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Los 20 del Centro Pablo, los libros, las imprentas, la Feria

La Feria Internacional del Libro de La Habana-2016 se extenderá hasta el próximo 21 de febrero. Foto: José Raúl Concepción/Cubadebate.

La Feria Internacional del Libro de La Habana-2016 se extenderá hasta el próximo 21 de febrero. Foto: José Raúl Concepción/Cubadebate.

En el camino hacia mi barrio vi hace un tiempo, durante algunos meses, una valla que contenía un texto ingenioso y revelador. Decía, más o menos: “Esta noche en el mundo tantos millones de niños dormirán en la calle. Ninguno de ellos es cubano”. Creo que otras vallas similares aludían a similares temas básicos de la supervivencia humana: la educación, la salud… terminando siempre con esa frase, a mi modo de ver, contundente: ninguno de ellos es cubano.

Aunque está referida a un ámbito global, infinitamente más amplio por supuesto, la frase me vino de repente a la mente mientras repasaba los temas relacionados con la presencia del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, a través de sus Ediciones La Memoria, en la recién terminada primera fase de la Feria del Libro de la Habana 2016. Más adelante aparecerán las razones de esa asociación.

Los 20 años del Centro Pablo

El Centro, fundado en 1996 para conservar y difundir la memoria literaria, vital y revolucionaria de Pablo de la Torriente de la Brau y de su formidable generación, fue añadiendo después, en la medida en que los recursos y los sueños lo permitían y lo exigían, otras áreas de trabajo cultural, unidas en sus aparentes diferencias por la presencia constante y sonante de la memoria, expresada a través de la nueva trova cubana, el arte digital, la literatura testimonial, el diseño gráfico, la creación audiovisual, las publicaciones y la prensa, la comunicación radial, las herramientas digitales, imprescindibles hoy, cada vez más, en nuestra sociedad. La creación concreta del Centro fue posible en gran medida gracias al apoyo de nuestro amigo Abel Prieto, entonces presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, a quien los centropablianos agradeceremos siempre ese gesto fundacional, realizado en momentos en que las aprehensiones y prejuicios hacia proyectos independientes de pensamiento o de creación artística eran mucho mayores de lo que lo son actualmente, cuando todavía existen, como lo demuestran algunos inexplicables ejemplos. La lista de co-fundadores e inspiradores prácticos o simbólicos de aquella aventura iniciada sería interminable e incluiría a Raúl Roa, las hermanas de Pablo, Conchita Fernández, José López Sánchez y la nómina luminosa del grupo de Amigos del Centro Pablo, creado para apoyar con sus nombres el recién nacido proyecto; entre ellos se encontraban Eduardo Galeano, Juan Gelman, Mario Benedetti,
Ernesto Cardenal, Eusebio Leal, Roberto Fernández Retamar, Luis Eduardo Aute y Silvio Rodríguez.

El Centro Pablo ha recorrido, por tanto, 20 años de sueños, esfuerzos y realizaciones en los que artistas y entusiastas de las disciplinas mencionadas arriba hicieron posible la consolidación de una labor cultural sostenida, ágil, antiburocrática y comprometida con los valores esenciales de la Nación cubana y del proceso transformador iniciado en 1959, que enfrenta hoy diversos y complejos retos en todas las áreas de la sociedad –incluidas por supuesto las manifestaciones artísticas y, en un sentido más abarcador y completo, la cultura, que está llamada a participar con inteligencia y rigor en la lucha por preservar lo mejor de lo alcanzado, descartar los mecanismos erróneos aplicados hasta hoy y rechazar el cambio de rumbo que estos nuevos tiempos que se están iniciando pueden traer –o están ya intentando traer– a nuestra historia, a nuestra sociedad, a nuestras vidas.

Para comenzar a recordar y celebrar lo construido en estas dos últimas décadas realizamos, durante el segundo semestre del 2015, la jornada Hacia los 20 años del Centro Pablo, convocando a algunos de nuestros programas culturales, como el Premio Memoria y la Beca de Creación Sindo Garay, y dando continuidad a algunos de nuestros proyectos de intercambio internacional que hemos desarrollado durante estos años, como la jornada Nuestra voz para vos, que recorrió siete ciudades argentinas en los finales del pasado año y el Festival del Monte Tucumano. Voces y Memoria, realizado el 28 de noviembre pasado en Santa Lucía, Argentina.

