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Feria alegre, concurrida y programación de alto nivel

Foto: Marcelino Vázquez Hernández/ACN.

Foto: Marcelino Vázquez Hernández/ACN.

Palabras de Clausura de la 25 edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana

Hemos concluido una feria alegre, concurrida, con una programación de alto nivel de calidad, en la que destacan, por la jerarquía intelectual de sus protagonistas y la participación numerosa del público interesado, los siguientes:

La FILH 2016, cuyo programa contó con 793 actividades relativas a los ámbitos literario, profesional y académico, se ejecutó básicamente en la Fortaleza de La Cabaña, sede de 576 actividades y en las diez sedes del Vedado, con 242. Nuestras estadísticas estiman en más de 12 600 los participantes en las actividades literarias realizadas.

Como una feria no son solo sus programas, también sus escritores y sus libros, agradecemos la participación de 172 escritores y 41 artistas de 37 países, encabezados por la República Oriental del Uruguay, que otorgaron a la programación la calidad y diversidad que nuestra población merece. Destacó también la participación de México, Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Italia, Rusia y Polonia, naciones que, después de Uruguay, aportaron las cifras más significativas de intelectuales, artistas, editores  y otros profesionales del libro.

Hemos estado al tanto de los criterios de la población habanera, pues forma parte de los procedimientos del Comité Organizador pulsar diariamente el estado de opinión de los concurrentes a La Cabaña, la principal de nuestras sedes, por sus mayores dimensiones, extensión de los espacios comerciales, así como por la complejidad y simultaneidad de su programación.

Los participantes en la feria han percibido que hubo menos libros, y tienen razón: la extensión del proceso productivo debido a la llegada tardía de las materias primas para la industria poligráfica nacional, no nos permitió llegar a la feria con todos los libros que queríamos. Solo a la sede principal, la Fortaleza de La Cabaña, dejaron de llegar 241 700 ejemplares, de ellos 150 400 dedicados a los niños. Se extrañó la ausencia de los libros troquelados que tan gratos han sido a nuestros infantes en los últimos años y de clásicos de la literatura infantil como La Edad de Oro y Había una vez. Pese a ello, los editores cubanos han comercializado 234 246  ejemplares de buenos libros,[1] no de chucherías o realizaciones emblemáticas de esa industria trivial y banalizadora que continúa copando mercados, corazones y mentes y que, aunque minoritaria, tiene presencia en nuestra feria del libro, ejerciendo un preocupante atractivo sobre parte de nuestra población, sometida, como la mayoría del mundo, a la acción corrosiva de la industria cultural capitalista.

Habrá que seguir trabajando, como lo hemos hecho en los últimos años, para atraer a editoriales extranjeras con buenos catálogos; editoriales que acepten el reto de promover sus ofertas en un mercado como el cubano, integrado por un público cuyas exigencias cognoscitivas son altas y está acostumbrado a comprar libros a precios bajos, en virtud de políticas estatales de pleno acceso a los bienes y servicios culturales. Saludamos por ello la presencia –por segundo año consecutivo– de un stand del Fondo de Cultura Económica, así como la participación en nuestro programa profesional de directivos de la Asociación Internacional de Editores, la Federación de Editores de España y de las Ferias de Frankfurt y Estados Unidos, consideradas las dos mayores del mundo. La presencia en el evento de varios de los grupos editoriales más notorios en el contexto internacional y la participación solidaria de algunos pequeños editores, que reducen sus ganancias con tal de reencontrarse cada año con los lectores cubanos, nos animan a continuar trabajando para elevar la calidad promedio de la oferta editorial extranjera, algo que no resulta fácil en un mundo donde el libro, como sabemos, es una mercancía más, concebida para el regodeo de élites intelectuales y el adormecimiento de la conciencia de la mayoría ciudadana.[2]

Pero es justo también decir que solo un encomiable esfuerzo de carácter promocional y comercial ha permitido que, teniendo un 37 % menos de las nuevas producciones previstas, la venta de ejemplares disminuyera un 17 %, manteniendo un democrático precio promedio de 10.10 CUP.[3]  El no poder comprar el papel y los insumos necesarios en los mercados más cercanos y en el momento que se necesita, y por tanto, no disponer de todos los libros cuando más falta nos hacen, es una de las consecuencias de este largo y empecinado bloqueo que, más temprano que tarde, terminará, desgastado por nuestra capacidad de resistencia y nuestra inquebrantable dignidad.

Haremos lo necesario para que la cifra de un millón 200 ejemplares que falta por producir, se vaya incorporando a las ferias del libro que a partir de marzo y hasta finales de abril, tendrán lugar en  las restantes provincias del país. En la capital, los esfuerzos combinados de sus instituciones culturales y autoridades, apoyados por las editoriales nacionales, darán continuidad, en diferentes espacios, a la masiva campaña de promoción del libro y la lectura que la feria propone.

