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La niña y el avión

darina gromovaUn avión ruso con 224 personas explota sobre la península del Sinaí. La noticia ha sacudido al mundo, como cada vez que ocurre un hecho similar. De inmediato comienzan las conjeturas, y es lógico. Rusia está inmersa en la guerra contra el terrorismo implantado por el Estado Islámico (ISIS), ese engendro creado por alguna mente criminal y sobre lo cual en el futuro se abrirán cofres secretos para que sepamos la verdad.

No voy a hacer análisis subjetivos sobre el tema. Me concentraré solo en las consecuencias que un hecho como éste tiene para todo un país y su pueblo. Si de algo sabemos los cubanos es de cómo la explosión en pleno vuelo de una nave puede hacer llorar a toda una nación y hacer temblar a la injusticia. La coincidencia en espacio y tiempo de la catástrofe con los éxitos que va teniendo la ofensiva rusa hace aún más sospechosa la causa del horrible incidente.

Parten las hipótesis sobre un supuesto atentado precisamente de la prensa de aquellos países que durante varios años han tratado de hacer caer al gobierno de Bachar Al Asad en Siria y que muy poco han hecho por evitar la expansión del ISIS. Y les conviene que así sea para opacar los avances de la operación que de conjunto con el Gobierno sirio lleva a cabo la aviación rusa

Estados Unidos no descarta la mano del ISIS en el incidente. Gran Bretaña informa que está segura de que fue un atentado. Y así, sucesivamente, continúan día a día, hora a hora, tratando de sembrar en las mentes el concepto de que es una venganza contra la actitud rusa de liquidar el terror en la tierra siria. No se debe jugar con los sentimientos humanos, más: ¿Cómo entonces lidiar con los que implantaron el concepto de “daños colaterales”?

No es colateral la pérdida de tantos seres humanos en solo unos minutos. Es algo muy directo que atenaza los corazones de los que aún guardamos muy dentro el sentido del decoro en las relaciones con sus semejantes. Cuando revisamos la composición de los pasajeros que volaban en el avión siniestrado, nos aterra aún más conocer la cantidad de niños que allí viajaban.

La foto de una niña de apenas 10 meses, de espaldas a la cámara, mirando ensimismada el A321 en el que volaría a Egipto ha dado la vuelta al mundo. Darina Gromova viajó con sus padres y su imagen con las manos apoyadas en el cristal de la terminal aérea hacen que el mundo nos parezca más injusto.

Mando desde acá un poco del latido casi apagado de mi pecho al ver esa foto, en la que se reúnen a la vez todos los que acompañaban a la pequeña Darina en el vuelo fatídico de regreso a casa. A ese pueblo con el cual conviví durante seis años de mi ya no cercana juventud, un abrazo de hermano. Y a la niña cuya imagen me estremece, tal parece que Mayakovski le dedicó estos versos que saco desde el polvoriento estante donde guardo lo que más estimo de mis lecturas:

“…..Ella es tan hermosa,

a ella con seguridad la resucitarán.

Vuestro siglo XXX

vencerá,

al corazón destrozado por las pequeñeces.

Ahora,

trataremos de terminar,

todo lo que no hemos podido amar en la vida,

en innumerables noches estrelladas.

¡Resucitadme,

aunque más no sea,

porque soy poeta,

y esperaba el futuro,

luchando contra las mezquindades de la vida cotidiana!

¡Resucitadme,

aunque más no sea por eso!

¡Resucitadme!

Quiero acabar de vivir lo mío,

mi vida…”