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La luz innegable del Longina

Yusa en Longina 2016. Foto: Raúl Marchena

Yusa en Longina 2016. Foto: Raúl Marchena

No estaba muy convencido de ello, pero aún queda magia en la trova. O al menos el Festival Longina parece conjurarla. Como sucede con esas vajillas que lucen opacas pero si se les lustra con suficiente empeño sale a relucir su verdadera belleza. Y hay que darles las gracias a sus organizadores por no cansarse, por seguir puliendo para nosotros.

Cuando Manuel Corona compuso Longina tal vez sabía que estaba legando una de las piezas más hermosas de la canción cubana. Lo que no podía saber es que tantísimas décadas más tarde un grupo de jóvenes de fin de siglo usaría el nombre de su canción y el espíritu todo de su obra para construir el más auténtico bastión de la trova en la Cuba de hoy.

Lo que empezó hace casi veinte años en los predios de la ciudad de Santa Clara como una llamada de auxilio mutuo entre los sobrevivientes de un tipo de canción que agonizaba (¿agoniza?) se ha convertido por derecho propio en el festival más importante de la canción de autor en nuestro país. Que convoca y mezcla sin complejos en una misma noche todas las inquietudes, todas las estéticas, todas las edades y todas las famas. Que desborda los límites de un teatro o una ciudad y va a parar a los parques, las escuelas y a los municipios circundantes. Que organiza un programa maratónico en el que casi ninguna expresión artística queda fuera, y que no olvida la importancia de la formación teórica (a pesar de que las sesiones matutinas sean un tanto desaprovechadas por ser la madrugada de los trasnochadores trovadores). Que logra transformar una ciudad de un extremo a otro, y hacerla entrar en un trance durante el que no se respira otra cosa que no sea canción. Como todo buen festival debe hacer.

Lo que ha logrado la tropa trovuntivera –con el concurso indispensable la Asociación Hermanos Saíz y las instituciones locales– es un hermoso ejemplo de cuánto se puede hacer (y de cuánto hay que hacer) para salvarnos del abismo. Un festival de trova no tiene que ser fastuoso para llamar la atención, ni tiene que ser aburrido para que merezca tal nombre. Tiene que ser vivo, eso sí –y no vivo, en la acepción camajanera del término–, e inquieto; tiene que abrir sus puertas y dejar entrar el aire fresco de las buenas ideas para no anquilosarse.

Si algo le pudiera faltar al Festival Longina es creerse su importancia. Es asimilar su condición de par de eventos homólogos en Iberoamérica y el resto del mundo, y propiciar la convocatoria de artistas y programadores que participan en dichos espacios. Es salir a dialogar con patrocinadores, con medios de comunicación, con el público, con el mundo, con la conciencia de que son algo demasiado valioso como para perdérselo. Los santaclareños, los trovadores cubanos y algunos otros pocos iniciados ya lo saben. Solo necesitan irradiar la luz innegable que el Longina contiene.

Nota: La XX edición del Encuentro Nacional de Trovadores Longina le canta a Corona, o lo que es lo mismo, el Festival Longina, se realizó entre los días 6 y 10 de enero de 2016 en Villa Clara, y presentó conciertos de destacados artistas cubanos como Yusa, Gerardo Alfonso, Pedro Luis Ferrer y Ray Fernández, así como las presentaciones de decenas de noveles trovadores.