Los resultados comerciales de la feria, aunque no satisfacen nuestras aspiraciones, sugieren que la estrategia de descentralizar la gestión y con ello estimular la relación entre lectores, autores y editores, es correcta. Basta con detenerse en algunos stands cubanos, como los de la Empresa Editorial “José Martí” o la Editorial Nuevo Milenio, las que logran –a pesar  de todo– superar sus resultados respecto al año 2015, para entender que el acto de compra-venta de un libro u otro bien cultural, construye una relación donde la comunicación y el afecto derrotan muchas veces el desconocimiento o las prevenciones de los lectores potenciales.

Dado el paso más importante: responsabilizar con la promoción y venta del libro  quienes lo producen, avanzaremos hacia un diseño espacial de la feria que concentre y visibilice más a las editoriales cubanas, estableciendo –como lo hacen otros eventos internacionales del libro– zonas en las que entidades que comparten el mismo idioma o nacionalidad, sean más fácilmente identificadas por el público lector.

La Feria Internacional del Libro de La Habana, un evento tan masivo que en la edición de este año fue visitada por más de 345 000 personas, transmitió a través de Internet durante las 24 horas del día.[4] Sus principales eventos fueron objeto de seguimiento y comentarios por más de 3 970 000 personas de 40 países, gracias al esfuerzo combinado del equipo de comunicación de la FILH y proyectos como Claustrofobias y Ke Hay Pa Hoy. A los internautas cubanos le siguieron, por la cantidad de accesos a los contenidos de la feria, personas residentes en Estados Unidos, Argentina, México, España, Brasil, Chile y Venezuela.

Comenzamos a mirar ahora con más detenimiento estas 10 intensas jornadas de fiesta y de trabajo, apreciando con detenimiento y rigor profesional aquello que no quedó bien, debe ser mejorado, rediseñado o sustituido.[5] Damos las gracias a los editores cubanos por su extraordinaria dedicación, que se remonta a muchos meses atrás; a los autores cubanos, que multiplicados en las sedes habaneras de la feria conquistan cada año el afecto y la atención de los lectores y, sobre todo, a nuestro público, por su entusiasmo y fidelidad a un evento que difícilmente pase inadvertido para alguna familia cubana. Son los lectores cubanos los protagonistas principales de esta feria y a ellos dedicamos y dedicaremos siempre nuestros mayores esfuerzos.

Hagamos entonces un alto en el camino, dejando clausurada la Feria Internacional del Libro de La Habana.

Notas



[1] El esfuerzo de las editoriales cubanas -que ningún comentarista de los medios nacionales ni extranjeros ha reconocido hasta ahora-, logró en la noche del domingo, cuando ya la feria cerraba, elevar la cantidad de ejemplares vendidos a 296 364. La cifra de ejemplares puestos en manos de la población a precios módicos, finalmente representó solo 8% menos que el año anterior, pese a contar solo con dos tercios de las novedades editoriales previstas. (Aclaro que esta y todas las notas al pie son precisiones estimuladas por los principales temas del debate que actualmente transcurre).

[2] Mucho se ha hablado de los posters de íconos del fútbol internacional, juguetes de diferente tipo, insumos escolares y otros productos ajenos a la literatura que se comercializaron por los expositores extranjeros. No debemos obviar que vendieron también libros, en cantidad nada despreciable, pues esta ascendió a 344 994, con calidades diversas y a un precio promedio de 52.00 CUP (según la tasa de convertibilidad existente). Que muchos lectores prefieran pagar seis veces más por literatura que pueda considerarse banal o “chatarra”, o que el público se muestre apático ante actividades literarias de excelente calidad, son problemas que el evento  no produce; solo los refleja.

[3] Al cierre, los libros comercializados en la feria computaron un precio promedio de 8.30 pesos cubanos.

[4] Por supuesto, el incremento de asistentes, redunda en la disminución relativa de las personas que asisten a la feria a comprar libros. Este comportamiento de parte del público provoca otras preguntas, cuyas respuestas no pueden hallarse solo “desmenuzando” la feria y sus problemas: ¿Por qué no crecen los compradores de libros, solo los asistentes? ¿Debemos erradicar, junto con los expendios de cerveza en que se han convertido los establecimientos de la Gastronomía Popular instalados fuera del recinto ferial, las opciones gastronómicas al alcance de las familias –con niños incluidos– que pasan parte del día dentro de la instalación? ¿Alguien discrepa de que el interés del público lector debe sobreponerse a la ganancia de las empresas expendedoras de alimentos y bebidas?

[5] Revisión que incluirá elementos de ambientación, señalética, así como la oferta de servicios complementarios como la gastronomía, la higiene comunal, o el transporte.