el fastidiado y sudoroso me confesó: No era un zapatero coño ¡era un carpintero! y me hizo las plataformas de Caoba" (árbol cuya madera es muy dura, resistente y pesada) y entonces volví a la carga mientras miraba mis desojados tenis: ¿Y fue ese carpintero quien pintó mis tenis con lechada? Y Carlos, con una media sonrisa burlona me dijo: “No Amaury, ese fui yo”

Una vez en la calle, recuerdo las risas bordeando la histeria de los miembros del Irakere de entonces.

En Video, "Encuentros", de Amaury Pérez