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Nos jugamos el futuro del planeta

Cambio-climático.-Foto-COP-21¿Qué es lo que está en juego en las elecciones de este año en Estados Unidos?

Entre otras cosas, el destino del planeta.

El año pasado fue, por un amplio margen, el más caliente que se haya registrado. Y, aunque este hecho no vaya a cambiar nada, debería servir para que quienes niegan el calentamiento global reconsideren su posición.

La verdad es que el cambio climático cada vez da más miedo. Es, sin duda, el problema de política pública más importante que enfrenta no solo Estados Unidos sino el mundo. No obstante, estas elecciones no tendrían mucho impacto en el tema si no existiera la posibilidad de que se adopten medidas efectivas para detener la catástrofe que se avecina.

La situación está mejorando porque estamos muy cerca de lograr una revolución en el campo de las energías renovables. Y algo que vale la pena resaltar es que para lograr una revolución energética no es necesaria una revolución política. Se necesitan modificaciones legislativas bastante modestas. Algunas ya han sucedido. Otras están en proceso. Pero esos cambios no se producirán si las personas equivocadas llegan al poder.

Para entender de lo que estoy hablando es necesario entender el estado actual de la economía del clima, un campo que en los últimos años ha cambiado muchísimo.

La mayoría de la gente que le dedica tiempo a este asunto se imagina que lograr una reducción drástica de las emisiones de gases invernadero implica grandes sacrificios económicos. Este punto de vista es ortodoxia para la derecha y forma una especie de línea de contención contra los ambientalistas que se usa cuando no es suficiente negar la climatología y lanzar una caza de brujas contra los meteorólogos.

Un ejemplo es Marco Rubio —la última gran esperanza de la élite del Partido Republicano— que en un debate insistió, como ya lo ha hecho antes, que un programa de limitación y compra-venta de derechos de emisión (también conocido como cap-and-trade) sería “devastador para nuestra economía”.

Para encontrar cualquier idea equivalente en la izquierda habría que alejarse muchísimo de las corrientes dominantes y acercarse a los activistas que insisten en que el cambio climático no se puede combatir sin destruir al capitalismo. Pero igual siento que muchos demócratas piensan que la política común y corriente no logrará los cambios necesarios y que necesitamos un terremoto político. Sigo oyendo que los esfuerzos ambientalistas del gobierno de Obama se han quedado cortos ante este problema, por lo que parece que no vale la pena mencionarlos.

Sin embargo, gracias a los asombrosos avances tecnológicos en el campo de las energías renovables el horizonte es prometedor. Las cifras son impresionantes. Según un informe reciente de la empresa de inversiones Lazard, el costo de generación de electricidad por medio de energía eólica se redujo en un 61 por ciento del 2009 al 2015 en tanto que el de la energía solar se redujo en un 82 por ciento.

Todavía existen algunos problemas particulares a las renovables. En particular, el de su inestabilidad: los consumidores también necesitan energía cuando no sopla el viento y el sol no brilla. Sin embargo esto ha mejorado gracias a las constantes innovaciones en la tecnología de almacenamiento y a programas como “la respuesta de la demanda” (donde se les ofrece una tarifa mas baja a los consumidores que reduzcan el uso de energía durante las horas pico).

Entonces, ¿qué hace falta para pasar de los combustibles fósiles a las energías renovables, para usar la energía del sol y el viento en lugar del fuego? Los incentivos financieros. Y no tienen que ser tan grandes. Los créditos fiscales para las renovables son parte del plan de estímulos económicos de Obama y el reciente acuerdo presupuestario ha permitido que se extiendan, lo que contribuye a la aceleración de la revolución energética.

Si se implementa el Plan de Energía Limpia de la Agencia de Protección del Ambiente (EPA, por sus siglas en inglés), que creará fuertes incentivos para alejarse del carbón, se avanzará mucho más en esta dirección. Y ni siquiera son necesarias nuevas leyes, podemos tener una revolución energética aunque los locos conserven el control de la Cámara de Representantes.

Los escépticos pueden decir que todo esto no será suficiente para salvar al planeta. Solo nos referimos a la generación de electricidad, que provoca gran parte del problema del cambio climático, pero no todo. En segundo lugar solo hablamos de un país mientras que esto es un problema mundial.

Sin embargo estoy en condiciones de argumentar que este tipo de progreso puede ser un avance importante en la dirección correcta. Una vez que la energía renovable se convierta en un éxito evidente, un poderoso grupo de interés antiambientalista empezará a perder su influencia política. Y una revolución energética en Estados Unidos nos permitiría tomar la delantera mundial.

La lucha contra la catástrofe climática es, en resumen, algo que podemos lograr sin ningún milagro político. Sin embargo, el fracaso también es una posibilidad muy real.

Estamos en la cuerda floja.

(Tomado de The New York Times)