Ahora, en este mes de febrero, durante la Feria del Libro de La Habana, iniciamos las actividades por los 20 años de trabajo, que desarrollaremos a lo largo del 2016 y culminaremos en el próximo diciembre, recordando la caída en combate de Pablo de la Torriente Brau en Majadahonda, España, mientras defendía a la agredida República y luchaba contra el naciente fascismo, 80 años atrás.

Entre las acciones fundamentales de esta recordación veinteañera y centropabliana se encontraban el acto de inicio de esa recordación de los 20 años y la presentación de diez nuevos títulos de nuestras Ediciones La Memoria en la recién concluida Feria del Libro de La Habana.

Los libros

Feria del Libro en el Palacio de las Convenciones. Foto: José Raúl Concepción/Cubadebate.

Feria del Libro en el Palacio de las Convenciones. Foto: José Raúl Concepción/Cubadebate.

El plan de publicaciones del Centro Pablo en el 2015 incluyó los siguientes títulos, financiados con la colaboración del Fondo para la Cultura y la Educación (FONCE) del Ministerio de Cultura, que debieron estar listos para ser presentados en febrero en la Feria, como ha sido habitual desde la fundación del Centro. En la Colección Homenajes se prepararon editorialmente los tres tomos de El útil anhelo. Epistolario de Rubén Martínez Villena, compilados por Carlos Reig; Viento sur, de Raúl Roa y Pedro Capdevila, el hermano remediano de Pablo, de Leonardo Depestre.

La Colección Palabras de Pablo trabajó los títulos Carlos Aponte: un peleador sin tregua, de José A. Quintana y Pablo en Bohemia, selección, prólogo y notas de Leonardo Depestre. La Colección A guitarra limpia incluyó este año los dos tomos de la antología Memorias A guitarra limpia 1996-2015, preparada por Xenia Reloba, y los libros Lo que dice mi cantar, de Lino Betancourt y Café Vista Alegre, de Dulcila Cañizares.

Finalmente la Colección Coloquios y testimonios preparó el volumen El aullido infinito, de Yaysis Ojeda (Premio Memoria) y Mi desquite de José Américo Tuero y María del Pilar Tuero de Blas.

La editorial preparó asimismo un cuaderno Memoria con todos los contenidos informativos de esos diez títulos para que sirviera, como en años anteriores, de programa de nuestras presentaciones en la Feria y quedara como memoria de ese intenso trabajo.

De los diez títulos preparados y entregados para su impresión antes de septiembre del pasado año, sólo cinco estuvieron listos para ser presentados en la Feria. Quedaron fuera de esa importante posibilidad: los dos tomos de la antología Memorias A guitarra limpia y Pablo en Bohemia, pertenecientes al Plan Especial del Instituto del Libro, Lo que dice mi cantar, Café Vista Alegre y Mi desquite, por el incumplimiento de las entidades correspondientes.

Sobre los dos títulos del Plan Especial, el Instituto Cubano del Libro nos informó que la imprenta Federico Engels no lo tendría listos para la Feria. En el caso de Pablo en Bohemia recibimos esa información 72 horas antes de la presentación del volumen, incluido en el homenaje a los 80 de la caída de Pablo junto a los libros sobre Carlos Aponte y Pedro Capdevila. Los otros tres libros no pudieron participar en la Feria por la incapacidad de las respectivas imprentas para asumir su impresión.

La presentación de El útil anhelo, anunciada para el martes 16 a las 12 del día en la Sala Nicolás Guillén, como parte central del inicio de las celebraciones por los 20 años del Centro Pablo y como homenaje a Rubén Martínez Villena, no pudo realizarse ese día. Finalmente pudo reprogramarse su presentación para el día anterior al final de la Feria en otra sala de La Cabaña, después de las gestiones realizadas por el vicepresidente del ICL Juan Rodríguez, por indicaciones –según nos comentó– de la presidenta de la institución, gestos que agradecimos profundamente.

