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El Derecho de Nacer y Brasil

Dilma Rousseff. Foto tomada de fmlatecno.com.ar

Dilma Rousseff. Foto tomada de fmlatecno.com.ar

Cada vez que escucho o leo sobre Brasil recuerdo compulsivamente  una visita que hice en el año 1997. Por esos extraños azares de la vida recorrí en Sao Paulo el set de grabación de una de las tres versiones brasileñas de la telenovela “El Derecho de Nacer”. Su director, Roberto Talma (lamentablemente fallecido el pasado 2015), era un alegre, bonachón y fornido brasileño que conversó largamente conmigo, coterráneo de Félix B. Caignet , a quien toda la industria de la telenovela en nuestra América reconoce como el autor de la más influyente obra de ese género, descendiente directo de la radionovela.

Talma asumía los riesgos del remake y lo pagó. La cadena SBT la mantuvo archivada hasta el año 2001 en que finalmente fue transmitida.  Su Director, cuando conversamos en el 97, expresaba su alegría con el encargo de dirigir la telenovela, y una y otra vez indagaba sobre el destino de su autor, que había fallecido en Cuba en 1976. Los actores y actrices se reunían alrededor del cubano que les visitaba para hacerse las fotos de rigor. Guardo algunas de ellas con las celebridades de la televisión brasileña que encarnaban a los diversos personajes de El Derecho de Nacer.

De esa tan versionada novela uno de los caracteres más polémicos  siempre fue el de Don Rafael del Junco, el padre de la protagonista. Don Rafael, apegado a los prejuicios morales de la época, no puede soportar que el embarazo de su hija  haya sido fruto del amor engañoso de un villano y la destierra a una hacienda en un lugar lo más alejado posible de su hogar.

Pero la historia real detrás del personaje es más interesante.  El actor español que encarnaba la voz de Don Rafael, al ver que su caracterización tocaba a la audiencia, solicitó un aumento de salario al zar de los medios en Cuba de la época, Goar Mestre. La respuesta del magnate no se hizo esperar. Habló con Caignet y le pidió que lo silenciara. De esa forma y a partir de un accidente, el autor enmudeció a del Junco. Los titulares de la prensa amanecían con la pregunta: “¿Hablará hoy Don Rafael?”. Su silencio fue realmente una catapulta para los niveles de audiencia hasta que se decidió que recobrara el habla.

Esta forma de silenciar es típica de los grandes monopolios de la información. Cuando se agrupan con un objetivo hacen mutis con los logros de aquellos que para ellos son los malos. O los demonizan hasta que las audiencias se los permiten. No hay golpe que se intente contra los que tratan de romper las ataduras del pasado en nuestra América Latina en los que los dueños de las grandes cadenas de televisión y la prensa escrita no se unan con la otra parte de la oligarquía financiera para silenciar lo que ,para ellos, atenta contra sus intereses de clase.

Lo que está ocurriendo en Brasil en estos momentos es precisamente eso. ¿Quién es el malo, el villano, para la oligarquía?. El PT, Lula y Dilma Russeff encarnan a los que durante cuatro mandatos han golpeado los intereses de la gran burguesía para bien de los más desposeídos. No les perdona que se hayan preocupado por darles a los pobres  más médicos y educación. Que los ingresos del país sean distribuidos de una manera más justa. Y que el papel de Brasil en la arena internacional sea el que se merece ese gigante de nuestro continente.

Silenciar y demonizar puede confundir a muchos. Pero son más los que conocen de cerca el significado del cambio en la manera en que son tratados los desfavorecidos que los que se dejan confundir.  La fuerza que tienen los medios  realmente hace mucho daño. Convierte en espectáculo de masas la agresión a la figura emblemática de Lula, para después continuar golpeando con calumnias, mentiras y desprecio.

América Latina está bajo el ataque de esos medios. Y solo la fuerza de los pueblos puede hacer retroceder a los que intentan regresar al pasado. Porque todos tenemos no solo el derecho de nacer;  también tenemos los derechos sagrados a vivir con dignidad, educados y sanos. Las regresiones cíclicas nunca han durado eternamente. Pero hacen mucho daño. Y si no, pregúntele a los pueblos de aquellos países donde las cifras de desaparecidos, asesinatos y torturados han trascendido, a pesar de que los grandes medios intentaron silenciarlos durante todo el tiempo posible, como hiciera en su época Don Goar Mestre con Don Rafael del Junco. Ya veremos.