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El Chapo y la narco-novela

El Chapo Guzmán. Foto: Bloomberg

El Chapo Guzmán. Foto: Bloomberg

Nadie podría negar la dramaturgia que se está elaborando alrededor de la figura de uno de los criminales más buscados por las fuerzas del orden en el mundo. Joaquín Guzmán, protagonista de dos fugas de penales mexicanos, es noticia día a día en los resúmenes de las agencias de prensa occidentales. Su reciente aprehensión y la entrevista que le diera a Sean Penn con la participación de la actriz Kate del Castillo son objeto de análisis en la prensa occidental a diario.

El tema del negocio del narcotráfico se está volviendo respaldo de guiones para cadenas de televisión y compañías de entretenimiento no solo en Estados Unidos, sino también en nuestra América Latina. Uno de los flagelos más dolorosos constituye base para que se produzcan series, novelas y películas que lamentablemente atraen a las cada vez más cautivas audiencias, a las que se les inyectan las dosis de “heroicidad” de sus protagonistas.

La propia Kate del Castillo protagonizó hace pocos años una serie llamada “La Reina del Sur”. Cuando revisamos los resultados de esa producción, nos damos cuenta de cómo pueden manipularse las mentes a partir de la historia de una pobre y sufrida muchacha, a la que las circunstancias “obligaron” a convertirse en una de las más poderosas figuras del crimen en Iberoamérica.  Es la forma más lamentable de cómo los delincuentes pueden pasar a los primeros planos de la fanaticada.

Y aquí es cuando se enciende la alarma del atentado a la responsabilidad social de la televisión y el cine. No basta con las altas dosis de violencia a las que nos somete anualmente el negocio de Hollywood, sino que esa plaga se esparce por todas las vías a las producciones latinoamericanas en el afán de ganancia a toda costa, sin importar las consecuencias en el desarrollo de una mentalidad de desconfianza total en el prójimo.

Porque quien transforma en héroe al personaje de ficción que con su quehacer promueve la adicción en niños y jóvenes, atrae a su seno a desorientados para que le sirvan como fieles súbditos y llenan las calles de sangre ante cualquier molestia a su mandato,  se convierte en cómplice de los que en la vida real llevan a cabo esos actos. No puede haber más golpe a la responsabilidad social de quien tiene los medios en sus manos que aliarse con el espíritu malsano de la criminalidad.

Se elevan a planos estelares a figuras como Pablo Escobar, quien después de su muerte ha servido de inspiración a una serie de televisión, varias películas y documentales.  Y quedan sus actos en las mentes de quienes no sufrieron el martirio de su dominio en vida  como ejemplo a seguir en una supuesta confrontación con el sistema político que los subyuga.  Al final, la Reina del Sur y Escobar son tratados como modernos Robin Hood, y se olvida el legado sangriento de su actuación.

Estamos a las puertas de una nueva avalancha de “obras” épicas, esta vez dedicadas al Chapo.  Pasarán de mano en mano películas, series y quizá hasta una telenovela. Y mientras tanto, en la eterna confusión a la que lleva ese concepto de entretenimiento a toda costa por la que se rigen la inmensa mayoría de los productores de contenido en Occidente, seguirán aumentando los índices de criminalidad como resultado de la propagación incesante de las drogas.

Viene a la mente un amigo asiático ya retirado, y que hace muchos años era responsable de la producción de más de 3000 horas anuales de series y películas. Conversando en La Habana me decía que él tenía varios mandamientos a la hora de producir. Uno de ellos era que el crimen en una obra no debía quedar  sin castigo. Porque si el criminal no era juzgado o apresado, le convertiría en un héroe a los ojos de millones de personas. Una visión contraria a los que con una irresponsabilidad total están tratando el tema de los narcotraficantes en el audiovisual contemporáneo.

Y mientras eso ocurre, muchos otros héroes reales van quedando en el olvido exprofeso. Los que se enfrentan de manera altruista contra las injusticias.  Los que alzan su voz en cualquier escenario para que este mundo sea un hogar tranquilo y duradero. Y sobre todo, para que nuestros hijos no crezcan pensando que el héroe es aquel que se hace millonario a partir de la desgracia del resto de los seres humanos.  Porque ya desde la antigüedad Ovidio profetizaba: “El que desde sus primeros años se acostumbra a la maldad, hace luego del crimen un arte”