El Centro Pablo ha enviado sus disculpas (aunque sean en realidad ajenas) a todos los autores cuyos libros no pudieron ser presentados, especialmente al maestro Lino Betancourt, historiador de la trova cubana, y a Dulcila Cañizares, profunda conocedora de esa  manifestación de la cultura cubana, también presente en su libro Café Vista Alegre. Eso mismo hemos hecho con la autora del testimonio Mi desquite, María del Pilar Tuero de Blas.

Creo que la situación creada por el incumplimiento poligráfico con otras publicaciones destinadas a la Feria exige la acción de los niveles correspondientes de dirección o de gobierno, no sólo del ICL, sino también del Ministerio de Cultura y, quizás, incluso, de alguna otra instancia superior. No me es posible medir con exactitud la influencia de este aspecto en el evidente deterioro que la Feria ha tenido en su edición de este año, que ha sido comentado incluso ya en algunos espacios de la prensa establecida y en muchos sitios de la esfera digital, el más activo territorio de intercambio de informaciones y debates en el campo comunicacional de nuestros días.

La Feria

Feria del Libro. Foto: José Raúl Concepción/Cubadebate.

Feria del Libro. Foto: José Raúl Concepción/Cubadebate.

En sentido general en esta edición se agudizaron, a veces de manera extrema, deficiencias y problemas que se anunciaban, dentro del evento, desde hace algún tiempo. El balance rápido general que esta Feria nos brinda incluye, entre otros aspectos, los que menciono brevemente a continuación, con las consiguientes consecuencias que muchos han apreciado y mencionado.

La gran librería, que había ocupado espacios muy amplios en diferentes lugares de la sede en los años anteriores, desapareció en esta edición. Ese fue un fuerte golpe para el público masivo que asiste a La Cabaña y que realizaba, en esa librería gigante, el acercamiento a los libros publicados durante el año anterior e incluso se ponía en contacto con la producción editorial no reciente. Aquello –con la cola incluida, no importa– era una fiesta de la posibilidad de buscar y encontrar textos deseados por parte de ese público que va a La Cabaña no (o no sólo) a consumir las abundantes ofertas gastronómicas y etílicas, sino a comprar los libros que, por lo general, no adquiere durante el año –incluso aunque estén a su disposición en las librerías que –por su parte– no realizan la más mínima gestión de divulgación: son, casi en su totalidad, almacenes abiertos a la población, descuidados o sucios, cuya administración y cuyo personal no tienen conciencia del instrumento de valor y proyección culturales que tienen en sus manos.

El balance entre el carácter eminentemente cultural que debe tener la Feria y las actividades gastronómicas, comerciales y de entretenimiento que conviven allí se rompió de manera lamentable en esta edición. Muchos la pudieron definir como una feria gastronómica e inflable, donde había lugares donde vendían objetos llamados libros. El balance en la calidad de esos objetos –no alcanzo a saber si básicamente como consecuencia de las deficiencias de producción de libros que mencioné– también se quebró en esta ocasión: de ahí la avalancha de carteles y revistas de moda, de espectáculos o de fútbol, las cuquitas y las barbies, la sub-cultura de los libros de autoayuda y otros engendros del consumismo de segunda (o de tercera), la apropiación de aquella iniciativa cubana de los artículos convoyados, representada  aquí en las bolsas con libritos acompañados por pulsos y baratijas –o viceversa.

Es deseable, atractivo y seguramente necesario que existan espacios con la calidad ambiental de La Cabaña, a los que puedan asistir las familias para disfrutar de esas buenas ofertas gastronómicas que aparecen públicamente cuando son convocadas para ocasiones así, y que las niñas y niños puedan tener a su disposición esas maravillas inflables y coloridas a las que probablemente no pueden acceder en sus barrios de residencia. Lo que resulta contraproducente es ubicar algo así junto o en medio o pugnando por sustituir los necesarios espacios y valores de una feria del libro que fue creada como un proyecto cultural indiscutido e  indiscutible, que se movía después provincia por provincia acercando el libro a sus hipotéticos, posibles lectores.

Las instancias responsables de este evento que no debiera seguir perdiendo su carácter eminentemente cultural seguramente tomarán en cuenta esta realidad que se ha vivido para analizar, criticar y  autocriticar lo que se ha hecho y deshecho, comenzando a buscar soluciones o al menos alternativas para resolver o en todo caso aliviar esta situación en las futuras ediciones de la Feria. Sería el mejor aporte –y hasta un ejemplo– para asumir y enfrentar situaciones erráticas o caóticas como esta. Y alejarse –y alejarnos– de esa definición que tantas veces se aplica a cada evento (cultural o no): es “el mejor que hemos realizado hasta hoy”… únicamente inferior al que ya estamos preparando para el año que viene.

Esa ruptura del balance gastro-editorial que acabo de exponer, más el grave problema de los incumplimientos en la cantidad de títulos impresos para llenar las expectativas culturales de la Feria que mencioné antes seguramente incidieron en otras consecuencias no deseables que se produjeron durante estos días, como es el hecho de que instrumentos que forman parte de la estructura establecida en la Feria, como el librito con el programa general que siempre se ha distribuido previamente a expositores, participantes, prensa acreditada, etc. no se publicara en esta ocasión. El desasosiego y la inestabilidad producida por aquellos elementos que señalaba quizás produjeran también otras deficiencias reiteradas en esta edición, como la insuficiencia en los contenidos de las principales herramientas de difusión del evento, como la página web, lenta y desactualizada, la página de la Feria en red social Facebook reiterativa en la promoción de algún personaje, o la arbitrariedad detectable en los contenidos del suplemente diario El cañonazo.

Este panorama global lo vivimos, como todas y todos, dentro del ritmo indetenible de la Feria que, como sabemos los que asistimos u organizamos alguna vez eventos de este tipo, impone urgencias y altera equilibrios –más aún cuando se parte de las graves insuficiencias de los poligráficos o  del balance, nutritivo pero discutible, de los gastronómicos.

Desde esa perspectiva general, para contribuir, si es posible, a su análisis y eventual búsqueda de soluciones, empecé a teclear hace dos horas madrugadoras estas futuras cuartillas. Haberlo hecho es, a mi juicio, lo más importante.

Pero para no dejar colgadas allá arriba, en los párrafos iniciales de este texto, las frases citadas tras las que anunciaba “las razones de esa asociación” con la valla vista en el camino a mi casa hace ya algún tiempo, retomo y resumo, para finalizar, los elementos que siguen y mencionar, por esta vez, la presencia del Centro Pablo y sus Ediciones La Memoria en el evento y la asociación que surgió al contrastarla con su inexistencia casi completa en los papeles y las imágenes de la Feria –que son, quiérase o no, la memoria de ese acontecimiento.

En las páginas de El Cañonazo  se mencionan muchas editoriales participantes. Ninguna de ellas pertenece al Centro Pablo.

En el noticiero diario televisivo de la Feria aparecieron durante esos días, entrevistas, imágenes de autores o presentaciones de libros, Ninguna de ellas pertenece al Centro Pablo.

En la página web de la Feria se mencionan los sitios de su interés. Son diez. Ninguno de ellos pertenece al Centro Pablo.

En la portada de El Cañonazo se sugirieron diariamente tres presentaciones, autores  o eventos. Ninguno de ellos pertenece al Centro Pablo.

En las 36 páginas de todos los cañonazos feriales se mencionan autores, títulos de libros, premios otorgados, eventos destacados. Ninguno de ellos pertenece al Centro Pablo.

Ni Pablo de la Torriente Brau, ni Raúl Roa, ni Rubén Martínez Villena, ni Viento Sur, ni El anhelo inútil, ni el Premio Memoria, ni la beca de creación Sindo Garay para trovadores y trovadoras, ni los 20 años del Centro, ni los 80 de la caída de Pablo en Majadahonda: con todo lo cual –no a cuestas, sino en alto– seguimos siguiendo.

Zuleica Romay, presidenta del instituto del Libro durante la inauguración de la Feria del Libro-2016. Foto: José Raúl Concepción/Cubadebate.

Zuleica Romay, presidenta del instituto del Libro durante la inauguración de la Feria del Libro-2016. Foto: José Raúl Concepción/Cubadebate.